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domingo, mayo 19, 2024

El lento genocidio de las superpotencias en Irak

PolíticaEl lento genocidio de las superpotencias en Irak

El lento genocidio de las superpotencias en Irak

El bloqueo más despiadado de la historia moderna, aplicado para asfixiar al gobierno de Saddam Hussein, no sólo se ha mostrado inútil para debilitar el poder de Bagdad, sino que sumerge al pueblo iraquí a un sufrimiento indecible. Para Estados Unidos y sus aliados el mantenimiento del embargo persigue mantener un Irak débil, pero no privado de un régimen que impide la división del país. Una eventual fractura podría desestabilizar la región, clave para el abastecimiento del petróleo de las grandes potencias, y amenazaría a aliados estratégicos de los Estados Unidos, como Turquía, Arabia Saudita e Israel.

Por Sophie Boukhari

Cronología del embargo

• 6 de agosto de 1990: La resolución 661 de la UN impone sanciones económicas a Irak. • 16-17 de enero de 1991: Una coalición encabezada por Estados Unidos lanza la operación “Tormenta del desierto”, con la aprobación del Consejo de Seguridad. • 27 de febrero de 1991: Irak se retira de Kuwait. • 30 de junio de 1991: la Unscom inicia sus inspecciones. • 15 de agosto de 1991: Irak rechaza la resolución que lo autoriza a vender petróleo para comprar bienes con fines humanitarios. • Mayo de 1996: Se inicia el programa “petróleo por de alimentos”. • 16 de diciembre de 1998: La Unscom se retira de Irak. Washington y Londres lanzan, sin aprobación de la UN, la operación aérea “Zorro del desierto”. Prosiguen los bombardeos casi cotidianos. • 17 de diciembre de 1999: La resolución 1284 crea una nueva comisión de control en reemplazo de la Unscom.

El embargo económico impuesto a Irak desde hace diez años, ¿será uno de esos crímenes que han hecho del siglo XX uno de los más negros de la historia? La comunidad internacional, arrastrada por Estados Unidos y el Reino Unido, ¿puede seguir invocando la Carta de las Naciones Unidas para prolongar indefinidamente los sufrimientos de un pueblo? ¿Por qué la agitación que conmueve a los medios de comunicación cuando se producen catástrofes humanas no se manifiesta ante la agonía cotidiana de los niños iraquíes?

Frente este último interrogante, William Bourdon, secretario general de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), propone una respuesta. “Sería más fácil encontrar el tono adecuado para movilizar a la opinión en pro de esta causa, que lo merece, si la dictadura en Irak no fuera una de las peores del planeta.” La última resolución de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (18 de abril de 2000) “condena enérgicamente”, entre otras, “las violaciones sistemáticas, generalizadas y extremadamente graves de los derechos humanos” en Irak, “que dan lugar a una represión y una opresión omnipresentes”. Condena también “las ejecuciones sumarias y arbitrarias, incluidos los asesinatos políticos” y “la práctica generalizada y sistemática de la tortura”. El tema del embargo es una trampa en la que ha quedado atrapada la población iraquí. Mencionarlo significaría dar un arma al régimen de Saddam Hussein; callar al respecto equivaldría a ser culpable de “no asistencia” a un pueblo en peligro.

Pero ante las estimaciones de los informes de las Naciones Unidas -según los cuales más de medio millón de niños de menos de cinco años han muerto a causa de las sanciones-, ante el desaliento de los voluntarios y la rebelión de los funcionarios de las Naciones Unidas que dimiten unos tras otros de sus cargos en Irak, el muro del silencio empieza a resquebrajarse. Un signo inequívoco es que incluso en el sitio Internet del Departamento de Estado norteamericano, que durante mucho tiempo permaneció hermético ante los testimonios sobre el drama de las poblaciones civiles, puede leerse un texto del parlamentario Tony P. Hall, que regresó de Irak a fines de abril de 2000: “Aunque las sanciones se levantaran rápidamente, el futuro de las personas que conocí en Irak seguiría siendo muy sombrío”, escribe. “Porque sus hijos se encuentran en una situación terrible; uno de cada cuatro está desnutrido, y uno de cada diez languidece por falta de alimentos o de atención médica. La diarrea, principal causa de mortalidad infantil, es 11 veces más frecuente en Irak que en cualquier otro sitio y la polio, que había sido erradicada en Medio Oriente, ha vuelto a ser un flagelo. Las escuelas y los sistemas de saneamiento están en ruinas; los hospitales carecen de equipo y de medicamentos esenciales. La gente ha agotado sus reservas y su salud tratando de sobrevivir con dos a seis dólares al mes… Habrá que esperar una generación para que la población iraquí levante cabeza.”

