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jueves, mayo 16, 2024

Bayer: el negocio del miedo

PolíticaBayer: el negocio del miedo

Bayer: el negocio del miedo

A caballo de la paranoia por un eventual ataque bacteriológico, el gigante farmacéutico alemán incrementó la producción de Cipro, el antibiótico para combatir los efectos del ántrax. Tanto Canadá como los Estados Unidos aceptaron respetar la patente de la multinacional y desistieron de encargar a otras firmas la producción de un genérico contra el ántrax que llegara al mercado a precios sensiblemente inferiores. En los hechos, el gobierno de los Estados Unidos enfrentó el mismo dilema de Brasil y Sudáfrica para producir genéricos contra el Sida: o respetaba una ley que favorece a los monopolios o se imponía en aras del “interés público”. Washinton no tuvo en cuenta que bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), cualquier gobierno puede desconocer una patente cuando se presenta una amenaza de “emergencia nacional” y optó por garantizar el negocio de la firma germana. Pero hay algo más: Bayer negoció con otros laboratorios para que estos desistieran de producir medicamentos similares y asegurarse todo el mercado situación que condujo a que 14 organizaciones norteamericanas de defensa de los consumidores le entablaran juicio.

Por Marta Durán, Boris Kanzleiter y Leonarda Reyes

BERLIN/TORONTO.- Mientras en los Estados Unidos crece la paranoia por un eventual ataque de ántrax -anunciado por el propio procurador de Justicia, John Ashcroft-, en la ciudad alemana de Leverkusen crecen las expectativas de buenos negocios. Y es que en esta ciudad industrial tiene su sede el consorcio químico-farmacéutico Bayer, productor mundial -y dueño de la patente- del antibiótico Cipro, el más efectivo para combatir los efectos del ántrax.

Bayer -que cuenta con 117 mil empleados y realiza operaciones comerciales por 30 mil millones de dólares al año- incrementó la producción de Cipro para atender la emergencia en los Estados Unidos.

Wolfgang Plischke, representante de Bayer en los Estados Unidos, declaró: “Estoy agradecido de que nuestras investigaciones de fármacos hayan sido exitosas para desarrollar un medicamento que, en este estado de emergencia, puede ayudar de manera decisiva. Los trabajadores de Bayer están muy motivados para satisfacer todas las exigencias”.

No era para menos. Después de arduas negociaciones, Bayer logró que los gobiernos de Canadá y de los Estados Unidos respetaran los derechos de su patente y evitar así que otras empresas farmacéuticas produjeran un genérico contra el ántrax.

A principios de octubre, el gobierno de Canadá anunció que había ordenado a una empresa de genéricos producir 1 millón de pastillas de Cipro. Los abogados de Bayer amenazaron con una demanda legal contra el gobierno de Otawa por pasar por encima de sus propias leyes de protección de patentes. Además, dijeron, ni siquiera se ha presentado un caso de ántrax en territorio canadiense.

En Estados Unidos, el gobierno de George Bush hizo un amago similar.

Philip Minkes, miembro de Koordinationn Gegen Bayer-Gefahren (Coordinación Contra los Peligros de Bayer) -organización no gubernamental que da seguimiento a las operaciones de esta empresa farmacéutica-, cuenta la historia de esta negociación:

“Después de los primeros casos de ántrax, el gobierno de los Estados Unidos quiso comprar mil millones de tabletas. Bayer aumentó su producción. Pero el precio de la tableta que el consorcio vendía al Ministerio de Salud de Estados Unidos era de 1,77 dólares. Al surtir mil millones de tabletas, las ganancias para Bayer serían de 1.770 millones de dólares. Un negocio redondo, considerando que el precio de producción de una tableta de Cipro es de unos cuantos centavos. Washington se negó a pagar ese precio. La confrontación no se hizo esperar.

“Bayer apeló a la ley de protección de patentes de los Estados Unidos, que le otorga exclusividad para producir Cipro hasta el 2003. Como ultimátum, el Ministerio de Salud pidió a Bayer bajar el precio de la tableta a menos de un dólar o de lo contrario desconocería la patente del antibiótico. Bayer aceptó. El 24 de agosto, Tommy Thompson, ministro de Salud, hizo pública la compra de 300 millones de tabletas a 95 centavos de dólar cada una. Aun así, las ganancias para el consorcio alemán serán multimillonarias.”

Como parte del acuerdo, Bayer surtirá 100 millones de tabletas en lo que resta del año y el Ministerio de Salud tiene posibilidad de adquirir otros 200 millones “en caso de que sea necesario”.

Para mejorar su imagen y subsanar los “malentendidos” con Washington, Bayer ofreció donar 2 millones de tabletas a los miembros de los servicios de rescate, y otros 2 millones para los trabajadores del servicio postal, que tienen trabajo especialmente peligroso por su eventual contacto con sobres contaminados con ántrax.

Previamente, Canadá había llegado a un acuerdo similar, aunque nunca se anunció el precio de descuento que le ofreció Bayer.

El dilema de Washington

En los hechos, el gobierno de Estados Unidos enfrentó el mismo dilema de Brasil y Sudáfrica para producir genéricos contra el Sida: o respetaba una ley que favorece a los monopolios o se imponía en aras del “interés público”; las ganancias de las empresas versus la salud de la población. Washington optó por lo primero.

“Bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), cualquier gobierno puede desconocer una patente cuando se presenta una amenaza de ’emergencia nacional’. Estados Unidos pudo hacerlo, pero -como en otras ocasiones- tomó partido por los consorcios”, dice Minkes.

