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jueves, mayo 2, 2024

Nujoma, Sam

BiografíasNujoma, Sam

En marzo de 2005 expiró el tercer y último mandato como presidente de la República de Namibia del principal forjador de la independencia del país africano que más le costó sacudirse de la dominación colonial, en su caso de Sudáfrica. Cómo máximo líder político y militar de la SWAPO, primero movimiento de liberación nacional y luego partido hegemónico, Sam Nujoma comandó una lucha soberanista de tres décadas antes de convertirse en el jefe del Estado proclamado en 1990. Sus 15 años de gobierno ofrecen un balance de estabilidad democrática y reformas económicas, aunque tiznadas por los gestos intolerantes y las formidables rémoras del subdesarrollo.

Artífice de la independencia nacional

Hijo de campesinos de la etnia ovambo, como los demás niños de su zona rural cercana a la frontera angoleña, en pleno Ovamboland, alternó el pastoreo de ganado y una precaria formación escolar, en su caso en la misión que atendían unos pastores luteranos finlandeses en la localidad de Okahao. En 1945, con 15 años, tuvo que dejar las aulas porque sus padres le enviaron a ayudar a unos parientes que vivían en la ciudad portuaria de Walvis Bay. Más tarde, en 1949, se mudó a la capital, Windhoek, donde comenzó a trabajar en los ferrocarriles mientras por las noches recibía clases de secundaria en inglés en la escuela St. Barnabas.

Entonces y desde 1920, la entonces llamada África del Sudoeste, colonia alemana hasta la Primera Guerra Mundial, estaba bajo la tutela de la Unión de Sudáfrica en virtud del mandato otorgado por la Sociedad de Naciones. La ONU rechazó en 1946 la petición sudafricana de anexionarse el territorio, para el que ofrecía como mucho un régimen de fideicomiso. En 1961, el año en que la Unión de Sudáfrica rompió lazos con la corona británica al proclamar la República y retirarse de la Commonwealth -lo que vino a consagrar el modelo de exclusión racial o apartheid instaurado en 1948-, la Asamblea General de la ONU proclamó el derecho de África del Sudoeste a la independencia.

Como ferroviario y luego estibador del hierro en el puerto de Walvis Bay, Nujoma se familiarizó con los problemas de la clase obrera y tomó conciencia de la situación padecida por el conjunto de la mayoría negra aborigen, privada de todo tipo de derechos por una administración que era al mismo tiempo colonial y racista. Decidido a luchar por la liberación de su país, cuando en 1957 sufrió un breve encarcelamiento por sus actividades sindicales ya había obtenido el certificado de educación secundaria a través del Colegio a Distancia Transafricano, con sede en Sudáfrica. Durante dos años se ganó la vida como administrativo en el ayuntamiento de Windhoek y como tendero. A comienzos de 1959 fue uno de los líderes de las protestas impulsadas por la Unión Nacional de África del Sudoeste (SWANU), partido de reciente creación y animado por jefes tribales de la etnia herero.

Aquel año participó también en la fundación de la Organización del Pueblo del Ovamboland (OPO), movimiento nacionalista basado en los ovambos, que constituían la mitad de la población, y que recogió el testigo del Congreso Popular de Ovamboland (OPC), fundado en agosto de 1957 por Herman Toivo ja Toivo. Cuando éste fue detenido, Nujoma le sucedió en la presidencia de la OPO. Todavía en 1959, en diciembre, Nujoma fue a su vez arrestado bajo el cargo de haber organizado una manifestación ilegal que había sido disuelta a tiros por la Policía, aunque la pretensión del Gobierno blanco era descabezar una organización que amagaba con consolidarse como la versión local del Congreso Nacional Africano (ANC), el partido nacionalista de los negros de Sudáfrica.

Deportado al interior desértico del país, en febrero de 1960 se las arregló para evadirse y el 1 de marzo siguiente abandonó el país a través de la Bechuanalandia Británica, la actual Botswana). Desde su exilio en Dar es Salam, Tanganyka, Nujoma lanzó una campaña internacional para informar de los padecimientos de su pueblo bajo la opresión de los blancos. Fue recibido por los dirigentes de los nuevos estados independizados en el continente, y el 22 de junio siguiente su comparecencia ante el comité de la ONU sobre África del Sudoeste resultó decisiva para que la organización internacional empezara a inclinarse por la salida soberanista. A principios de 1961 apeló a la jurisdicción del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y en septiembre de ese año representó a su país en la conferencia-cumbre que inauguró en Belgrado el Movimiento de los No Alineados.

