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miércoles, mayo 15, 2024

La danza como motor del desarrollo en Africa

CulturaLa danza como motor del desarrollo en Africa

La danza como motor del desarrollo en Africa

Para el coreógrafo e investigador de Costa de Marfil Alphonse Tiérou, la danza, elemento esencial de la cultura africana, constituye un factor de desarrollo económico y social. Por Jasmina Sopova

Mandela, bailando en una reunión mundial de iglesias.

Perteneciente a una de las grandes “familias” herederas de las llamadas máscaras de sabiduría del Oeste africano, el coreógrafo e investigador independiente Alphonse Tiérou, de 43 años, muy pronto conoció el entorno de los grandes jefes tradicionales y de los altos dignatarios. Tras una formación clásica en dialéctica y retórica africana, realizó estudios en el Instituto de Artes de Abidján, capital de Costa de Marfil, su país natal. Su primer libro, Le Nom africain ou langage des traditions, publicado en 1977, está dedicado a la civilización oral. Un año más tarde, apareció su obra sobre las máscaras africanas, Vérité première du second visage africain. En 1983 publicó La Danse africaine c’est la vie, seguido de su principal obra sobre la coreografía tradicional, Doplée: loi éternelle de la danse africaine, de la que ha habido tres ediciones desde 1989. Su primera novela, Ségoulédé, apareció en 1992. Su nuevo libro para la misma editorial parisiense, Maisonneuve et Larose, se titulará Si la danse bouge, l’Afrique bougera. Alphonse Tiérou es también autor de una exposición itinerante presentada en junio de 2000 en el Museo del Hombre en París: “De la danza a la escultura: una mirada diferente en la estética africana.” Actualmente dirige el Centro Dooplé de recursos, pedagogía e investigación sobre la creación africana, en París. -Su última obra se titula "Si la danse bouge, l’Afrique bougera" ("Si la danza cambia, Africa cambiará"). ¿Qué quiere decir con esa frase? -Que el desarrollo económico de un país no depende sólo del capital y del trabajo, como sostienen los economistas y la tradición liberal. La cultura es igualmente decisiva. En "La société de confiance" ("La sociedad de la confianza". Editorial Andrés Bello), libro publicado en 1995, el académico francés Alain Peyrefitte explicaba justamente que las grandes teorías que estiman que el eje del desarrollo reside en los recursos económicos (materias primas, capitales, mano de obra, producción, inversión, tasa de crecimiento…) se habían quedado desfasadas. Según él, los factores de orden cultural, relegados a la categoría de “pequeños satélites”, debían ser considerados como el motor esencial del progreso. En efecto, los elementos intangibles e inmateriales de la cultura condicionan las mentalidades. Por eso pueden ser una auténtica locomotora para la sociedad. Si eso no se tiene en cuenta, si no se los sitúa en el centro del problema del desarrollo, corren el riesgo de transformarse en obstáculos insuperables. -¿Cuáles son los factores culturales que pueden representar obstáculos al desarrollo de Africa? -Los tabúes, la superstición, la poligamia, el tribalismo… Una mujer, ¿cómo puede realizarse si está obligada constantemente a luchar contra rivales para conservar el afecto de su marido? ¿Cómo puede uno criar adecuadamente a sus hijos si tiene que someterse a la voluntad de los mayores? ¿Cómo lograr la distancia necesaria y reflexionar con serenidad cuando la costumbre obliga a diez o veinte personas a vivir bajo el mismo techo? Esta práctica constituye, a mi juicio, un abuso de los valores tradicionales de fraternidad y generosidad, pues frena todo proyecto individual. No es posible ahorrar dinero ni hacer planes personales pues prevalecen las exigencias del grupo. Esta percepción “gregaria” del hombre, arraigada en la cultura tradicional, no concibe la existencia del individuo al margen de la comunidad cuando, justamente, la fuente del progreso es la individualidad. Pero de todos estos problemas, el más grave es la dimensión y extensión que ha adquirido el complejo de inferioridad. Genera una cultura del subsidio en detrimento de una cultura de la responsabilidad. Este depender de la asistencia exterior paraliza y asfixia a todo un continente y destruye las bases del vínculo social. Estoy convencido de que la causa primordial del subdesarrollo de Africa es la falta de confianza de los africanos en sí mismos. -¿Qué quiere decir? -El africano