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lunes, mayo 20, 2024

Irak: ¿Daños colaterales o masacre civil?

PolíticaIrak: ¿Daños colaterales o masacre civil?

Nuevas fotografías incriminan al ejército de Estados Unidos por la muerte de 24 civiles iraquíes. En ellas se ven los cadáveres y se confirmaría que fueron baleados a quemarropa. Por Cristian Lora La cadena estadounidense CNN tuvo acceso a unas imágenes que, según el Pentágono, son las pruebas más incriminatorias contra los marines acusados de matar a 24 civiles iraquíes en la ciudad de Haditha el pasado mes noviembre. Las 30 fotografías fueron tomadas por los marines que llegaron después del suceso y que ayudaron a despejar la zona. Las imágenes, según el Departamento de Defensa de Estados Unidos, demuestran que las víctimas recibieron varios disparos a corta distancia y que no fallecieron a causa ni de la metralla ni de balas perdidas. En las imágenes se muestran 24 cuerpos sin vida, cada uno de ellos pintados con números rojos en la frente o en la espalda. Marcas que indican la localización de las heridas de bala. Las fotografías muestran los cuerpos sin vida de varios iraquíes, algunos de ellos mujeres y niños, con disparos en la cabeza.

Haditha es un pequeño poblado agrícola ubicado en el Valle del Eufrates, a unos 200 kilómetros al noroeste de Bagdad. Allí se concentra la fuerza principal de la resistencia sunnita contra la ocupación norteamericana y el gobierno shiita de Irak.

Hasta el 19 de noviembre pasado era un poblado más, uno de los tantos focos de las operaciones de combate contra la ocupación. Pero en la mañana de ese día, una bomba hizo volar el humvee (vehículo militar) que transportaba a un grupo de marines. El atentado le costó la vida al cabo Miguel Terrazas, de 20 años, oriundo de Texas.

Lo relatado a continuación es lo que hizo a Haditha tristemente célebre.

Sobre las 7.15 de la mañana del 19 de noviembre, un humvee resultó alcanzado por un potente artefacto de fabricación casera. La bomba asesinó a Terrazas que iba conduciendo el vehículo e hirió a otros dos marines.

Según una reconstrucción del diario The Washington Post, en los primeros minutos tras la explosión, se produjo un gran silencio. Los marines parecían atónitos mientras se movían alrededor del humvee en llamas. Después, uno de los soldados se hizo cargo y comenzó a gritar, dirigiendo a la patrulla a la casa más cercana a la explosión.

Para las tropas estadounidenses, Haditha era un territorio inhóspito. Todos los días los marines encontraban bombas enterradas en las sucias carreteras cerca de su base.

El reportaje publicado en la revista Time cuenta con el testimonio de Imán Walid, de nueve años, quien vivía en una casa a escasos 140 metros del lugar de la explosión. “Escuchamos un ruido tremendo que nos despertó a todos”, recuerda meses después. “Entonces hicimos lo que siempre hacemos cuando hay una explosión, mi padre se va a su habitación con el Corán y reza para que a la familia no le ocurra ningún daño”. Imán dice que el resto de la familia -su madre, su abuelo, su abuela, dos hermanos, dos tías y dos tíos- se reunió en el salón.

La versión de los marines sostiene que inmediatamente después de la explosión fueron atacados desde la dirección de la casa de los Walid.

Un grupo de marines se dirigió hacia la casa. Imán dice que “escuchó muchos disparos, por lo que ninguno de nosotros salió fuera. Además era muy temprano y estábamos todos en pijama”. Cuando los marines entraron en la casa, empezaron a gritar en inglés. “Primero fueron a la habitación de mi padre, donde estaba leyendo el Corán y escuchamos disparos”, afirma. Según Imán, los marines después entraron en el salón. “No pude verles muy bien la cara, sólo sus pistolas golpeando la entrada. Los vi disparar a mi abuelo, primero en el pecho, después en la cabeza. Después mataron a mi abuelita”.

Imán afirma que las tropas empezaron a disparar hacia la esquina de la habitación donde ella y su hermano, Abdul Rahman, de ocho años, se habían escondido. Los otros adultos protegieron a los niños de las balas, muriendo en el intento. Imán dice que lo hirieron en la pierna con un trozo de metal y que a Abdul le dispararon cerca de la espalda. “Estábamos allí tumbados, sangrando y nos dolía mucho. Después llegaron algunos soldados iraquíes y nos llevaron”.

Según los oficiales del ejército, los marines dicen que luego abrieron fuego en dirección a una segunda casa, lo que les impulsó a romper la puerta de esa casa y lanzar una granada, haciendo saltar por los aires un tanque de propano de la cocina. Luego, los marines comenzaron a disparar, asesinando a ocho personas, incluido el dueño de la casa, su mujer, la hermana, un hijo de dos años y tres hijas jóvenes.

