10 C
Buenos Aires
lunes, mayo 20, 2024

Nuevas revelaciones sobre el asesinato de Patrice Lumumba

PolíticaNuevas revelaciones sobre el asesinato de Patrice Lumumba

A 40 AÑOS DEL ASESINATO DEL LIDER DEL CONGO

Nuevas revelaciones sobre el asesinato de Patrice Lumumba Una comisión parlamentaria belga investiga uno de los capítulos más oscuros de la historia colonial de ese país en Africa: la participación del gobierno de Bruselas en el asesinato del líder congoleño, cuya muerte despejó el camino para aplastar las revueltas anticolonislistas en el Congo y sentó las bases para el régimen subsidiario de Mobutu. El Congo, rico en minerales, fue expoliado durante 30 años de la forma más brutal por una sociedad integrada por Bélgica, Francia, los Estados Unidos y la cleptocracia que rodeó a Mobutu. Por Pierre Dorremans La noche era fría aquel 17 de enero de 1961 en Katanga, una provincia rica en cobre del ex Congo Belga. La reciente ruptura del estado independiente del Congo había sido financiada por capital belga. Un descampado en la oscura sabana es iluminado por las luces de los coches de la policía. Un oficial de la policía belga toma del brazo a Patrice Lumumba, el ex primer ministro elegido de la República del Congo y lo lleva hacia un enorme árbol. El primer ministro apenas puede caminar, ha sido torturado durante horas, hasta días. Un escuadrón de ejecución formado por cuatro hombres y provisto de FALs belgas y revólveres Vigneron esperan, mientras que 20 soldados, policías, oficiales belgas y ministros katangueses observan en silencio. Un capitán belga da la orden de disparar y una lluvia de balas acribillan a Lumumba y a dos de sus ex-ministros. Cuarenta años después una comisión parlamentaria belga ha iniciado una investigación sobre este oscurísimo capítulo de la historia colonial belga. La comisión tiene un año para aclarar el asunto. Está investigación tiene un doble propósito: por un lado, sirve para restablecer la reputación de los belgas en el extranjero, una reputación que se ha visto severamente afectada debido a la enorme cantidad de escándalos que han sacudido al país durante los pasados cinco años (desde el escándalo de corrupción por contratos de armas en los que los líderes del Partido Socialista tuvieron un papel destacado, al abuso sexual y asesinato de niños, a la contaminación de alimentos con dioxina… para mencionar sólo los más importantes). Esta es una mala situación para un país pequeño que exporta más de tres cuartas partes de su producción de bienes y servicios. En un intento por limpiar su imagen, el nuevo gobierno belga (una alianza de los partidos Socialista, Liberal y Verde) ha llevado la iniciativa en los procedimientos jurídicos contra Pinochet y el ex presidente iraní Rafsanjani, en el boicot a Haider y está también buscando limpiar su propia conciencia al investigar su tumultuosa historia colonial. Una segunda razón es que el Departamento Belga de Exteriores ha comprendido que Kabila, el nuevo gobernante del Congo, va a seguir por un tiempo. Y como Kabila se apoya decididamente en el nacionalismo izquierdista de Lumumba, Bélgica tiene que limpiar su reputación de asesinos del dirigente nacionalista más destacado del Congo para poder continuar sus actividades en Kinshasa. El hecho de que los Demócratas Cristianos belgas -que han estado en el poder desde la Edad Media- se encuentren ahora en la oposición, facilita las cosas. Los principales protagonistas en el intento de restablecer el poder colonial belga hace 40 años fueron Demócratas Cristianos, siendo primer ministro Gaston Eyskens en la época en que tuvo lugar una huelga de dimensiones pre revolucionarias (invierno 1960-1961) por su agresiva política de austeridad, y el conde de Aspremont Lynden, representante de una burguesía belga y pre belga de un siglo de antigüedad al timón del “Departamento de Asuntos Africanos”. La tesis doctoral de Jacques Brassine “Investigación del asesinato de Patrice Lumumba” (Universidad Libre de Bruselas, 1990) ha sido considerada durante los últimos 10 años como la piedra angular de la versión oficial de los hechos acaecidos en el Congo en 1960-1961. En este informe Brassine intentó probar que el asesinato de Lumumba fue un asunto totalmente interno en el que Bélgica no participó en absoluto. Este trabajo es bien conocido en los círculos políticos belgas de extrema derecha. Pero con su libro “Crisis en el Congo” (1996), el sociólogo belga Ludo De Witte arrojó una luz muy diferente a la lucha por la independencia. Concluye que el gobierno de Eyskens, mínimamente favoreció el clima en el que Lumumba fue asesinado, y que las tropas de las Naciones Unidas en el Congo fueron “cómplices por negligencia”. En su último libro, “El asesinato de