Entretanto, el 19 de abril de 1960, los dirigentes que se quedaron en Namibia habían transformado la OPO en la Organización Popular de África del Sudoeste (SWAPO), denominación que subrayaba el carácter nacional, libre de connotaciones tribales, del movimiento independentista, en cuya presidencia el ausente Nujoma fue confirmado. Desde 1962 la SWAPO fue preparándose para una eventual lucha armada, instalando campamentos de entrenamiento militar en Tanzania y Zambia, transportando alijos de armas desde Argelia y enviando a jóvenes militantes a recibir instrucción en la URSS y China.

Sin ideología claramente definida hasta entonces, estos padrinazgos exteriores, más el fervor revolucionario que se extendía por toda esta parte de África en vías de descolonización, llevaron a Nujoma a abrazar un socialismo a caballo entre el marxismo-leninismo prosoviético y el socialismo de características africanas tal como lo entendía Julius Nyerere, primer presidente de la Tanzania independiente y gran protector de los nacionalistas namibios.

El 20 de marzo de 1966 Nujoma y otros dirigentes de la SWAPO se presentaron en Windhoek para rebatir el argumento planteado por el Gobierno sudafricano ante el Tribunal de La Haya de que los exiliados lo eran por voluntad y de que eran libres de retornar al país. En efecto, nada más descender del avión que les trajo de vuelta, fueron apresados por la policía y deportados a Zambia.

Al poco de este incidente, el Tribunal de La Haya dictaminó en contra de las reclamaciones de ilegalidad de la tutela sudafricana, sentencia que indujo a la Asamblea General de la ONU, el 27 de octubre de 1966, a reclamar para la organización internacional la responsabilidad sobre el país. El Gobierno sudafricano no se dio por enterado y continuó ejerciendo su autoridad de facto. Estos acontecimientos, que cerraban los cauces a una acción política más o menos viable, impelieron a la SWAPO a iniciar la lucha armada.

El primer choque entre el brazo armado del movimiento, el SWALA, llamado desde 1969 Ejército Popular de Liberación de Namibia (PLAN), directamente mandado por Nujoma, y la policía sudafricana tuvo lugar el 26 de agosto de 1966 en el Ovamboland. Poco después, el 27 de octubre, Nujoma se apuntó su primer gran éxito diplomático al declarar la Asamblea General de la ONU terminado el fideicomiso sudafricano sobre el territorio. Desde entonces, la ONU calificó de ilegal la ocupación sudafricana y condenó con creciente dureza las violaciones de los Derechos Humanos. En junio de 1968 la organización sustituyó por Namibia toda referencia en sus documentos a África del Sudoeste.

En los años setenta Nujoma combinó la lucha armada y el activismo diplomático, consiguiendo un amplio apoyo internacional. 1971 fue un año de éxitos, al ratificar el Tribunal de La Haya la ilegalidad de la presencia sudafricana y al ser invitado él a dirigir un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York. En 1973 ONU reconoció a la SWAPO como la “única representante legítima del pueblo namibio”, así como la licitud de su lucha armada. Sin embargo, las autoridades sudafricanas, que ya venían siendo condenadas por el apartheid de su propio país, hicieron oídos sordos y emprendieron la asimilación del territorio a la administración de sus provincias.

El acceso de la colonia portuguesa de Angola a la independencia en 1975 aportó a la SWAPO una retaguardia de excepción para sus incursiones guerrilleras y toda la solidaridad ideológica del régimen marxista de Agostinho Neto. Como el Gobierno del MPLA de Neto era combatido por la guerrilla UNITA de Jonas Savimbi, a su vez auspiciada por Estados Unidos y Sudáfrica (que temían la penetración soviético-cubana en la zona), y el propio territorio angoleño fue invadido por el Ejército sudafricano usando Namibia como plataforma, en la práctica ambas guerras civiles tendieron a verse como expresiones de un único conflicto subregional típico de la Guerra Fría.

