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domingo, mayo 19, 2024

Palestinos en Egipto: el exilio no mató su identidad

SociedadPalestinos en Egipto: el exilio no mató su identidad

Palestinos en Egipto: el exilio no mató su identidad

Están exiliados en Egipto, algunos desde hace varias décadas. Son palestinos, orgullosos de serlo, que hacen todo lo posible para conservar su propia cultura y su modo de vida. Una lucha cotidiana, sobre todo para las nuevas generaciones.

Por Dina Ibrahim y Manar Atteya

“Quisiera volver a ver mi dormitorio”, implora Kawsar Al-Borno a los nuevos ocupantes de su casa. Esta palestina regresó a Jaffa en 1988 y quiso ver nuevamente su casa y recuperar sus recuerdos. Casada con un primo en 1944, trajo al mundo a seis hijos en esta ciudad que le era tan querida, antes de tener que dejarla y abandonar también su país. Pero, su ocupante actual, una israelí, le prohibe el ingreso. Un “no” que resuena todavía en los oídos de Kawsar y que no logra olvidar. “¡El colmo, es que una de las diez familias instaladas en mi vivienda vino a ofrecerme fruta de mi propio jardín!”, cuenta Hachem Al-Borno con amargura.

Actualmente, la familia Al-Borno posee un inmueble de cuatro pisos en Madinet Nasr, Egipto. A pesar de que viven en el exilio desde 1955, conservaron su propia cultura. Hachem hizo que el interior de su casa tenga toques palestinos. En cada rincón, se encuentra algo palestino, como en la entrada, donde se ubica una foto de la mezquita de Al-Aqsa. En el salón, la decoración también recuerda a Palestina, con sus almohadones multicolores hechos a mano, bordados y confeccionados por la misma Kawsar. Hoy, el ritmo de vida alejó mucho a las mujeres más jóvenes de los trabajos manuales. “Me conformo con comprar vestidos, galabiyas palestinas, túnicas y almohadones bordados a la palestina en las distintas ferias para sostener la causa de mi país”, cuenta Maha, de 50 años, hija de Kawsar. Aunque las palestinas no borden más, tienden a vestir sus ropas tradicionales según la región de la que son originarias. Pero para mostrar su sentido patriótico, se necesita más que la ropa y un modo de vida palestino. “Hoy, la única preocupación para nosotros, los palestinos, es juntar dinero para sostener la Intifada. Nos interesamos cada vez menos por los costados tradicionales de tal ciudad o tal región”, explica Maha.

Sobre una mesa del salón, dos fotos en blanco y negro, amarillentas por el paso del tiempo. Una muestra al matrimonio Al-Borno delante de su villa en Jaffa; en la otra, posan, de pie, delante de la mezquita de Al-Aqsa. “Cuando las veo, me invade la nostalgia, pero también la cólera por esta injusticia que nosotros sufrimos desde hace medio siglo”, cuenta Hachem, mientras busca sus actas de propiedad.

Hachem conserva preciosamente sus papeles que prueban que sus bienes fueron expropiados y que él todavía espera recuperarlos. Luego de la derrota de 1967, intermediarios que se hacían pasar por comerciantes árabes intentaron persuadir a Hachem y a su mujer de vender las tierras que poseían. “Me negué. Quiero morir y ser enterrado en la tierra de mis ancestros”, dice Hachem Al-Borno con determinación. Conserva su acento palestino, a pesar de que vive en El Cairo desde hace 47 años. “Debemos conservar nuestra identidad y hay que empezar por seguir hablando nuestro dialecto”, comenta.

Solidaridad y vida en comunidad

En Moski y Al-Azhar, los comerciantes palestinos están organizados para ayudar a los estudiantes residentes en Egipto. “Los ayudamos financieramente con el fin de que continúen sus estudios que deben pagar en divisas. Desde hace un mes, muchos de ellos han perdido todo contacto con sus parientes. La situación en los territorios ocupados es desastrosa, nuestro deber es velar para que no les falte nada”, explica Magued, propietario de un negocio de especies en Al-Azhar. De hecho, muchos palestinos prefieren dedicarse al comercio. El rendimiento es rápido y permite una vida decente a las familias numerosas compuestas generalmente por seis integrantes. Para Magued, los diplomas tienen poco interés. Lo importante es iniciar a sus hijos en la actividad que él ejerce para que puedan algún día tomar la posta. Pues para poder conservar la identidad, es necesario ser independiente y libre. Como también para asegurar el futuro de la descendencia. “Nuestros hijos no tienen patria y viven en la inseguridad constante. Tener su propio negocio es una manera de tener seguridad”. Así, durante las vacaciones, obliga a sus tres hijos a trabajar con él.

