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jueves, mayo 2, 2024

Escuchemos la “nueva conciencia islámica”

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Escuchemos la “nueva conciencia islámica”

Por Sophie Boukhari

El manuscrito más antiguo del Corán se encuentra en Uzbequistán. La Unesco lo considera Memoria del Mundo.

Para el filósofo marroquí Abdou Filali-Ansary, los musulmanes necesitan ante todo espacios de debate abiertos. Este defensor de un enfoque crítico de las fuentes del Islam espera que de ese modo dejarán de confundirse religión y política.

-Desde el siglo XIX, numerosos pensadores musulmanes han querido “reformar” el pensamiento islámico. Pero esos intentos no han conseguido una modernización de los regímenes musulmanes. ¿Por qué?

-Cuando hay una crisis, se tiende a regresar a las fuentes. En el siglo XIX, el movimiento reformista fue sumamente poderoso porque la modernidad, con la conquista colonial, irrumpió brutalmente en el dar el-islam (ámbito del Islam). Por modernidad se entiende una doble transformación: la de la relación del hombre con la naturaleza y también consigo mismo. Por primera vez el ser humano se percató, gracias a la ciencia, de que muchas cosas, como ciertos fenómenos climáticos o las enfermedades, no eran una fatalidad. Asimismo, el orden social dejó de ser inmutable. Las revoluciones podían derribar a los déspotas y los pueblos aspirar a mejorar sus condiciones materiales de vida.

De la India al Magreb, una pléyade de pensadores alzó su voz para decir que el Islam de los orígenes se conciliaba con esa modernidad. Pero el iraní Djamal ad-Din al-Afghani, el egipcio Mohammed Abduh y otros no actuaron como los reformistas cristianos, que barrieron toda la tradición interpretativa para poder mirar directamente las Escrituras. Para esos intelectuales, la historia de los primeros musulmanes era una referencia, al igual que el Corán y la Sunna (ver glosario). Su retorno a las fuentes era apologético: quería infundir confianza a los musulmanes, diciéndoles que su religión era favorable al progreso.

El acontecimiento fundamental en la historia reciente del pensamiento musulmán se produjo en una segunda etapa. En los años veinte, un gran cisma dividió el movimiento reformista. Por un lado, el egipcio Hassan el-Banna, famoso por haber fundado los Hermanos Musulmanes y, por otro lado, otro egipcio, Alí Abderraziq, precursor de la corriente crítica del Islam.

Por haber traducido su obra, puedo afirmar que fue el primero quien emprendió un retorno a las fuentes con una mirada crítica. Destacó que los principios cardinales del Islam, la obediencia y la consulta, no son reglas de organización política, sino valores morales: como contrapartida de la obediencia que se le debe, toda persona investida de responsabilidades (familiares, económicas, políticas, etc.) debe evitar decidir sola, de manera despótica, y ha de tener en cuenta el parecer de los que dirige. Abderraziq demostró que el orden político islámico era una construcción de los musulmanes, no una obligación religiosa. La diferencia es grande.

-Sin embargo, el profeta Mahoma creó una ciudad islámica que exalta la imaginación de los musulmanes, y fue él mismo un caudillo.

-La comunidad de Medina fundada por el Profeta no era una entidad política, sino una comunidad religiosa. Mahoma nació en una sociedad sin Estado. Las tribus guerreaban entre sí continuamente, salvo durante la tregua anual de cuatro meses. Durante diez años trató de predicar en ese medio, pero sólo logró convencer a marginales: esclavos, mujeres, miembros de tribus minoritarias. De ahí que partiera a Medina en 622 (Hégira), donde logró reconciliar a dos tribus enemigas y crear la primera comunidad musulmana. Se trataba de una especie de antitribu, que excluía el principio identitario. Entraba en ella el que quería ser musulmán, tras una simple declaración (profesión de fe). Pero esa comunidad fue atacada por las demás tribus y el Profeta tuvo que defenderse, convirtiéndose en un jefe militar.

A su muerte, Arabia había abrazado la nueva religión y él había preparado una expedición para llevar el nuevo mensaje a Siria. Por circunstancias históricas, la comunidad de Medina se había convertido en una entidad religiosa proselistista. Pero las instrucciones que había dejado Mahoma era claras: no convertir nunca por la fuerza.

-Sin embargo, hay una azora muy violenta del Corán, en la que se ordena, después de que hayan transcurrido los meses sagrados, matar, capturar, asediar y tender emboscadas a los politeístas dondequiera que se encuentren.

-Es cierto que esa azora es extraordinariamente violenta. Fue revelada al Profeta en un contexto de guerra, cuando los politeístas amenazaban la supervivencia de los musulmanes. Yo cotejaría ese versículo con otro mandamiento del Profeta: “Cuidado, respetad a la gente, nada de árboles arrancados, de casas incendiadas, de mujeres violadas…” Eso es lo que atrajo a las poblaciones hacia el Islam.

