El hombre que gateaba hasta su jergónUn cuento del narrador sirio Hanna Mina. Al mediodía, cuando el estado de ánimo del señor Abd Allah ya había mejorado y después de tomar el almuerzo en el almacén, tal y como acostumbraba algunos días, de beberse el café que Yusuf le preparaba y de fumarse un cigarrillo, se le acercó educadamente.
Balanceaba los brazos con las manos entrelazadas por delante, el rostro mostraba toda su desgracia a través de unos ojos que parecían pedir clemencia y le eximían de cualquier explicación. Carraspeó con un perceptible temblor de labios y expulsó hacia el exterior unas palabras, temeroso y tartamudo. Lo que impulsó al señor Abd Allah a preguntarle:
-¿Qué te pasa, Yusuf? ¿Por qué estás tan espantado? Habla… Di… ¿Qué quieres?
Yusuf, esforzándose en contener las lágrimas, respondió:
-Me gustaría… si tuviera la amabilidad de escucharme… Me gustaría pedirle un favor… un pequeño favor…
-Te escucho, te escucho… no te preocupes. ¿Qué quieres?
-Quisiera decirle… que… la hernia…
Le señaló la cadera izquierda y se colocó la mano en la ingle, incapaz de continuar hablando del asunto. Eso acabó con la paciencia del señor Abd Allah que elevó la voz con cierta dureza:
-¿Qué dices, Yusuf?… ¿La hernia? ¿Qué hernia es esa? ¿Desde cuando te pasa?
-Desde hace un año- dijo Yusuf – Hace un año, más o menos, no sé.. Sí, hace un año…Fuí a levantar un saco de cemento y de repente reventó… algo parecido a un cuchillo me traspasó la ingle y me salió un bulto que se va agrandando… Le he escondido la verdad por temor a molestarle…
El señor Abd Allah soltó una risita que Yusuf no supo si era burla o compasión, o si la había provocado algún chiste muy gracioso; aunque él no había contado ningún chiste ni nada parecido y solo había previsto que su capataz se hiciera cargo de la situación.
En seguida abandonó aquella risa incomprensible y le dijo:
-Tú…. Yusuf, siempre estás exagerando ¿Por qué me alarmas de ese modo y conviertes tu problema en algo extraordinario? ¿Por qué haces grandes las cosas pequeñas? …¿Por qué te aprovechas de mis buenos sentimientos y despiertas mi compasión apareciendo al borde del precipicio?… Bien… tu problema es grande, el mayor de todos los problemas… Y yo… que soy tu capataz, ¿qué crees que debería hacer?
-¡Dios alargue su vida! -respondió Yusuf- Todo está en su mano…
-¿El qué,… Yusuf?
-Que me ayude a curarme…
-¿Que ayude a curarte… de qué?…¿De un resfriado?…¿De la fiebre?…¿De una diarrea? …¡¿De qué…?!
-De la hernia -añadió al pensar que ya estaba todo claro.
-Pero… ¿Cómo voy a ayudarte a que te cures de la hernia, Yusuf? ¿Es acaso mi obligación? ¿Cuantas personas están herniada en tu barrio?
-Muchas…
-¿Y con qué se curan? ¿Qué hacen sus capataces con ellos?… ¡Explícamelo!
Yusuf replicó:
-Bendita sea su comprensión… Pero… si… Vd. supiera…
-¿Cómo que… pero… si yo supiera…?¿Puedes decirme con claridad qué es lo que quieres?…¡Con toda claridad!…
Después de una larga pausa, repuso confusamente:
-Ya sé… que le gusta la franqueza… Lo sé… de verdad. Como sé que el sol sale y se pone… que tengo cinco dedos en cada mano … en cada pié…
El capataz levantó la voz impaciente:
-¡Acabemos!.. ¿Qué hay detrás de todo ésto?
-El problema y lo que significa, señor,… que la hernia no se cura con la quinina.
-¡Ah!..Como bien dices… la hernia… no se cura con la quinina. ¿Entonces cómo se curan los herniados en tu barrio?
-No se curan, señor -repuso Yusuf con ingenuidad.
-Eso ya lo sabes… Sabes que nadie se cura, porque no tiene remedio.
-…Pero llevan una sujección… Se ponen un vendaje…
-El vendaje se compra en la botica, es evidente. Ahora, contéstame con sinceridad… ¿Es ésto una botica, o un almacén de material para la construcción?
-Un almacén de materiales, señor… Sin duda…
-Bien dicho… Ahora eres lógico y razonable, Yusuf. Estás siendo juicioso y doy fe de ello. Pero, dime: ¿Cu´ándo te he impedido que salgas a comprar una faja para la hernia?
-¡No…! Nunca me lo ha impedido. No lo permita Dios… ¡Yo he sido quien no fue a la botica, porque una faja es cara!
La fuente: Hanna Mina (1924) es un narrador sirio, autor de 34 novelas, entre las que se destacan El ancla, Faros azules y Historia de un marinero. La traducción al español de este fragmento, escrito en 1988, pertenece a Manuel Jiménez Lucena para http://es.geocities.com/mjluzena/trad/indice.html