Las leyes turcas no castigan los crímenes contra las mujeres
Muchas mujeres turcas, especialmente las residentes en regiones poco desarrolladas, son víctimas de los llamados “asesinatos de honor”, ejecutados para lavar la reputación familiar ante sus presuntos comportamientos inapropiados. Muchos de estos crímenes quedan impunes, ya sea por la escasa voluntad de las autoridades para investigarlos o porque las mujeres ni siquiera están inscriptas en los registros civiles. No se puede asesinar a quien no existe.
La tiraron desde un puente porque había deshonrado a la familia con su conducta. Tenía 15 años y se había fugado de casa, según sus hermanos para prostituirse. Por desgracia, el caso de esta joven no es ni mucho menos excepcional en Turquía, donde se desconoce el número de niñas y mujeres que cada año mueren asesinadas a manos de algún familiar movido por el deseo de preservar el honor de la familia.
Ahora, los tres hermanos de la víctima, que han sido declarados culpables de asesinato, han recibido una condena de cadena perpetua. Sin embargo, y como es habitual en estos casos, el tribunal de Estambul ha rebajado la pena a 4 y 12 años por considerar que la joven fallecida provocó su propia muerte con su actitud. De esta forma, una vez más, la justicia turca sigue alentando la comisión de crímenes contra las mujeres y dejando sus vidas en manos de los varones de su familia.
En Turquía no existen estadísticas sobre estos crímenes, que se producen sobre todo en las comunidades kurdas y árabes del sudeste del país, una zona poco desarrollada en la que se mantiene una organización casi feudal. El protocolo varía muy poco: el consejo de familia decide en una reunión que hay que matar a una de las mujeres, acusada de comportamiento deshonroso. Una vez que se ha tomado la decisión, se designa al hombre que perpetrará el crimen, casi siempre un menor que pueda escapar del leve peso de la justicia. Después, sólo queda elegir el método. Todo vale; acuchillamiento, atropello, arma blanca, de fuego o, como en este caso, despeñamiento.
Por desgracia, muchos de estos crímenes quedan impunes, debido a que a muchas de las mujeres asesinadas nunca las inscribieron en el registro civil ni fueron a la escuela. No se puede asesinar a alguien que no existe.
A pesar de que se prevén reformas en el código penal turco, ninguna contempla la posibilidad de suprimir la atenuante de “provocación” que alegan siempre los autores del asesinato de una mujer de su familia. Precisamente esta dramática “tradición” supone una traba más para las aspiraciones de Turquía de formar parte de la Unión Europea contra la que se ha alzado una cierta oposición dentro del país. En los últimos tiempos han aumentado los movimientos que reclaman un cambio social más acorde con las exigencias europeas. En estas transformaciones, el reconocimiento de los derechos básicos de las mujeres son un punto clave, en el que se están centrando los esfuerzos de numerosas personalidades. Es el caso del jefe de la Dirección de Asuntos Religiosos turco, Mehmet Nuri Yilmaz, que emprendió hace unos meses una campaña de reinterpretación del Corán con el objetivo de que no se justificaran las agresiones y vejaciones a mujeres y niñas amparándose en el texto sagrado.
La fuente: Prensa Mujer (www.prensamujer.com/010620/internal.htm)