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lunes, abril 29, 2024

Poesía y vida en Irak

CulturaPoesía y vida en Irak

Poesía y vida en Irak

Sí, hay tiempo para la poesía en tiempo de guerra. Muhsin Al-Ramli, uno de lo más importantes novelistas y dramaturgos iraquíes, traductor al árabe de los clásicos castellanos, también lo sabe. En el emocionante artículo que sigue demuestra la vigencia del verso en estos tiempos de pólvora.

Por Muhsin Al-Ramli

A nosotros los iraquíes, en general, y a los intelectuales, en particular, nos entristece e indigna el hecho de que hoy sólo se hable de Irak como si de una amenaza se tratara: se dice que es el “¡eje del mal!”, que tiene armas de destrucción masiva, dictadura y un mar de petróleo. Apenas se menciona a Irak como el país de las mil y una noches y la primera cuna de las civilizaciones: Sumer, Akkad, Nimrud, Uruk, Asiria, Nínive, Babilonia; Irak como Mesopotamia, lugar donde hace cinco mil años nació la escritura y aparecieron el primer calendario, el primer código, la primera religión, la primera democracia, los primeros poemas épicos, como Gilgamesh o La creación.

Sí, la poesía, en la que las mujeres iraquíes han tenido un papel esencial. Así, Angiduana (s. III a.C.) es reconocida como la primera poetisa del mundo, y Nazik Al-Malaika, como la iniciadora de la poesía árabe moderna. Debido a esta influencia innovadora que ha tenido la mujer, nos entristece que la gente se imagine Irak resumido en el bigote cargado de machismo del dictador. Nos entristece que algunas personas salgan en los medios de comunicación presumiendo de saberlo todo sobre Irak, al tiempo que posiblemente ninguno de ellos ha leído un poema, una novela, o escuchado alguna canción iraquí. Lo que sí saben es contar pozos de petróleo. En mi país, la poesía no se considera un complemento o un lujo sino una necesidad. No es sólo un medio de expresión sino que se convierte en una experiencia viva y, aún más, en una extensión de la propia vida. Gracias a la poesía, la persona vive lo que no le ha sido permitido vivir.

La poesía enriqueció a Irak más que el petróleo, que más bien le ha traído catástrofes. La península de Arabia e Irak son los únicos lugares del mundo en el que se festejaba el nacimiento de un poeta porque se convertiría en portavoz de la tribu. Las leyes, la enseñanza, la historia se escribían en verso. Todavía hoy en mi pueblo las cartas se escriben en verso. Es el único país del mundo en que existió un mercado de poesía, el de Mirbad, en Basora, al que acudía la gente de lugares muy lejanos a comprar (especialmente los enamorados), vender, aprender o criticar.

La relación poesía y vida queda reflejada en algunos ejemplos de la cotidianeidad iraquí. El poeta El Yawahiri, conocido en los años 50 y 60 por la fuerza de su poesía reivindicativa, era seguido por el pueblo cuando caminaba por la calle. Aquel seguimiento terminaba en una manifestación improvisada contra el gobierno. Mudafar Al-Nauab escapó de la cárcel y vive fuera de Irak. En la universidad, intercambiábamos clandestinamente sus poemas. Durante la guerra del Golfo nos sentábamos en las trincheras y la poesía nos guiaba. Había un soldado. Antes de cada bombardeo me decía: “Muhsin, si muero, publica mi poesía”. ¿No veía ese soldado en la publicación de su poesía una extensión de su vida? Mi pueblo y el de al lado estuvieron a punto de iniciar una contienda a causa de una venganza. Este conflicto se resolvió gracias a un poema que escribió un poeta llamado Mula Mutlak.