Lumumba” (1999), De Witte elabora esta tesis detalladamente. En los primeros capítulos no deja sin cuestionar ni uno solo de los elementos de la metodología de Brassine (entre otras cosas, Brassine tuvo una participación muy activa en los hechos de 1960-61 y por lo tanto, no se lo puede considerar como si fuera un investigador independiente!). Una complicidad virtualmente probada Además, De Witte se embarca en el análisis detallado de más de 8.000 telegramas que se habían intercambiado entre diplomáticos de la ONU en el Congo y la sede central de la ONU en Nueva York. De Witte llega a estar muy cerca de probar la intensa complicidad de Bélgica en el asesinato. En vez de ser los lacayos de Tsjombe, el presidente de Katanga, fueron los belgas quienes inventaron, crearon, manejaron y financiaron el estado títere de Katanga como muro de defensa del colonialismo belga en Africa. Fue en Bruselas y no en Leopoldville (ahora Kinshasa) o Elisabetville (ahora Lubumbashi, capital de Katanga o Shaba, como se la ha conocido en tiempos recientes) donde se organizó y ordenó el traslado de Lumumba desde una prisión del ejército congolés al estado sin ley de Katanga. Mientras estuvo entre rejas Lumumba consiguió llevar al ejército congolés hacia una revuelta anticolonial contra el régimen instaurado por el famoso coronel Mobutu. La forma meticulosa en que De Witte describe y analiza los meses, días y horas previas al asesinato, los lúgubres detalles de tortura y asesinato y el traslado del cadáver, hace que “El asesinato” no sea un libro muy agradable. Sin embargo, es una clara descripción de la forma en que la burguesía de un llamado país “democrático” como Bélgica actúa cuando sus intereses fundamentales están en juego. Una lectura concienzuda de este libro pondrá las investigaciones de la comisión parlamentaria -suponiendo que realmente quiera descubrir la verdad- en la buena senda. De Witte menciona varios puntos negros (reuniones, personas, etc.) que deben aclararse si se quiere tener el cuadro completo. La comisión debería concentrarse en ellos. Por ejemplo el papel que jugó el gabinete belga en la sombra alojado en el edificio Immokat de Elisabethville. El asesinato de Lumumba y de dos de sus ministros, Mpolo y Okito, despejaron el camino para aplastar las revueltas antiimperialistas en el Congo y por lo tanto sentó las bases para el régimen subsidiario de Mobutu. El Congo, rico en minerales (un geólogo describió a la ex colonia belga como un “escándalo geológico”) fue expoliado durante 30 años de la forma más brutal por los imperialismos belga, francés y norteamericano y por la cleptocracia que rodeó a Mobutu. Mientras tanto, el país servía como muro de contención contra las revoluciones africanas que empezaron a surgir en los sesenta y setenta. Un símbolo de la independencia Lumumba era un demócrata burgués que, a pesar de todo, se radicalizó rápidamente mediante su oposición a la descaradas ambiciones coloniales de Bélgica. Lumumba se convirtió en el símbolo de un jovencísimo y velozmente radicalizado movimiento de independencia que estaba muy desorganizado para sobrevivir el asesinato y/o la prisión de sus líderes más destacados. Hoy Lumumba todavía vive en el recuerdo como un revolucionario honesto y genuino para muchos miles de trabajadores africanos y jóvenes que tratan de encontrar una salida del callejón mortal del imperialismo en el continente negro. Por lo tanto, mientras se señalan las carencias de un programa nacionalista y la necesidad del internacionalismo socialista en toda Africa y el resto del mundo, la herencia de Lumumba debe tomarse con cautela y respeto. Hoy el régimen de Kabila en Kinshasa coquetea con la retórica antiimperialista del lumumbismo y por lo tanto puede contar con cierto nivel de apoyo entre las fuerzas progresistas en el Congo y en el exilio. Occidente está tratando de presionar a Kabila por medio de la financiación de algunas revueltas artificiales en el este del Congo. Pero los tiempos han cambiado desde 1960, cuando el imperialismo occidental estaba más o menos unido en su lucha contra el “comunismo” en Africa. Ahora la situación en el continente es más parecida a la de la época de la Conferencia de Berlín de 1885, cuando Africa se convirtió en un campo de batalla entre los poderes imperialistas europeos. Hasta ahora, Kabila ha podido hacer equilibrio entre los distintos intereses. Esto lo mantiene en el poder, pero no está conduciendo hacia una mayor liberación y emancipación del pueblo africano. Por lo contrario, Africa Central está atrapada en guerras civiles interminables y devastadoras. La fuente: la versión completa de este artículo puede consultarse en Rebelión (http://www.rebelion.org/internacional/lumumba0305.htm).