-Tras la muerte del Profeta en 632, la comunidad de musulmanes se transformó lisa y llanamente en un Estado.

-De inmediato, los musulmanes se dividieron sobre esa cuestión. Los defensores de un imperio (el califato), conducido por un jefe “elegido” por una asamblea, se salieron con la suya. Los partidarios de Alí, que querían un Estado dirigido por la familia del Profeta, crearon el shiísmo. Pero siempre se olvida que había una tercera corriente. Musulmanes de la primera época, como Malik Ibn Nuwaira o Abu Dharr, dijeron: “Somos una comunidad religiosa, ¿por qué crear un Estado?” Fueron ejecutados o alejados. A lo largo de los siglos, numerosos pensadores revivieron esas ideas y sufrieron la misma suerte. Su historia nunca se ha escrito.

-¿Por qué?

-Ningún poder lo permitió. En el siglo XX, se siguió ocultando la corriente crítica. Pero se mantuvo viva. Alí Abderraziq tuvo numerosos herederos espirituales, como el sudanés Mohammed Mahmud Taha, ahorcado por el presidente Yaffar al Numeiry en 1985, de cuya obra se venden decenas de miles de ejemplares. Hoy están los tunecinos Mohammed Talbi, Abdelmajid y Mohammed Charfi, el pakistaní Fazlur Rahman, el iraní Abdul Karim Soruch. Todos ellos muestran que la tendencia estatista triunfó por razones históricas y que obedece a una interpretación posible de los textos entre muchas otras. Pero, evidentemente, esa gente no mata…

-De todos modos, sin hablar de historia, hay obstáculos insalvables a la crítica de los textos, como la naturaleza “increada” (esencialmente divina) del Corán.

-Ese dogma se impuso muy tarde, tres o cuatro siglos después de la muerte del Profeta. Al comienzo, se trataba de una idea minoritaria. Pero los teólogos que lo defendieron fueron tan perseguidos que obtuvieron el apoyo de las masas y terminaron por instaurarlo. Quisiera destacar algo mucho más importante aún: el famoso concepto de sharía, concebida como ley total que rige la vida de los creyentes, se cristalizó casi dos siglos después de la muerte del Profeta. Hay que decirlo y repetirlo, pues se trata de una ruptura sumamente importante. Fue Mohmmed Ibn Idriss Chafi’i, un joven intelectual brillante nacido 150 años después de la muerte del Profeta, el que consagró la sharía. Las fuentes del Islam sólo indican hudad (límites, fronteras) impuestos por Dios, algo así como mandamientos: no matarás, no robarás mujeres, etc. Los jurisconsultos musulmanes se inspiraban en ellos, cada cual a su manera, para someter las leyes y costumbres a criterios éticos. Pero Chafi’i fue mucho más lejos. Hizo una extrapolación a partir de los hudad coránicos y dedujo leyes para todas las actividades humanas.

-En cada etapa de la historia, es la corriente más dura la que ha triunfado. ¿Por qué?

-Porque muy temprano lo político se apoderó de lo religioso. Posteriormente, los debates religiosos siempre fueron dominados por consideraciones políticas e “instrumentalizados” con fines partidistas.

-Hablemos de ese integrismo islámico moderno, nacido a comienzos del siglo XX, totalmente opuesto a lo que usted denomina la corriente crítica. ¿Cómo explica que haya tenido tanto éxito?

-El integrismo ha sido impulsado por dos grandes fuerzas que nos trituran como fauces de acero. Ha recibido el apoyo de los regímenes locales y del nuevo orden mundial, dominado por Occidente. Por todas partes, ha sido utilizado para luchar contra la izquierda y los movimientos de liberación. Como lo demostró Mohammed Charfi en Islam et Liberté, los regímenes árabes y musulmanes no se contentaron con financiar ciertos movimientos. Instauraron políticas educativas destinadas a enseñar la visión integrista del Islam. El resultado ha sido inculcar en los espíritus el esquema de una confrontación de largo aliento. Las nuevas generaciones están divorciadas del pensamiento universal. En los países musulmanes ya no se enseña filosofía, o en el mejor de los casos en dosis homeopáticas. La otra gran palanca que ha dado ímpetu al integrismo parte de las relaciones internacionales y de las relaciones económicas Norte-Sur. Como los países avanzados apoyan a los regímenes despóticos, para impugnar el orden económico local y mundial sólo queda la mezquita. A ello hay que añadir lo que aparece como una sucesión de agresiones exteriores: el apoyo masivo a Israel, las bombas sobre Irak, Srebrenica… y ahora Afganistán. A los medios de comunicación les cabe también una fuerte responsabilidad. Sólo hablan del Islam cuando se producen atentados y hacen como si ignoraran que el integrismo es minoritario. Con todo eso estamos creando un escenario de polarización extrema entre Islam y Occidente.