En sus campañas de propaganda, Nujoma veló por que no se olvidara el carácter eminentemente anticolonial de su lucha, tratando de no parecer un peón del imperialismo soviético y evitando etiquetar a la SWAPO como un movimiento comunista. En este error habían incurrido algunos movimientos hermanos en la vecina Sudáfrica, dando excusas al régimen de Pretoria para aplastar cualquier reivindicación negra presentándola como una punta de lanza de la subversión marxista, lenguaje al que era receptivo Estados Unidos.

La potencia del Ejército sudafricano hacía imposible una victoria militar de la SWAPO, así que Nujoma hubo de acentuar las acciones en los frentes político y diplomático. De conformidad con un Grupo de Contacto de países occidentales (entre ellos Estados Unidos) y con la SWAPO, el 29 de septiembre de 1978 el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó, mediante la resolución 435, un plan para la descolonización de Namibia que establecía la retirada de la administración sudafricana y la convocatoria de elecciones libres previamente a la declaración de independencia.

El Gobierno sudafricano, al principio, dio el visto bueno al plan de la ONU, pero cuando la SWAPO reclamó ciertas garantías retrocedió a las posturas intransigentes, tal que en diciembre de 1978, de forma unilateral, hizo elegir una Asamblea Nacional multiétnica que a su vez dio paso en 1979 a una administración semiautónoma. En 1983 ambas instituciones fueron disueltas y el control directo quedó restablecido, hasta 1985, cuando se constituyó un Gobierno Transitorio de Unidad Nacional (TGNU) y se restauró la Asamblea Nacional. Todas estas instancias fueron boicoteadas por la SWAPO y deslegitimadas por la ONU.

En 1987 Nujoma realizó una larga gira internacional, incluidos Estados Unidos y Europa, para recabar apoyos a su causa, y en 1988 el Gobierno sudafricano de Pieter Botha se sometió finalmente a las previsiones de la ONU después de que Angola y Cuba se avinieran a un arreglo en este escenario. El 8 de agosto de 1988 los tres países firmaron en Ginebra un alto el fuego y un calendario para la evacuación de los contingentes sudafricanos y cubanos de Angola. El 15 de noviembre las tres partes más Estados Unidos ultimaron un acuerdo de paz, firmado en Nueva York el 22 de diciembre, que contemplaba además la aplicación de la resolución 435 sobre Namibia a partir del 1 de abril de 1989.

Esa fecha activó la cuenta atrás de la largamente postergada descolonización de Namibia: Sudáfrica comenzó a evacuar a su administración civil y sus efectivos militares, proceso que quedó concluido el 20 de noviembre; el 8 de abril, Nujoma, después de aceptar el alto el fuego (18 de marzo), disolvió el PLAN y ordenó a sus hombres que regresaran a las bases en Angola; el 15 de mayo, un Comité de la SWAPO y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, el ACNUR, pusieron en marcha la repatriación de los cerca de 60.000 refugiados namibios desde los campos de acogida de Angola y Zambia; y el 14 de septiembre Nujoma y sus lugartenientes retornaron triunfalmente a Windhoek, poniendo fin a casi 30 años de exilio. La guerra, en la que habían muerto 20.000 personas, registró un epílogo sangriento cuando un batallón del PLAN desobedeció las órdenes recibidas y atacó a unidades sudafricanas.

Primer presidente de Namibia durante tres períodos

Entre el 7 y el 11 de noviembre de 1989 tuvieron lugar elecciones multirraciales a una Asamblea Constituyente, con una participación masiva (el 97% del censo) y bajo la supervisión del Grupo de la ONU de Asistencia a la Transición (UNTAG). Tal como se esperaba, la SWAPO ganó de manera rotunda, con el 57,3% de los votos y 41 de los 72 escaños, pero al no tratarse de la mayoría de dos tercios Nujoma hubo de negociar con otros partidos la redacción de la Constitución. Entre éstos figuraba la Alianza Democrática Turnhalle (DTA), una fuerza centrista, bien representada en todos los sectores de la población (incluidos los blancos), que había participado en los extintos TGNU y Asamblea Nacional, y que desde la legalidad había conseguido la abolición de muchas leyes racistas.