Más

El Guantánamo iraquí

En un gulag cerca de Bagdad, del cual nadie habla, Estados Unidos somete a los prisioneros a un trato extremadamente cruel, violando los derechos humanos. El testimonio del autor, salido del campo el 20 de julio último, es apoyado por la denuncia de Amnistía Internacional y de otros corresponsales. Uno de los liberados dijo que Tareq Aziz, el hombre más importante del régimen luego de Saddam, "ha envejecido mucho, se arrastra apenas y tiene joroba. Quizás porque ha debido cavar sólo su propio retrete. Está prohibido a todo el mundo ayudarlo. Los guardias quieren que vaya como un animal, con el pelo largo y sucio". Otros testimonios revelan que a los presos les han dado una comida indigerible para cualquier musulmán: cerdo. Escribe Gordon Thomas.

Mi vigésimo año en prisión

Sin un solo día de licencia, ni siquiera cuando su padre agonizaba, sin una sola llamada telefónica a su casa, sin que sepa cuándo termina su condena, sin un minuto de retiro con su esposa, el prisionero árabe israelí Walid Dakah cumple 20 años en la prisión. En esta carta, él habla de su tiempo, un tiempo paralelo, pero distinto, al del resto de los seres, y de su relación con las cosas, la emoción de oír la bocina de un Subaru o la de ver un poco de luz desde la grieta de la puerta de su celda.

This terrible conflict is the last colonial war

This terrible conflict is the...

“Nuestra hija fue asesinada por un palestino suicida, pero es la ocupación israelí la culpable de su muerte”

En la puerta de entrada de la casa hay un cartel que dice: "Palestina libre". No, no es la vivienda de un palestino en Cisjordania, sino la casa, en Jerusalén, de Nurit y Rami Elhanan, un matrimonio de judíos que han tocado el fondo del dolor: ellos son los padres de Smadar, una chica de 14 años que fue asesinada por un kamikaze palestino. "Pero nuestra hija -dice Rami- fue asesinada en realidad por el terror de la ocupación israelí. Cada víctima inocente de ambos lados es una víctima de la ocupación. La ocupación es el cáncer que alimenta el terror palestino." Lejos de refugiarse en el odio, la pareja se acercó a padres de palestinos muertos por las tropas israelíes. Y trabajan para la paz desde la fortaleza demoledora de su autoridad moral. Escribe Alexandra Williams.

Irak: la nación rehén

La política norteamericana hacia Irak está experimentando cambios abruptos. Es obvio que la Casa Blanca quiere terminar con 11 años de contención del régimen y ahora se apresta al derrocamiento de Saddam Hussein. Pero contrariamente a lo que se supone, la situación en su conjunto, la agenda oculta, es bien comprendida por la gente corriente. No debemos olvidar la admisión brutalmente franca de Henry Kissinger de que "el petróleo es demasiado importante para dejarlo en manos de los árabes". Por ahora, el padecimiento de la población civil es sólo un "daño colateral", pero ¿durante cuánto tiempo más podrán los gobiernos seguir justificando políticas que castigan al pueblo iraquí por algo que no ha hecho? Escriben Hans von Sponeck y Denis Halliday, coordinadores de derechos humanos de la ONU en Irak.