La moralidad no está en nuestro lado
NNi siquiera el hecho de que Hezbollah haya “empezado” la crisis cuando secuestró a soldados israelíes trasponiendo una frontera internacional inclina la balanza de la justicia hacia nuestro lado. La amarga verdad es que ésta no es una guerra justa.
Por Ze’ev Maoz Podría decirse que en Israel hay un consenso general de que la guerra en el Norte es una guerra justa y que la moralidad está de nuestro lado. Pero la amarga verdad debe decirse: este acuerdo general está basado en una memoria selectiva de corto alcance, una mirada introvertida y dobles estándares. Esta guerra no es una guerra justa. Israel está usando una fuerza excesiva sin distinguir entre la población civil y el enemigo, cuyo único propósito es la extorsión. Esto no quiere decir que la moralidad y la justicia estén del lado de Hezbollah. Ciertamente que no. Pero ni siquiera el hecho de que Hezbollah haya “empezado” la crisis cuando secuestró a soldados israelíes trasponiendo una frontera internacional inclina la balanza de la justicia hacia nuestro lado. Empecemos con unos hechos. Nosotros invadimos un estado soberano y ocupado su capital en 1982. En el proceso de esta ocupación, arrojamos varias toneladas de bombas desde tierra, mar y aire, matando e hiriendo a miles de civiles. Según una estimación conservadora, fueron matados aproximadamente 14.000 civiles entre junio y septiembre de 1982. La mayoría de esos civiles no tenía nada que ver con la OLP, cuya presencia en el Líbano fue el pretexto oficial de la guerra. En los operativos Responsabilidad y Uvas de Ira, nosotros causamos el éxodo de aproximadamente 500.000 refugiados del sur del Líbano en cada ocasión. No hay datos exactos sobre las víctimas de estas operaciones militares, pero no podemos olvidar que en la operación Uvas de Ira bombardeamos un refugio en el pueblo de Kafr Kana y matamos a 103 civiles. El bombardeo pudo haber sido accidental, pero eso no lo convirtió en más moral. El 28 de julio de 1989, nosotros secuestramos a Sheikh Obeid, y el 12 de mayo de 1994, a Mustafa Dirani, que había capturado al soldado Ron Arad. Israel manuvo a estas dos personas y a otros 20 libaneses detenidos sin juicio, como “prenda de negociación”. Lo que es permisible para nosotros, claro, está prohibido para Hezbollah. Hezbollah cruzó una frontera econocida por la comunidad internacional. Eso es verdad. Pero nosotros estamos olvidando que tras nuestro retiro del sur del Líbano, la Fuerza Aérea de Israel ha violado diariamente el espacio aéreo libanés para misiones de vigilancia. Aunque estos vuelos no causaron ninguna respuesta, las violaciones fronterizas son violaciones fronterizas. Aquí tampoco la moralidad estuvo de nuestro lado. Demasiadas cosas para la historia de la moralidad. Ahora, consideremos los temas actuales. ¿Cuál es exactamente la diferencia entre el lanzamiento de cohetes Katyushas en los centros de población civil en Israel y los bombardeos israelíes de centros de población civil en Beirut, Tiro, Sidón y Trípoli? La Fuerza Aérea Israelí ha disparado miles de misiles a los pueblos del sur del Líbano, alegando que los hombres de Hezbollah se mimetizan entre la población civil. Hasta la fecha, han muerto aproximadamente 25 civiles israelíes como resultado del lanzamiento de los cohetes Katyusha. El número de muertos en el Líbano, la inmensa mayoría de ellos civiles sin vinculación con Hezbollah, supera los 300. Peor todavía: bombardeando blancos civiles como estaciones de energía, puentes y otras infraestructuras no militares hemos convertido a toda la población civil libanesa en víctima y rehén, aun cuando no los dañemos físicamente. El uso de bombardeos para lograr una meta diplomática -es decir, forzar al gobierno libanés a cumplir la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas- es un intento de chantaje político, y de ninguna manera busca provocar un intercambio de prisioneros con Hezbollah. La propaganda es uno de los aspectos de esta guerra, y consiste en una competencia acerca de quién es el más miserable. Cada lado intenta persuadir al mundo de que el más miserable es el otro. Como en cada campaña de propaganda, el uso de información es selectivo, distorsionada y escasamente rigurosa. Si nosotros queremos basar nuestra información política (¿o lo llamaremos la propaganda?) en la presunción de que la opinión pública internacional va a comprar la dudosa mercancía que le estamos vendiendo, está bien. Pero en lo que se refiere a nuestro propio ser nacional, debemos confrontarnos con la más cruda verdad: Quizá nosotros ganemos este conflicto en el campo militar, quizá obtengamos añguna ventaja diplomática, pero en el plano moral, no somos mejores ni tenemos un estatus especial. La fuente: Haaretz (Tel Aviv, Israel). El autor es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Tel Aviv. la traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.