Una población rehén

El bloqueo más duro de la historia moderna, ordenado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1990, cuatro días después de la invasión de Kuwait por las tropas iraquíes, perseguía inicialmente impedir el rearme de Irak a fin de neutralizar su régimen. El 14 de abril de 1995, la resolución llamada de “petróleo a cambio de alimentos” autorizaba al gobierno iraquí a vender petróleo en cantidad limitada y a disponer de 53% de los ingresos correspondientes para comprar alimentos, medicinas y productos de primera necesidad*.

Pero el Comité de Sanciones, que autorizaba los pedidos, podía “dejar en suspenso” ciertos productos (minas para lápices, cloro o vacunas), si los consideraba potencialmente útiles para la fabricación de armas de destrucción masiva. Mientras tanto, una comisión especial de las Naciones Unidas (Unscom) controlaba el desarme en el terreno. Al disolverse esta comisión, a fines de 1998, todos los programas de armamento nuclear, químico y bacteriológico habían sido desmantelados o destruidos, y la amenaza reducida a “cero, nada”, afirma el norteamericano Scott Rotter, ex jefe de los inspectores de la Unscom, en un documental de la BBC abrumador para los responsables del mantenimiento del embargo.**

No obstante, el 17 de diciembre de 1999, la resolución 1284 del Consejo de Seguridad instauró una nueva comisión de control de los armamentos. “El objetivo es verificar que nada nuevo se haya emprendido en materia de armas químicas y bacteriológicas. A continuación, si Irak coopera se podrá proceder a levantar las sanciones” , indica el Ministerio de Relacioness Exteriores francés. Por lo demás, Francia, al igual que China y Rusia, se abstuvo al votarse la resolución 1284 por estimar que el texto no definía con “absoluta buena fe” el mecanismo de suspensión del embargo.

En cuanto a las autoridades de Bagdad, niegan toda cooperación. La población iraquí sigue en situación de rehén. “Lo que era aceptable hace diez años, ya no lo es”, afirma el alemán Hans von Sponeck, último coordinador humanitario de las Naciones Unidas, que renunció en marzo de 2000. El embargo -decidido respetando plenamente la Carta de las Naciones Unidas- representa ahora “una violación caracterizada de los derechos humanos”, prosigue. Peor aún, es un crimen de lesa humanidad, “tal como lo definen las propias Naciones Unidas” (ver recuadro), afirma el ex ministro francés de Relaciones Exteriores Claude Cheysson.***

En Estados Unidos, diversas personalidades comparten este punto de vista, como Francis Boyle, profesor de derecho internacional de la Universidad de Illinois, o el ex procurador general Ramsey Clark. El antecesor de Von Sponeck, el irlandés Denis Halliday, que renunció con bombos y platillos en 1998, también ha pasado a integrar la lista de testigos de cargo: “Empleo el término genocidio, pues se aplica una política deliberada dirigida a destruir al pueblo iraquí.”

¿Un crimen de lesa humanidad?

No obstante, varios juristas interrogados sobre el tema se declaran escépticos e incluso hostiles al empleo de esos términos. “Los que afirman eso no tienen ninguna noción de derecho”, lanza Mario Bettati, padre del derecho de injerencia humanitaria. “Nadie discute que el embargo tenga consecuencias perjudiciales para la población iraquí, pero de ningún modo se trata de un crimen de lesa humanidad ni de un genocidio.”

“Uno de los criterios decisivos del crimen de lesa humanidad y del genocidio es el elemento intencional”, añade Bourdon. “El embargo no fue instaurado porque Estados Unidos y el Reino Unido querían la muerte de los niños; y si fuera el caso, habría que demostrarlo.”

¿Incluso hoy día, cuando todo el mundo sabe que mueren a causa de esas sanciones? “Dejar que se perpetúe una medida a sabiendas de que es mortal no equivale a aplicar medidas dirigidas, como parte de un plan concertado, a causar la muerte al mayor número posible de personas”, precisa.

Menos perentorio, el presidente de la FIDH, Patrick Baudoin, “duda” en asimilar el embargo a un crimen de lesa humanidad. “Como jurista, respondería que no. Pero su prolongación indefinida plantea verdaderos interrogantes.”

Todos esos juristas concuerdan, en cambio, en su condena del embargo como una violación de los derechos humanos más elementales, empezando por el derecho a la vida. También arrecia el debate en cuanto a la responsabilidad por esta catástrofe humana.

Para el Departamento de Estado norteamericano, que ni siquiera admite las estadísticas de Unicef y de la OMS, “todo es culpa de Saddam Hussein”.

“Al poner obstáculos a la ayuda de las Naciones Unidas, al negarse a encargar complementos nutritivos, al vender incluso los alimentos y las medicinas para construir palacios, el señor Saddam ha agravado los sufrimientos de su pueblo y utilizado ese espectáculo para obtener el levantamiento de las sanciones”, señaló en mayo de 2000 Samuel Berger, del Consejo Nacional de Seguridad.