Según él, iniciar a sus hijos en el valor del trabajo y el dinero es el mejor medio de protegerlos ya que la familia numerosa es prototípica entre los palestinos. Para ellos, tener muchos hijos es una riqueza inestimable. “La palestina que tiene cuatro hijos implora a Dios para tener más para no sufrir el día en que uno de ellos se sacrifique por la causa de la patria”, subraya Wessam, una de las integrantes de la Unión de Mujeres Palestinas. En Gaza el número de niños por mujer es el más elevado del mundo. Tener muchos hijos es también un acto político, para no dejarse invadir por los judíos que vienen de todo el mundo para hacerse israelíes.

Otra manera de velar por su identidad palestina es casarse entre ellos. “Mi hijo, que vive en los Estados Unidos, me pidió varias veces que le buscara una esposa”, cuenta Salwa, ama de casa. Poco importa donde viva la feliz elegida, lo importante es que sus padres sean originarios de Palestina. Rica o pobre, el futuro marido debe hacerse cargo totalmente. La costumbre egipcia según la cual la novia aporta una buena parte de los muebles además de su ajuar no cambia nada sus costumbres. Otra tradición en lo que concierne al matrimonio: todos los hombres de las familias de los futuros esposos se encontrarán para pedir la mano de la novia.

La situación financiera de los palestinos en Egipto no es siempre holgada. Abou-Ihab, de 60 años, es uno de los más antiguos enfermeros del hospital de Palestina en Heliopolis. El rostro con arrugas, los cabellos blancos, está siempre muy activo y listo para sacrificar todos sus bienes por su país. No sólo por patriotismo, sino también por convicción, envió a sus cuatro hijos, hace unos quince años, a Ramallah, para formar parte de las fuerzas armadas palestinas. La mujer de Abou-Ihab es egipcia y no hizo ninguna objeción. “Mis hijos partieron para liberar una tierra santa”, dice Oum Ihab. Ella evoca con orgullo a su primogénito muerto como mártir hace más de un mes. Para sostener la Intifada, cose banderas palestinas y utiliza la alhatta (una tela estampada) para hacer keffiehs que vende. Ella siente que sus hijos están privados de los derechos más elementales: tener una patria, una nacionalidad. Su discurso pone el acento en la importancia de hacer cambiar la visión errónea que se hace de los palestinos, según la cual ellos vendieron su tierra. “Nosotros nunca hicimos tratos”, repite Abou-Ihab con tristeza.

Pero si bien la tristeza está a menudo a la orden del día, la nueva generación intenta perpetuar la identidad palestina con buen humor. Así, todos los jueves un grupo de amigos, chicas y muchachos, se encuentran en el garaje de Abou-Iyad para dedicarse a actividades culturales. Bailar la dabka (danza tradicional) es un placer para todos. “Tratamos de bailar esta danza con la ropa tradicional para que nuestros hijos la aprendan”, dice Ihsane, de 32 años. Y si algunos tienen talento para la danza, otros prefieren participar en el coro donde todas las canciones palestinas tradicionales forman parte del repertorio.

Y como para coronar el encuentro, un almuerzo, donde todos los ingredientes son palestinos. Hoy, Suzy preparó lahm bi ajine (pâte con carne picada), Hind aportó sommaiya bil lahm (un plato de carne preparado con especies muy picantes. Otra de las chicas trajo una buena maqlouba (un plato compuesto de berenjenas fritas, pedazos de carne y arroz).

Y en un buen ambiente donde llueven las noticias de Palestina, por qué no saborear un té en marmariya, como hacen las abuelas allá en al país.

La fuente: Al Ahram Hebdo, semanario francófono egipcio que edita 10.000 ejemplares y forma parte del grupo Al Ahram (www.ahram.org.eg/hebdo)

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