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El talento de un pesimista

CulturaEl talento de un pesimista

El talento de un pesimista

Revelador del amor por la tierra de sus ancestros del multipremiado Bahman Ghobadi, “Las tortugas también vuelan” es, al igual que sus otros largometrajes, ajeno al cine didáctico y de barricada. El film se basa en las historias sobre víctimas de minas diseminadas en Kurdistán que Ghobadi escuchó de su madre y su abuela, y la película contribuye a ubicar las vicisitudes del pueblo kurdo, en una progresión iniciada por el cine en los años ochenta.

Por Ignacio Klich

Dedicado a los niños del mundo, “víctimas de las políticas de dictadores y fascistas”, y distribuido como el primer film hecho en el Irak pos Saddam, “Las tortugas también vuelan” presenta a una legión de preadolescentes huérfanos que son parte de una precaria aglomeración de refugiados kurdos. En la antesala de la invasión de Estados Unidos, los jóvenes trabajan en el levantamiento de minas. Los lidera un chico apodado Satélite, que intenta vender el peligroso producto de su trabajo para comprar una antena de TV que sus mayores requieren para ver la anunciada llegada norteamericana.

Revelador del amor por la tierra de sus ancestros del multipremiado Bahman Ghobadi, “Las tortugas…” es, al igual que sus otros largometrajes, ajeno al cine didáctico y de barricada. El film se basa en las historias sobre víctimas de minas diseminadas en Kurdistán que Ghobadi escuchó de su madre y su abuela, y la película contribuye a ubicar las vicisitudes del pueblo kurdo, en una progresión iniciada por el cine en los años ochenta.

Los lauros acumulados por Yilmaz Güney, kurdo nacido en Turquía, por su film Yol, distinguido en Cannes, y los premios btenidos por los iraníes Abbas Kiarostami y Samira Mahmalbaf, que sin ser kurdos filmaron en Kurdistán, en particular sus respectivas obras: “El viento nos llevará” (premiada en Venecia) y “Blackboards” (galardonada en Cannes, distinguida por la Unesco y por el American Film Institute), hicieron que las aspiraciones del pueblo del Kurdistán queden bien registradas. Ghobadi no fue ajeno a estas realizaciones de los reconocidos directores iraníes: se desempeñó como primer asistente de Kiarostami y tuvo roles actorales en los dos filmes.

Al igual que Kiarostami y Mahmalbaf, Ghobadi se maneja bien con los no actores, alentándolos a revivir vivencias personales. Sin embargo, para quienes teman que la asociación con Kiarostami -a quien Ghobadi reconoce como la persona que le enseñó el amor por el cine- sugiera una película narrativamente lenta, el realizador de “Las tortugas…” aclara : “Nuestros ritmos difieren”.

Desde el reparto del Medio Oriente a fines de la Primera Guerra Mundial, los kurdos se convirtieron en habitantes de una multiplicidad de estados. La existencia reciente de estos autoproclamados descendientes de los medos jamás igualó a la del kurdo más distinguido: el afamado vencedor de los cruzados, Saladino (1137-1193), nacido en la Tikrit que mucho tiempo después prohijó a Saddam Hussein.

En la actualidad, se calcula que los kurdos suman 35 millones, dispersos principalmente en Turquía (donde se estima que son cerca de 20 millones); en Irán (entre siete y ocho millones); en Irak (cuatro millones) y en Siria (entre uno y tres millones), pero también están en Azerbaiján y Georgia. No sorprende entonces que Ghobadi se refiera a las fronteras como divisiones artificiales, y que algunos hayan confundido el emplazamiento de este film -en el Kurdistán iraquí, cerca de la frontera con Turquía-, con el límite turco-iraní o iraquí-iraní. Tampoco sorprenden las aprehensiones de distintos gobernantes de la región, conscientes de que una solución estadual para los kurdos es irreconciliable con la actual geografía de los países con mayor población de esa etnia.

Además, son varios los que se han servido de los kurdos para sus lides regionales. Así, por ejemplo, el dirigente Mustafá Barzani contó con apoyo israelí, entre otros, y el actual presidente de Irak, el kurdo Jalal Talabani, tuvo nexos con Irán. Tal vez por eso las autoridades del Kurdistán iraquí, hoy gobernado por Masud Barzani, sospecharon de Ghobadi -coétnico suyo, aunque haya nacido del lado iraní-, y destacaron a efectivos para seguir de cerca la filmación.

En sintonía con el escepticismo sobre el futuro kurdo, y su desconfianza de los estadounidenses, uno de los personajes de Ghobadi reflexiona en el film: “Todos ellos mienten. Mienten y se llenan los bolsillos”. A tono con ese pesimismo, la obra concluye con la consumación de la intención sugerida en la imagen inicial por el principal personaje femenino, Agrin. Víctima de una violación múltiple por soldados de Saddam Hussein -en sí misma emblemática del pisoteo de las aspiraciones kurdas-, Agrin pone fin a su miseria. No obstante la dureza, este final cohabita con otro más feliz, fuera de pantalla. Luego de la filmación, el niño ciego que hace de hijo de Agrin fue operado y pudo recuperar la visión.

Galardonada en San Sebastián y Chicago, “Las tortugas también vuelan” es un film muy recomendable. Su difusión quizá ayude a que se vean en el país otras obras de Ghobadi. Por ejemplo, A Time for Drunken Horses -premiado en Cannes-, y Songs of my Motherland -distinguido en Chicago-, donde la cuestión kurda también aparece.

Si Agrin y su hermano (y el bebé que ambos tratan de presentar como un hermano menor, y que a ella le pesa como una caparazón de tortuga) son sobrevivientes de la masacre de Halabja, perpetrada en 1988 por fuerzas de Saddam, los personajes de Songs… buscan una de las miles de víctimas de esa matanza, en una cadena que entrelaza las distintas creaciones de Ghobadi.

La fuente: el autor es historiador. Su artículo fue publicado previamente por la revista argentina Debate.

Pueblos Revista de Información y Debate 2 06 2006

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