Como cabeza de lista de la SWAPO, Nujoma fue uno de los diputados electos y dirigió los trabajos de la Asamblea. El 9 de febrero de 1990 quedó aprobada la Carta Magna, que establecía los modelos de democracia pluralista en lo político y de libre mercado en lo económico, y el 16 de febrero Nujoma fue elegido por unanimidad presidente de la República. El 21 de marzo, después de 106 años de dominación extranjera, fue proclamada la independencia en presencia del presidente sudafricano Frederik de Klerk y el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar. Nujoma tomó posesión de la Presidencia con un mandato inicial de cinco años.

Nujoma tomó las riendas de un vasto país desértico -en el sentido más literal del término- que atesoraba grandes riquezas minerales en su subsuelo y pesqueras en sus costas. Con menos de dos millones de habitantes, amplias carencias de infraestructuras y una tesorería nacional por construir, Namibia requería vitalmente de la asistencia exterior, ya fuera como ayuda al desarrollo (aportada fundamentalmente por la Unión Europea) o como créditos de las instituciones financieras internacionales, en las que el flamante Estado fue admitido. El Gobierno procedió con cautela, tanto en el terreno económico como en el político.

En el primer caso aplicó criterios de austeridad en la gestión de las finanzas públicas, dio los primeros pasos para establecer un sistema tributario y declaró abiertos los mercados de prospección, extracción y procesado de petróleo, gemas y metales preciosos, a fin de crear una imagen atractiva para las imprescindibles inversiones internas y externas. Las perspectivas de un desarrollo autogestionado se fortalecieron cuando el 1 de marzo de 1994 Sudáfrica devolvió a la soberanía namibia Walvis Bay, el único puerto operativo para buques de gran calado y principal punto de embarque de las exportaciones de minerales. La puesta en circulación el 15 de septiembre de 1993 del dólar de Namibia, en sustitución del rand sudafricano, fue otro jalón en el proceso de extensión de la independencia política también a la esfera económica.

Nujoma pactó con los jefes de la oposición un marco de convivencia que alejara los escenarios de conflicto, una de cuyas vertientes podía ser la étnica por basarse la SWAPO fundamentalmente en los ovambos y la DTA atraer el voto de los hereros. Las primeras elecciones desde la independencia, el 7 y 8 de diciembre de 1994, confirmaron que la mayoría de la población seguía leal a Nujoma y a su partido por el papel desempeñado en la lucha anticolonial. El dirigente ganó su segundo mandato, el primero por voto directo, con el 76,3% de los sufragios, mientras que el partido se hizo con el 73,9% y ascendió a los 53 escaños: era la mayoría de dos tercios que ahora sí le iba a permitir enmendar la Constitución sin transacciones partidistas.

Esta estabilidad en todos los terrenos entró en crisis en agosto de 1998, cuando Nujoma se distinguió como uno de los líderes de la Comunidad de Desarrollo del África Meridional (SADC) que enviaron tropas en ayuda del presidente de la República Democrática del Congo, Laurent Kabila, conquistador de Kinshasa el año anterior como líder guerrillero y ahora objeto de una rebelión atizada por sus antiguos asociados y poderosos aliados de la víspera, Rwanda y Uganda. El contingente expedicionario namibio en el Congo, de varios cientos de hombres, no alcanzó las dimensiones de los enviados por Zimbabwe o Angola, pero levantó la mayor polémica nacional desde la independencia. Nujoma invocó el derecho a asistir a un régimen amigo y aliado, cuya caída, aseguraba, sería perjudicial para Namibia.

Pero la oposición parlamentaria y buena parte de la opinión pública negaron que en la guerra civil del Congo, país no fronterizo y distante varios cientos de kilómetros, se ventilaran cuestiones cruciales para la seguridad nacional, a diferencia, por ejemplo, de Angola. Para ellos, la “desmesurada” e “irresponsable” aventura congoleña apuntaba a la protección de determinados intereses económicos, que no serían otros que los del entorno del presidente y de las empresas ligadas a su partido. Se trató, pues, de una controversia similar a la suscitada en Zimbabwe.