Casualmente, la industria farmacéutica de Estados Unidos aportó 10,3 millones de dólares para el Partido Republicano del presidente George Bush durante la campaña electoral del año pasado, mientras que al Partido Demócrata dieron la mitad de esa cantidad, según la organización no partidista Causa Común.

La revista Forbes estimó el año pasado que la industria de la salud obtuvo ganancias por 100.000 millones de dólares, descontando ya los costos de investigación, desarrollo y producción.

Para el ciudadano norteamericano, sin embargo, los precios de Cipro se mantuvieron estables: 4,67 dólares por tableta. El costo de un genérico sería de 30% menos o, en caso de que más de un productor pusiera el mismo medicamento en el mercado, podría bajar hasta en un 70%.

A pesar del acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos, Bayer tiene que enfrentar otros problemas.

Los senadores demócratas Patrick Leahy y Charles Schumer presentaron a mediados de octubre una iniciativa en el Congreso para hacer más difícil que las compañías farmacéuticas saquen de la competencia a los genéricos. La iniciativa incluye la obligación de hacer públicos los acuerdos entre las empresas que producen fármacos de marca y las que producen genéricos.

Luego, el viernes 26 de octubre, 14 organizaciones norteamericanas de protección al consumidor presentaron querellas legales contra Bayer debido a que negoció contratos con otras empresas farmacéuticas para evitar la producción de tabletas baratas contra el ántrax.

En efecto. En 1997 la empresa Barr Laboratories, una de las más importantes fabricantes de genéricos en Estados Unidos, estaba lista para sacar al mercado su versión de Cipro. Cuando Bayer conoció las intenciones de Barr, inició un juicio para impedir el permiso del genérico. Entre trámites y el proceso legal iban a transcurrir 30 meses antes de que el genérico estuviera en las farmacias… y 30 meses significaban mucho dinero. Así que, en lugar de permitir que otra empresa fabricara el medicamento, Bayer llegó a un acuerdo con Barr: pagarle 30 millones de dólares cada año, desde 1997 hasta 2003, cuando expira la patente de Cipro, o antes si un juez resolvía la controversia. El acuerdo está ahora bajo escrutinio.

Pecados del pasado

La actuación de Bayer en la emergencia norteamericana revivió la historia de esta empresa, cuyo nacimiento data de 1890.

Mimkes recuerda que Bayer -famosa por inventar y producir la aspirina- formó parte de IG-Farben, un consorcio auspiciado por el gobierno de Adolfo Hitler. Durante el nazismo (1933-1945), este consorcio produjo el gas Zyklon-B, usado para exterminar a los judíos en las famosas regaderas de los campos de concentración nazis. De esas regaderas, en lugar de agua, salía ese gas venenoso.

Además, Bayer forzó a miles de prisioneros a trabajar en condiciones infrahumanas en sus fábricas. De hecho, una de sus plantas de producción estaba justo al lado del campo de concentración de Auschwitz; 1,5 millones de personas -90% de ellos, judíos- fueron exterminadas en campos de concentración como Auschwitz.

También, investigadores de Bayer habrían participado en los experimentos médicos realizados con prisioneros.

Eva Kor es una sobreviviente de aquella pesadilla. Toda su familia murió en los campos de exterminio. Ella y su hermana gemela, de 10 años de edad, fueron utilizadas al igual que otros 180 pequeñitos en experimentos médicos. Los nazis buscaron gemelos, lo que hace pensar en investigaciones de genética.

Los infantes fueron sometidos a todo tipo de torturas científicas. Algunos fueron castrados, otros cegados. Temblando y con un nudo en la garganta, Eva recuerda a los doctores Helmuth Vetter y Joseph Mengele, quienes le inyectaron “quién sabe qué sustancias”, a veces hasta cinco veces al día. Después, Eva sufrió fiebres altísimas, dolores muy agudos y problemas para mover brazos y piernas.

Al ganar los aliados la guerra, el doctor Vetter fue enjuiciado en Nurenberg y condenado a muerte. Este científico había sido miembro de la SS y empleado de la Bayer. Esta farmacéutica no fue sentada en el banquillo de los acusados, pues no había documentación que la comprometiera.

Sin embargo, hace poco salió a la luz el archivo personal de Wilhem Mann, quien durante el nacional-socialismo fue director de Ventas de la Bayer. Entre esos papeles apareció un documento en el que Bayer se comprometía a financiar los experimentos de Mengele.

Una nota de Mengele a Wilhem Mann decía: “Tengo la oportunidad de probar nuestros preparados. Me siento en el paraíso”.

En otra nota, Mann afirma que ya había girado el primer cheque para los experimentos. Y se despidió con el obligado “Heil Hitler”.

Eva Kor empezó una lucha legal contra Bayer. Busca una indemnización y que los archivos salgan a la luz. Quiere saber qué le hicieron a ella, a su hermana y a todos los demás gemelos.

Bayer no admite como evidencia los documentos de su exdirector de Ventas. El vocero de la empresa, Thomas Reinert, afirmó tajante: “No somos responsables, porque durante la guerra Bayer era parte de una empresa mayor llamada I.G. Farber. Bayer no existía legalmente entre 1925 y 1951”.

El abogado estadunidense de la señora Kor, Mel Weiss, contradice:

“Claro que fueron ellos: Hemos seguido sus finanzas, sus transacciones, su lista de personal, y son los mismos; la Bayer de la Segunda Guerra Mundial es la misma de hoy.”

La farmacéutica más grande del mundo, la inventora de la aspirina, podría tener ahora algunos dolores de cabeza en los tribunales.

La fuente: revista Proceso, semanario de información y análisis editado en México (www.proceso.com.mx).

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