-¿Usted hace suya la tesis del choque de civilizaciones de Samuel P. Huntington?

-No. Huntington dio a ese choque una realidad ontológica, casi biológica, como si fuéramos fundamentalmente diferentes, como si la cultura fuese una suerte de segunda naturaleza. En realidad, ese choque es una construcción histórica, producto de determinadas condiciones y opciones políticas.

-Por consiguiente, para usted el Islam no es hostil a la democracia ni a los derechos humanos.

-La democracia y los derechos humanos son conquistas recientes de la humanidad. Esos valores que los integristas y Huntington pretenden que son occidentales son en realidad universales. La democracia es como el fuego o los números arábigos, es un patrimonio de la humanidad. El Islam no está ni a favor ni en contra. Un musulmán sólo puede estar en contra si adhiere a las construcciones históricas del Corán increado y de la sharía, esas quimeras producidas tardíamente para decir que la religión debe regirlo todo. Es cierto que los occidentales fueron los primeros en tener acceso a la democracia. Pero eso se produjo debido a coyunturas especiales, y también ellos pasaron por violentos debates para eliminar una parte de su herencia religiosa.

En los países musulmanes, la corriente crítica podría tener ciertas posibilidades si se reunieran condiciones mínimas de libertad. Observemos la historia reciente de Irán. En los años cincuenta, ese país había alcanzado más o menos el mismo nivel de desarrollo que Grecia. Si la CIA no hubiera derribado a Mossadegh a favor del shah, es probable que hubiese utilizado sus riquezas petroleras para avanzar hacia la democracia. Pero el shah reprimió toda oposición y aceptó la dominación de Estados Unidos. Una vez más, se devolvió a los musulmanes a su identidad “primordial”, al Islam. Incluso los iraníes de izquierda terminaron por sumarse a Khomeini para enfrentar el despotismo. Veinte años después, los electores iraníes han dado dos tercios de sus votos a Mohammed Khatamí, un adepto de la corriente que llamo la “nueva conciencia islámica.” .

La fuente: la autora es periodista del Correo de la Unesco (http://www.unesco.org). El entrevistado, director de Prologues, revista magrebí de libros, y autor de L’islam et les fondements du pouvoir; traduction et introduction à la pensée de Ali Abderraziq, (La Découverte, París, 1997); L’islam est-il hostile a la laïcité?, (Le Fennec, Casablanca, 1998). Por aparecer: Par souci de clarté; à propos des sociétés musulmanes contemporaines, Le Fennec.

Glosario

Sharía: ley religiosa que impregna la vida individual y colectiva de los musulmanes en todos sus aspectos.

Shiísmo: del árabe, “partido”. Corriente minoritaria compuesta por los partidarios de Alí, primo y yerno del Profeta, que estiman que los miembros de la familia de Mahoma (Alí y sus descendientes) tendrían que haber sido sus sucesores. Esta corriente se divide en numerosas “sectas”: duodecimanos, ismaelitas, drusos, zaiditas, alauitas, etc.

Corán: del árabe “lectura”, “recitación”. Para los musulmanes, este libro sagrado fue revelado por Dios al profeta Mahoma por intermedio del arcángel Gabriel, a partir del 609. Se compone de 114 suras o azoras, divididas en versículos.

Jariyismo: del árabe “salir”. Secta rigorista que entró en disidencia en el 657 y que se perpetuó en la secta ibadita, presente en Mascate (Omán), Zanzíbar (Tanzania), Djerba (Túnez) y en el Mzab argelino.

Sunnismo: islam mayoritario, que se considera “ortodoxo”. Se centra en la fidelidad a la tradición (suna o sunna), que es el conjunto de las enseñanzas, palabras y gestos del Profeta. Se divide en cuatro escuelas jurídico-teológicas, más o menos rigoristas: hanafita (predominante en Siria, Turquía, Asia Central, India y China), malekita (Magreb, África subsahariana y Europa Occidental), chafeíta (Egipto, Irak, sur de la Península Arábiga, África Oriental, Indonesia y Malasia), y hanbalita (Arabia Saudita).

Wahabismo: Movimiento religioso fundado por Ibn Adb al-Wahhad en el siglo XVIII e inspirado en el hanbalismo, la corriente más rigurosa del islam sunita. Al fundar su reino (Arabia Saudí) en 1932, con apoyo de los británicos, Ibn Saud hizo del wahabismo su doctrina oficial.

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