¡Cuántas veces la poesía salvó a gente de morir y cuántas veces un poema mató a su escritor o le mandó a la cárcel o al exilio! Me llegan cartas de amigos poetas que se ganan la vida en los pueblos más lejanos de la tierra: un pastor, en Yemen; un peón de albañil, en Canadá; un campesino, en Malasia; un botones, en Teherán; un portero, en Australia, y un asesinado, en Argel. En España he conocido a cinco poetas iraquíes. Al-Bayati, que fue amigo de Alberti y Octavio Paz; Faik Husein, pintor y poeta en castellano, Kamal Sabti, Abdul H. Sadoun, Jaled Kaki…

El número de poetas iraquíes dentro y fuera de Irak es difícil de calcular, quizás miles. Sólo en el primer tomo que, en los 80, preparó Abbas Al-hili sobre los poetas populares (en dialecto) contemporáneos llegó a contar a 741. Setecientos de ellos siguen con vida. Sin embargo, quienes escriben en al-fus-ha (árabe clásico) superan los tres mil; casi trescientos viven en el exilio. Habría que sumar los que escriben en kurdo, turco o asirio. La mayoría de los nombres más importantes de las últimas generaciones viven actualmente en el exilio. Como decía Sadi Yousuf: “Voy con todos y mis pasos son solitarios”.

La poesía iraquí se ha abierto, en estas últimas décadas, a las experiencias poéticas del resto del mundo. Pero esta circunstancia no sólo se da en el exilio. Dentro del país las nuevas generaciones se circunscriben dentro de los movimientos poéticos que se desarrollan actualmente en el panorama internacional, con sus múltiples manifestaciones: poesía estadounidense, europea, afgana, etc. Recibimos muchos artículos de Bagdad para nuestra revista Alwah.

A pesar de lo que está sufriendo actualmente el pueblo iraquí por las consecuencias de las guerras, la dictadura, el embargo… la creatividad continúa de una manera digna de admiración. Es suficiente la llegada del ejemplar de un libro procedente del extranjero para que rápidamente éste sea divulgado en fotocopias.

La técnica más común es el poema en primera persona pero no porque el poeta hable de sí mismo, es porque sigue teniendo la sensación de su responsabilidad como portavoz de la tribu, con sus ciudadanos, con su tierra y con la humanidad.

No a liberar Irak de mí Esta tinta derramada en vuestra prensa es la sangre de mi país.

Esta luz diluviada de vuestras pantallas es el brillo de los ojos en los niños de Basora.

Éste que está sollozando en la oscuridad de su exilio soy yo; huérfano después de que hayáis matado a mis padres: Tigris y Eúfrates; viudo después de que hubierais crucificado la pareja de mi alma: Irak

¡Por ti, tierra mía: crucificada de entre las regiones!

Ay de vosotros, señores de la guerra. Escuchadme: No a la fiesta de los ejércitos en el tejado de mi casa. No al verdugo que habéis plantado o al que vais a plantar. No a vuestra libertad caída sobre las cabezas de mi gente en bombas. No a liberar Irak de mí o a mí de él. Yo soy Irak.

Mis hierbas son las letras y sé lo que quiero. Dejadme a mí mismo, a mi rabel y a vuestra ausencia. Volved a vuestras películas detrás del océano. Dejad para mí lo que queda de los alminares, de los mausoleos de mis ancestros, de las tumbas de mi familia… y bebed de las copas del petróleo hasta que os saciéis.

Robad la miel del azufre y la arena del desierto. Llevad con vosotros a vuestros clientes. Llevaos al dictador con cada parte de vosotros que ha comprado con mi sangre.

Llevad lo que queráis y marchad, dejadme solo con lo derribado de los sueños de mi hermana, con el incendio de las palmeras en las orillas de Mesopotamia, con los huesos de mi padre y el té de la merienda.

Dejadme solo con las canciones tristes del sur, con la danza degollada del norte y con el pavo real de los Yasidíes.

Dejadme solo curando las heridas de mi tierra: Irak.

Solo… igual que María… solo con mi soledad…

Mi país: el crucificado de entre las regiones.

Sabré cómo animar su resurrección. Sabrá cómo renacer de su ceniza.

¿Acaso habéis olvidado que él es el creador del Fénix?

Un infierno para vosotros, señores de la guerra.

Escuchadme: No asustéis a las nubes de Bagdad con vuestros aviones. No sembréis soldados en nuestro jardín. No quitéis la chilaba a mi madre. No. Grito “no” a liberar Irak de mí o a mí de él. Yo soy Irak.

Las aldeas han florecido de mi abrigo, y sé lo que quiero. Dejadme a mí mismo, a mi familia y a vuestro olvido.

La fuente: el autor es un poeta iraquí nacido en Shirqat que reside en Madrid.

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