Razones interesadas aparte, los observadores internacionales indicaron que la decisión de Nujoma respondía a una reactivación de las viejas solidaridades revolucionarias de los años setenta y ochenta, cuando todos estos líderes, Nujoma, Kabila, el angoleño Jose Eduardo dos Santos y el zimbabwo Robert Mugabe, combatían a la dominación blanca en sus respectivos países. Ahora se percibía una nueva hornada de peligros que Nujoma y los demás entendieron tenían un carácter transnacional, y, por lo tanto, ése era el tratamiento que debía dárseles.

De hecho, en diciembre de 1998 estalló una rebelión en el corredor de Caprivi, estrecha franja de territorio namibio que se introduce como una lanza, con Angola al norte y Botswana al sur, hasta la confluencia fronteriza de Zambia y Zimbabwe. Para alarma de Windhoek, los secesionistas locales estaban siendo armados por la UNITA angoleña, que recientemente había reanudado la guerra civil con el Gobierno de Luanda. Como en los demás estallidos violentos de la región, el comercio de metales preciosos y minerales estratégicos estaba detrás de la agitación en Caprivi.

Mientras mantenía las unidades en el Congo, Nujoma envió secretamente soldados a Angola para unirse a las operaciones gubernamentales en la defensa de las ciudades de Huambo y Kuito. A cambio, el presidente namibio recibió efectivos de Angola, Zimbabwe y el Congo para una operación conjunta contra la UNITA en Caprivi y en la provincia angoleña lindante de Cuando-Cubango. La autorización a los angoleños a intervenir en Caprivi reforzó el dispositivo de seguridad en el norte y facilitó el aplastamiento de la rebelión en agosto de 1999, al precio de grandes sufrimientos para la población civil. Con todo, Caprivi siguió siendo escenario de graves alborotos.

La oposición, con la DTA a la cabeza, añadió los desmanes castrenses en Caprivi a la lista de agravios de un régimen al que acusaba de derivar al autoritarismo y el militarismo. Para ella, los costes de la intervención en el Congo sólo podían sufragarse a costa de unos mayores desempleo, pobreza y precariedad en todos los apartados económicos. Además, se agravaba la epidemia del sida, convirtiendo a Namibia en el sexto país del mundo (los primeros en esta ominosa tabla eran sus vecinos regionales) en número de adultos seropositivos, hasta alcanzar la tasa de prevalencia en 2003 el espeluznante valor del 21%.

En este clima desapacible tuvieron lugar las elecciones generales del 2 y el 3 de diciembre de 1999. Nujoma volvió a presentarse candidato a la Presidencia luego de la nominación proclamada en junio de 1997 por el segundo congreso celebrado por la SWAPO en suelo de la Namibia independiente y, sobre todo, en virtud de la enmienda constitucional ad hoc aprobada por la Asamblea Nacional el 19 de noviembre de 1998 con la preceptiva mayoría de dos tercios.

Entonces, el oficialismo, brindando otro motivo para la confrontación con la DTA, arguyó que Nujoma había sido investido de su primer mandato en 1989 sin estar en vigor la Carta Magna, luego tenía derecho a servir dos mandatos constitucionales consecutivos empezando a contar en marzo de 1995; ahora bien, quedó establecido que el sucesor que saliera de las urnas en 2004 sólo podría optar a un mandato quinquenal adicional.

Para la codiciada condición de delfín de Nujoma se perfiló un viejo compañero de luchas políticas desde los años sesenta y, para muchos, la mano derecha del presidente: Hifikepunye Pohamba, ex ministro del Interior, ahora titular de Pesca y encumbrado en el congreso partidario de 1997 al puesto de secretario general del partido. Seis años más joven que Nujoma, Pohamba se benefició de los nada disimulados parabienes de su mentor para imponerse en la pugna sucesoria a otros dos hombres fuertes del régimen, Hage Geingob, primer ministro desde la independencia, y Hendrik Witbooi, viceprimer ministro desde 1995.

