La resistencia kurda a través de los ojos de un niño
El cineasta Hiner Saleem narra la vida cotidiana de una familia de la resistencia kurda en los años 60 y 70 a través de la mirada de un niño en ‘El fusil de mi padre’ (Anagrama), una novela con abundantes referencias autobiográficas.
La novela comprende casi dos décadas de la historia del Kurdistán iraquí, en la que destacó la figura mítica para los kurdos del general Barzani, el gran héroe de la resistencia en esa época, y culmina con la huida a Europa del narrador, cuando era adolescente.
Ese narrador tiene muchos puntos con Hiner Saleem, que después de varias peripecias logró instalarse en Francia, donde se ha convertido en cineasta y ha rodado dos películas, la primera de las cuales, ‘Vodka lemon’, ganó el premio San Marco en el Festival de Venecia 2003.
Precisamente el hecho de que Saleem tuviera que terminar su segunda película fue lo que le ha impedido acudir a Barcelona para presentar ‘El fusil de mi padre’, editado en catalán por La Campana, presentación que llevó a cabo el escritor y ensayista Rafael Argullol por su simpatía por la causa kurda.
“Mi simpatía por los kurdos -ha explicado Argullol- se remonta a mi adolescencia y al recuerdo de una lectura de esa época sobre una desigual carga de la caballería kurda contra los tanques iraquíes” que estuvo dirigida por el general Mustafá Barzani.
Argulloll ha dicho sobre el libro de Saleem que es “texto delicioso, una joya de la memoria” que tiene un fondo de “jovialidad” a pesar del la “oscuridad” de los momentos históricos que narra.
Ni política ni histórica
Hiner Saleem no ha escrito en ‘El fusil de mi padre’, su primera novela, una obra política ni tan siquiera histórica, pero la política y la historia están en la novela con pequeños destellos, como las alusiones a grandes nombres de la escena internacional (Gromyko o Kissinger), en los que los kurdos confiaron para conseguir su libertad y que finalmente nunca les ayudaron.
El libro termina con una nota final sobre la caída de Saddam Hussein, que para Argullol significa que “hay ciertas nuevas esperanzas para los kurdos de Irak, que hay que ver dónde les llevaran”.
Para Argullol, Europa tiene “la obligación moral”, ahora que se plantea el ingreso de Turquía en la UE, de debatir el problema kurdo en ese país y también de una revisión del genocidio armenio a manos de los turcos a principios del siglo XX, “en el que murieron un millón y medio de personas, y del que Turquía nunca ha querido hablar”.