El drama de una familia de Fallujah
La semana pasada EE.UU. lanzó su abrumadora ofensiva en Fallujah usando artillería pesada, excavadoras y tanques. El blanco eran los insurrectos, pero en este relato dos hermanas cuentan el horror de estar en medio del conflicto. Muna y Selma Salim sobrevivieron a los ataques, pero no pueden celebrarlo: perdieron a 8 de sus familiares.
Por Dahr Jamail Ella llora mientras cuenta la historia. La túnica que lleva no puede esconder el temblor de su cuerpo mientras la atraviesan oleadas de dolor. “Yo no puedo dejar de pensar en el niño apagándose en su cuerpo.” La hermana de Muna Salim, Artica, estaba embarazada de siete meses cuando dos cohetes lanzados por aviones de combate norteamericanos dieron de lleno en su casa de Fallujah, el 1º de noviembre. “Mi hermana Selma y yo sobrevivimos porque estábamos quedándonos en la casa de nuestros vecinos por la noche”, dice Muna, incapaz de celebrar su supervivencia mientras ocho miembros de su familia perecieron durante el bombardeo previo al asalto de Fallujah que se había prolongado durante semanas. Khalid, uno de sus hermanos, que también fue matado en el ataque, ha dejado en el camino a una esposa y a cinco niños pequeños. “No había ningún combatiente en nuestra área, de manera que no sé por qué bombardearon nuestra casa”, dice Muna. “Cuando empezaron los bombardeos aéreos y los tanques iniciaron el ataque a la ciudad, nosotras salimos de Fallujah y vinimos a Bagdad.” Selma, la hermana de Muna, de 41 años, cuenta escenas horrendas de la ciudad, que se había convertido en el centro de la resistencia iraquí durante los últimos meses. Ella dijo que muchas de las casas arrasadas en los bombardeos aéreos despedían un hedor insorportable por los cuerpos que quedaron entre los escombros. “Las casas bombardeadas se habían derrumbado y cubrían los cuerpos, y nadie podía acceder a ellos porque tenían miedo de manejar una excavadora”, explica, mientras abre sus manos en el aire con desesperación. “Incluso para muchos fue imposible salir de sus casas en Fallujah debido a la presencia de francotiradores.” Ambas hermanas describen una existencia de pesadilla dentro de la ciudad, donde los rebeldes controlan muchas áreas, por la falta de comida y de medicamentos y la conmoción generada por las bombas norteamericanas se había vuelto una realidad cotidiana. El suministro de agua escasea a menudo y la electricidad es una rareza. Como muchas familias que permanecieron estos meses en Fallujah, ellas usaban un pequeño generador cuando podían permitirse el lujo de conseguir combustible. “Incluso cuando las bombas estallaban lejos, los vidirios de nuestras casas se hacían trizas”, dijo Muna. “Ninguno de nosotros podía dormir durante las noches, cuando arreciaban los ataques.” Cuando iban al mercado al mediodía tratando de encontrar algo para comer, las hermanas dijeron que se sentían aterrorizados por los aviones norteamericanos que volaban a baja altura sobre la ciudad. “Los aviones hacían vuelos rasantes sobre la ciudad -dice Selma-, pero nosotras nunca pensamos que atacarían.” Las mujeres describieron un escenario fantasmal: negocios cerrados, calles comerciales desiertas y aterrorizados residentes vagabundeando por la ciudad sin saber qué hacer. “Fallujah era como un pueblo fantasma la mayor parte del tiempo”, describe Muna. “La mayoría de las familias se quedó dentro de sus casas todo el tiempo; sólo salían cuando tenían que buscar comida.” Los tanques atacaron a menudo en las afueras de la ciudad en escaramuzas con los militantes de la resistencia, agregando a la situación más caos e inquietud. Desde los helicópteros atacaron sobre el desierto, mientras una lluvia de cohetes caía en el centro de la ciudad. Mientras relataban las experiencias traumáticas de su familia durante las últimas semanas, desde la casa de su tío en Bagdad, cada uno de las hermanas a menudo guardó silencio, mirando fijamente el suelo como si hubieran perdido los recuerdos, para luego seguir agregando detalles. La madre de ambas, Hadima, de 65 años, también murió en el bombardeo, igual que su hermano Khalid, que era capitán de la policía iraquí. Su hermana Ka’ahla y su hijo de 22 años también perdieron la vida. “Nuestra situación es como la de tantos en Fallujah”, dice Selma, mientras continúa, con su voz a veces entrecortada. Lleva grabado en su rostro el terror que viene viviendo desde hace meses. “Muchas personas no pudieron salir porque no tenían dónde ir ni tampoco dinero.” Adhra’a, otra de sus hermanas, y Samr, el marido de Artica, fueron otras de las víctimas civiles. Samr tenía un posgrado en estudios religiosos. Artica y Samr tenían un hijo de cuatro años, Amorad, que murió con sus padres y su hermano o hermana sin nacer. Las dos hermanas huyeron de la ciudad del lado oriental, cuidándose de no toparse con el cordón militar norteamericano que prácticamente selló el área. Cuando salieron, dieron testimonio de los ataques indiscriminados sobre la ciudad. “¿Por qué fue bombardeada nuestra familia?”, se pregunta Muna, mientras las lágrimas se le deslizan por las mejillas. “No había ningún militante de la resistencia en esa área”. La fuente: Dahr Jamail es un periodista independiente de Alaska que lleva cinco meses en el Irak ocupado dando cuenta de los padecimientos de los civiles. Edita una página electrónica (www.dahrjamailiraq.com). La traducción del inglés pertenece a San More para elcorresponsal.com.