Por de pronto, en las elecciones de 1999 Nujoma vio coronado su proyecto reeleccionista con el 76,8% de los sufragios, mientras que la SWAPO creció al 76,1% del voto y los 55 escaños. Esta vez la oposición consideró los comicios de todo punto inaceptables y denunció la comisión de diversas irregularidades de procedimiento e intimidaciones a sus simpatizantes. Los observadores de la UE avalaron un buen número de impugnaciones, pero no invalidaron los comicios.

A lo largo de 2000 y 2001 prosiguieron las violencias en la región de Kavango fronteriza con Angola por parte de la UNITA, que protagonizó robos de ganado y otras exacciones a los paisanos, y sostuvo choques esporádicos con el Ejército namibio, causándole varias bajas. En octubre, la oposición acusó a Nujoma de encubrir el envío de 3.000 soldados al sur de Angola para prevenir las infiltraciones de UNITA, lo que el presidente desmintió.

A principios de 2001, el régimen levantó otra ola de tensión con una sañuda campaña de persecución de los homosexuales, a pesar de que la homosexualidad no estaba tipificada como delito. Nujoma, que se reveló como un homófobo furioso y que dio pábulo a la exótica idea de que las conductas gays y lesbianas no eran más que importaciones culturales del extranjero, ordenó en persona la represión policial de un colectivo convertido por las autoridades en el chivo expiatorio de la calamidad del sida.

Al mismo tiempo, el Gobierno, bajo la batuta de Pohamba desde su nuevo puesto de ministro de Tierras, Reasentamientos y Rehabilitación, dio un acelerón a la campaña de adquisición por el Estado de granjas comerciales a sus dueños blancos para destinarlas a campesinos negros sin propiedades. Hasta ahora, esta política, conocida como willing seller, willing buyer, había descansado en el principio de la buena voluntad, compartida por el comprador y el vendedor en un mutuo interés por la transacción.

Pero a partir de 2001, el Ejecutivo, claramente influenciado por la reforma agraria radical (confiscaciones expeditivas de granjas sin indemnización, dando pie a todo tipo de arbitrariedades y violencias) que Mugabe venía acometiendo en Zimbabwe, confirió al programa de adquisición y redistribución de fincas cultivables unas características más agresivas, de fuerte cariz socialista y sin precedentes en Namibia, como los gravámenes especiales a cada hectárea inculta y a cada propietario ausente de su plantación, o las expropiaciones forzosas de determinadas granjas desatendidas por sus dueños.

Estas presiones gubernamentales a los granjeros de origen sudafricano o alemán para que vendieran, así como los excesos en la expresión de una anacrónica retórica antiimperialista y de demonización del blanco, levantaron profunda inquietud, máxime cuando Pohamba, con el público respaldo de Nujoma, advirtió que no pisar el acelerador en la reforma agraria dejaría sin respuesta a una fortísima demanda social y podría provocar una “revolución”. No obstante agitar el fantasma de los allanamientos de fincas por turbas de desheredados, lo cierto fue que las autoridades no permitieron la emergencia de situaciones incontroladas, y mucho menos orquestaron actos de violencia rural como método de amedrentamiento de la oposición, que era precisamente lo que estaba sucediendo, con desastrosos efectos económicos y diplomáticos, en Zimbabwe.

El 26 de noviembre de 2001, Nujoma, después de pasarse varios meses abonando la idea contraria y creando convulsión en su propio partido, hizo saber que desistía de postularse para un cuarto mandato presidencial, lo que habría exigido una segunda reforma constitucional a medida. La decisión de Nujoma, considerada por doquier una buena noticia para la salud democrática de Namibia, últimamente desmejorada por las actitudes hegemónicas de la SWAPO, sucedió al anuncio, el 2 de septiembre, de la terminación de la evacuación del cuerpo expedicionario del Congo, salvo un retén que permanecería temporalmente en la capital, Kinshasa. Estas últimas tropas fueron repatriadas el 30 de octubre de 2002 en paralelo a los efectivos angoleños y zimbabwos, tal como decidieron los presidentes implicados en una cumbre especial celebrada seis días atrás en Kinshasa.

