Mohammed y su familia en Tiro
“Es como si estuviéramos viviendo en los márgenes de la vida. Aquí pueden suceder cosas que nadie sabrá”.
Por Muzna Al-Masri
BEIRUT, sábado 15 de julio.- No es por mí por quien deben preocuparse mis amigos de muchas partes del mundo que han estado llamándome desde el miércoles; vivo en una de las zonas seguras de la ciudad, junto a las embajadas y los ministerios. Tengo agua, electricidad y, sobre todo, Internet. Mis amigos deben preocuparse y deben pensar en los cientos de personas que yo estoy llamando a diario. Personas en sur del Líbano que están bajo los bombardeos y aislados del resto del país. Voy a compartir con ustedes un diario; no el mío, sino el de mi amigo Mohammed y su familia.
Desde el martes, 40 personas están instaladas en la casa de dos dormitorios de Mohammed. Además de su esposa y sus hijos mellizos están sus hermanos y hermanas, los hijos de éstos y su madre, de 70 años. Han atacado su pueblo y es bastante inseguro seguir allí.
Desgraciadamente el lugar donde se encuentran ahora no es más seguro. Están en Al-Hosh, un suburbio de la ciudad de Tiro. Anoche bombardearon una estación de gas ubicada a unos cientos de metros y han estado oyendo el ruido del bombardeo durante todo el día. No tienen electricidad. Los generadores, ubicados en casi todas las regiones del país, no tienen combustible porque las carreteras del sur están destruidas. El agua, que llega a las casas por bombas eléctricas, ahora escasea debido al apagón eléctrico.
La familia se siente aislada. La carretera para volver a su pueblo está destruida, como muchas otras vías en todo el país.
“Es como si estuviéramos viviendo en los márgenes de la vida. Aquí pueden suceder cosas que nadie sabrá”, me dice Mohammed. Hablamos de Naim, un chico que ambos conocimos, de Zibgine, una hermosa localidad al sur de Tiro. Naim murió al martes junto con otros 11 miembros de su familia cuando bombardearon su casa. Puede que todavía haya cadáveres bajo los escombros.
Basseeta, dice, que literalmente significa “es simple” o “no es un problema”, y le pregunto cómo es posible que pueda decir algo así, mientras su familia se encuentra en estado de sitio y amenazada. Cree que si les sucediera algo a él o a su familia, el mundo –como en el caso de Naim- también lo vería como un hecho insignificante. Y continúa: “conocemos muy bien la historia, esto lo hemos vivido muchas veces”, me dice; “pero esta vez lo siento de forma diferente. Ayer viendo como dormían mis hijos me atenazó una terrible sensación de desamparo ¿Qué puedo hacer para protegerlos? Tienen tres años y medio y yo pensaba que ellos estaban a salvo de lo que estamos viviendo. Tengo miedo de la posibilidad de no poder disponer de agua, gas y alimentos para ellos. Están agitados, llevan tres días encerrados en la casa con otras 38 personas. Lo que también me asusta es que están conociendo a una edad muy temprana situaciones de las que quería protegerlos. Ayer hablando con uno de sus tíos que está en Alemania, le pidieron un tanque como los de los israelíes como regalo en su próximo viaje a Líbano; me quedé consternado. Cuando era niño, pedí de regalo unas armas de plástico. Jugábamos a la ‘guerra’ en el salón de la casa, utilizando almohadas como barricadas. Ellos nunca han jugado a este juego y yo esperaba que no lo aprendieran nunca. Desgraciadamente parece que ahora no soy su único tutor”.
La fuente: Muzna Al-Masri es una activista y educadora que vive en Beirut. Posee un máster en transformación de conflictos y paz. Durante más de 10 años ha trabajado en proyectos de desarrollo y de derechos humanos en la región de Mena. De esos 10 años, 4 los ha dedicado al desarrollo comunitario y juvenil en el sur de Líbano. El texto original fue publicado por The Electronic Intifada y la traducción del inglés pertenece a Nadia Hasan, para Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.