no confía en el africano. Basta ser blanco para disfrutar de mayor consideración y mayores medios que un negro. Voy a dar un ejemplo personal. En 1987, durante una gira de conferencias en Africa negra, fui detenido en un país y llevado ante el ministro de Juventud, Deportes, Cultura e Investigación Científica, que había considerado sospechoso mi discurso sobre la cultura africana. Al cabo de un interrogatorio interminable, un blanco entró en el despacho. Intervino en mi favor. El ministro cambió de tono inmediatamente. Con unos pocos telefonazos, me abrió las puertas de todos los medios de información y puso a mi disposición la más hermosa sala de conferencias de la capital, la del único partido político de su país. Situaciones semejantes se producen todos los días en nuestros países. Ese complejo de inferioridad se observa también en la relación con la danza tradicional. Ocurre que artistas africanos que han adquirido un barniz de formación en danza occidental rápidamente empiezan a denigrar sus raíces. De la misma manera, muchos intelectuales africanos, en vez de hacer su propio análisis, se contentan con repetir lo que dicen y escriben acerca de nuestra cultura ciertos pseudoespecialistas extranjeros. El discurso de estos últimos tiende a encerrar la danza africana en un ghetto y a negar al continente el derecho a la evolución, a la modernización: ven Africa como un museo viviente de las tradiciones del pasado. -¿Puede la danza cambiar esta mentalidad? -Estoy convencido de ello. Es sabido que el acto creador es fundamental para la emancipación del individuo. Pero lo es más en el contexto africano, en el que la individualidad, fuente del progreso, a menudo es aplastada por la presión de la conformidad con el grupo. En ese plano puede intervenir la danza como factor de desarrollo. Es capaz de arrancar las raíces muertas, de destruir las causas del mal, profundamente arraigadas en el subconsciente humano, de dar al individuo la posibilidad de reconciliarse consigo mismo, de realizarse. Es así como puede ayudar a que la sociedad cambie. Pues sólo una sociedad constituida por individuos libres y seguros de sí mismos puede encontrar soluciones adecuadas a sus dificultades. Elemento esencial de la cultura africana, la danza moviliza una suma considerable de energía que habría que encauzar mejor. En Africa, todo el mundo baila: los faraones, los reyes y las reinas, los santos, los sacerdotes, las mujeres embarazadas, los bebés, los ancianos, los jueces, los generales, los jefes de Estado… ¡Acuérdese de Mandela! Los poderes públicos en Africa deberían tener más en cuenta el aspecto emancipador de la danza y dar, tanto a los creadores como a los investigadores, medios para proseguir su misión con mayor eficacia. No deben olvidar que el mero hecho de interrogarnos sobre nuestros bailes, que condicionan toda nuestra existencia, es un gran paso en la propia autoestima para liberarnos de complejos, mostrarnos equilibrados y confiados en nuestras posibilidades y en las de todos los africanos. -¿Cómo contribuye la danza africana a estrechar lazos con el mundo? -La creación coreográfica es un producto cultural “exportable”. Programada en gran escala, podría convertirse en un arma para la modernidad africana. Desde que la danza africana se ha difundido a través del mundo, ha hecho más por el acercamiento entre la juventud del Norte y del Sur que todas las políticas, por buenas y generosas que sean. La danza sigue siendo el camino más corto entre un ser humano y otro. Es pasión y seducción. En tiempos de la colonización, los occidentales lo habían entendido perfectamente y evitaban bailar con los aborígenes. En estos últimos decenios, gracias a la diáspora africana y a los múltiples cursos de baile organizados en todas partes, la tendencia se ha invertido. Se han creado verdaderos intercambios, se han trabado amistades sinceras y profundas, en un clima de confianza, dignidad y respeto. El creciente interés por la danza africana exige una respuesta adecuada de parte de sus depositarios, a fin de que la oferta se desarrolle con tanta rapidez como la demanda. Pues, retomando la fórmula del filósofo francés Albert Jacquard, en la pista de baile, “el único combate que vale no es superar a los demás, sino superarse gracias a los demás”. La fuente: la autora es periodista de El Correo de la Unesco (www.unesco.org/courrier/index.htm).

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