Con el final de la controvertida expedición al Congo, la paulatina evaporación de la nebulosa subversión secesionista en Caprivi, y el relajamiento de las crispaciones causadas por las campañas agraria y contra los homosexuales, situaron a las elecciones de 2004 y las maniobras políticas preparatorias en el centro de la actualidad informativa. La mano de Nujoma volvió a bendecir a Pohamba en el congreso que la SWAPO celebró en agosto de 2002, cuando el ministro de Tierras fue escogido para relevar a Witbooi, mermado de salud, en la vicepresidencia del partido.

El gran perdedor del congreso fue Geingob, quien antes de terminar el mes fue cesado por el presidente como primer ministro y, puesto que rechazó la cartera de Gobiernos Locales, Regiones y Vivienda que aquel le ofrecía, dio portazo al Gobierno. El aparato de la SWAPO achacó a Geingob la desunión que recorría las filas del partido. El 28 de agosto Nujoma nombró nuevo primer ministro al hasta ahora ministro de Exteriores, Theo-Ben Gurirab, un servidor competente pero sin ambiciones de poder. Entonces, Nujoma explicó que se había dado cuenta de la “urgente necesidad de hacer nuevos ajustes en el equipo que me asiste en las funciones constitucionales, estatales y ceremoniales”, y que había que afrontar con más ímpetu “los problemas del hambre, la enfermedad, la ignorancia, el crimen, el desempleo, la sequía, la falta de esperanzas, la cuestión de la tierra y la pandemia del sida”.

En mayo de 2004, después de quedar zanjada una nueva ola de especulaciones sobre la posible renovación presidencial de Nujoma más allá de 2005, un congreso extraordinario del partido oficializó la condición de delfín de Pohamba proclamándole candidato presidencial frente a dos teóricos contrincantes, Hidipo Hamutenya y Nahas Angula, ministros que eran respectivamente de Exteriores y Educación. El acto de democracia interna quedó cuestionado días antes de la votación por la súbita intervención de Nujoma, quien destituyó como ministro a Hamutenya de una manera que pareció arbitraria.

La derrota de Hamutenya, declarado partidario de una “diplomacia económica” ajustada a las peticiones de las organizaciones internacionales, y tachado por ello de “agente de los imperialistas” por Nujoma, supuso de hecho el arrinconamiento de unos sectores moderados del partido que venían asistiendo con aprensión a la radicalización de la reforma agraria. Los congresistas tomaron en consideración el mensaje a navegantes enviado por Nujoma, quien además se aseguró la permanencia en la jefatura del partido hasta 2007, haciendo valer su ascendiente patriarcal.

Las elecciones generales del 15 y el 16 de de noviembre de 2004 no depararon ninguna sorpresa. Gozando de un incontestable apoyo popular y beneficiados en añadidura por la debilidad de la oposición, con la DTA en vías de desintegración tras haberse separado y decidir concurrir por su cuenta sus dos principales componentes, el Partido Republicano (RP), de militancia blanca, y el partido herero Organización Nacional Unida Democrática (NUDO), Pohamba barrió con el 76,4% de los votos y el partido del poder repitió los 55 escaños. Los comicios, aunque impugnados ante los tribunales por los perdedores, fueron validados por la comunidad internacional. El 21 de marzo de 2005, Nujoma, próximo a cumplir los 76 años, puso término a tres lustros como presidente de Namibia con la toma de posesión de Pohamba.

Sam Nujoma está en posesión de doctorados honoríficos otorgados por las universidades Ahmadou Bello de Zaria (Nigeria, 1982), Lincoln (Estados Unidos, 1990), Minna (Nigeria, 1992), Namibia (1993, de la que fue rector fundador) y Central de Ohio (Estados Unidos, 1993), así como de la Gran Cruz de la Orden del Mérito de Brasil, el Premio Lenin de la Paz (URSS, 1973), la Medalla de Oro Frédéric Joliot Curie (1980), el Premio Ho Chi Minh de la Paz (Vietnam, 1988), el Premio Namibia de la Universidad de California (1988) y el Premio Indira Gandhi de la Paz (India, 1990). Ha publicado los libros To Free Namibia (1994), su autobiografía política, y Where others wavered (2001).

La fuente: Fundación Cidob (http://www.cidob.org/bios/castellano/lideres/n-022.htm)

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