Hans Von Sponeck refuta esas afirmaciones. “Las Naciones Unidas publican un informe mensual que recapitula lo que llega a Irak, lo que se distribuye, lo que se almacena y por qué. Respecto de los alimentos, el cuadro es perfecto. Hay problemas de transporte, pero la gente recibe su canasta de víveres todos los meses y los depósitos están vacíos al día siguiente de las distribuciones.”

Cuando Washington acusa a Bagdad de no distribuir la cuarta parte de los medicamentos, replica: “La OMS recomienda a todos los países que almacenen el 25% de sus medicamentos para hacer frente a eventuales epidemias. El gobierno iraquí disminuyó esa tasa al 15%. Por otra parte, 5,8% de los medicamentos, sometidos todos a un control de calidad, resultan inaptos para el consumo. En cuanto al resto, se trata de elementos inutilizables si no se complementan con otros.”

Ahora bien -explica Halliday-, “el Comité de Sanciones puede aprobar nueve pedidos y bloquear el décimo, a sabiendas de que sin éste los nueve primeros no sirven de nada… Se trata de una estratagema estudiada.”

El fracaso del embargo

El malestar en torno del embargo en Irak ha reanimado el debate sobre este tipo de medidas. Según el artículo 41 de la Carta de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad puede, para hacer efectivas sus decisiones, instar a los miembros de las Naciones Unidas a que apliquen medidas como “la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones”.

Recientemente se ha reforzado esta tendencia. A partir de 1990, las Naciones Unidas aplicaron sanciones a Yugoslavia, Somalia, Sierra Leona, Libia, Liberia, Haití, Angola e Irak. Los partidarios de tales sanciones afirman que son el único medio de castigar a los países que amenazan la paz. Son poco onerosas y, además, la opinión pública de los países occidentales acepta mal los enormes gastos y las pérdidas de vidas que ocasionan las intervenciones militares. Los detractores insisten, en cambio, en los graves perjuicios que sufren las poblaciones civiles, mientras los regímenes incriminados se fortalecen y realizan intercambios ilegales. El caso de Irak confirma esa tesis. La población está exangüe; abundan pruebas de que el clan en el poder se enriquece y de que se desarrolla el tráfico ilegal de petróleo.

A fines de enero de 2000, la Cámara de los Comunes británica publicó un informe en el que reconoce el fracaso del embargo en Irak y expresa el deseo de que ningún Estado sea sometido a una prueba semejante. “En la mayoría de los casos los embargos castigan a los pueblos y consolidan a los dirigentes que pretenden derribar”, recuerda Bourdon, antes de emitir una reserva: “No obstante, cabe preguntarse si el cambio en Sudáfrica no tuvo que ver con las sanciones contra el apartheid”.

Intereses regionales

Con otras personas, Bourdon cuestiona el peso excesivo de los Estados Unidos, apoyado por su aliado británico, en las decisiones del Consejo de Seguridad. A su juicio, habría que enmendar la Carta de las Naciones Unidas y los mecanismos de decisión de éstas, y en especial las víctimas de violaciones de derechos humanos deberían estar representadas por una comisión consultiva del Consejo de Seguridad. “Es inaceptable que el destino de un pueblo esté en manos de dos Estados”, señala. “No se puede permitir que los Estados atiendan con cinismo sus intereses regionales o internacionales, como es el caso en Irak.”

Según numerosos analistas, entre los cuales figuran Halliday y Von Sponeck, el embargo se prolonga para “mantener el statu quo” en la región. Sus partidarios querrían un Irak débil, pero no privado de un régimen que impide la división del país. Esos analistas estiman, en efecto, que el desmembramiento de Irak, que dejaría el poder en manos de los kurdos en el Norte y de los shiitas en el Sur, podría desestabilizar esta región clave para el abastecimiento de petróleo de las grandes potencias y amenazaría a aliados estratégicos de Estados Unidos como Turquía, Arabia Saudita e Israel.

Además, añade Halliday, la persistencia de la tensión en la región permitió a la industria de armamentos norteamericana vender material bélico a los adversarios de Bagdad por unos 100.000 millones de dólares.

Pero como el clamor de los medios de información occidentales frente al escándalo que significa el embargo va en aumento, y tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Francia, Rusia y China) no ocultan su hostilidad a su mantenimiento, Von Sponeck ve el futuro con cierto optimismo. “No creo que las sanciones se prologuen más allá de 2001…Pero hay que pensar en los niños que seguirán muriendo mientras tanto.”

*El resto se utiliza para indemnizar a las víctimas de la guerra con Kuwait (30%), los territorios kurdos del Norte que escapan al control de Bagdad (13%) y los gastos que supone el embargo, incluido el mantenimiento de las fuerzas de las Naciones Unidas.

** Killing the Children of Iraq: a price worth paying? (La muerte de los niños de Irak: ¿vale la pena pagar ese precio?

*** En Alain Gresh, Irak, la faute (Irak, la falta, París, 1999).

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