Inmediatamente los marines asaltaron una tercera casa, que pertenece a un hombre llamado Ahmed Ayed. Uno de los cinco hijos de Ahmed, Yusuf, que vive en la casa contigua, afirmó a Time que tras escuchar prolongados disparos de pistola provenientes de la casa de su padre corrió hacia allí. Los soldados iraquíes [de la Guardia Nacional] que estaban en el jardín mirando, le impidieron la entrada. “Me dijeron: `No puedes hacer nada. No te acerques o los estadounidenses te matarán a ti también`”.

Los marines no permitieron que nadie entrara en la casa hasta las 6.30 de la mañana del día siguiente. Yusuf afirma que para entonces los cuerpos habían desaparecido. Metieron todos los cadáveres en bolsas estadounidenses, con cremallera, para cadáveres, y los marines los trasladaron hasta la morgue del hospital de la zona. “Los estadounidenses cogieron a mis cuatro hermanos y los llevaron a la habitación de mi padre, a un armario. Los asesinaron dentro del armario”, asegura Yusuf.

El director del Hospital de Haditha (quien no quiso dar su nombre a Time) afirmó que los marines llevaron 24 cadáveres a su hospital sobre la medianoche del 19 de noviembre. Según el médico, los marines manifestaron que las víctimas habían muerto como consecuencia de la metralla del artefacto explosivo. “Pero para nosotros era evidente que no tenían órganos cortados por la metralla. Las heridas de bala eran muy evidentes. A la mayoría de las víctimas se les disparó en el pecho y en la cabeza, a una distancia muy corta”, dijo.

Un día después de los hechos, un estudiante de periodismo iraquí grabó la escena en la morgue y en las casas donde ocurrieron los asesinatos. El Grupo de Derechos Humanos Hammurabi -que coopera con la organización internacional Human Rights Watch- consiguió el video y lo compartió con Time. La cinta muestra un panorama espeluznante. Se ve que muchas de las víctimas, especialmente las mujeres y los niños, estaban en pijama cuando murieron. Las escenas del interior de las casas muestran que las paredes y los techos están picados con metralla y agujeros de balas así como con indicios de salpicaduras de sangre.

Pero el vídeo no revela la presencia de ningún orificio de bala fuera de las casas, lo que haría caer la versión de los marines de que, tras la explosión del artefacto, los marines y la resistencia iniciaron un duro intercambio de disparos.

La versión oficial de lo ocurrido en noviembre de 2005 fue dada a conocer dos días después del hecho. Decía que 15 civiles habían muerto en la mañana del 19 de noviembre, tras la explosión de una bomba colocada en una calle. Según los comunicados, un vehículo blindado estadounidense recibió el impacto de la bomba que también le provocó la muerte a un infante de marina mientras que otros dos resultaron heridos. Asimismo, se informó que seguidamente los insurgentes abrieron fuego en todas las direcciones y se produjo un intercambio de disparos.

Esta versión se mantuvo hasta enero, cuando la revista Time aportó una copia del video y el testimonio de un testigo al coronel Barry Jonson, uno de los voceros del ejército estadounidense en Bagdad. Tras revisar las pruebas, Jonson las remitió al mando militar, sugiriendo que los sucesos de Haditha requerían “una completa y formal investigación”.

En febrero, un coronel de infantería se desplazó a Haditha para realizar una investigación de más una semana en la que entrevistó a marines, supervivientes y médicos de la morgue. La investigación concluyó, de hecho, que los civiles fueron asesinados por los marines y no por una bomba de la resistencia y que no parece que hubiera resistentes en las dos primeras casas asaltadas. La investigación consideró, sin embargo, que las muertes fueron el resultado de “daños colaterales”, más que un hecho premeditado de los marines.

Un artículo publicado en el diario español El País daba cuenta que los primeros resultados del informe están en manos del Comité de Servicios Armados del Senado. Las evidencias revelan que la incursión de los marines duró entre tres y cinco horas, durante las cuales los soldados, como represalia por la muerte de su compañero, dispararon indiscriminadamente contra los civiles que se encontraron por el camino, “incluidos cinco hombres que estaban junto a un taxi en un control”. También irrumpieron en al menos dos casas y acribillaron a todos los presentes, “incluidos mujeres y niños”.

The Washington Post y Los Ángeles Times también dieron detalles del informe, citando a fuentes del Congreso, el Pentágono y el Ejército estadounidense. Estas fuentes creen ahora que el crimen fue “de naturaleza metódica” y que se falsificaron documentos para ocultar la atrocidad.

Lo que parece claro en este momento es que las muertes de esas dos docenas de civiles no estaba justificada por una amenaza seria y que las pruebas forenses recopiladas en las casas no muestran tampoco que los marines hicieran frente a fuego hostil. Se espera que el trabajo del Servicio Naval de Investigación Criminal esté concluido en junio.

De confirmarse este extremo, será el caso de abusos más grave provocado por las tropas estadounidenses en Irak tras el escándalo en la prisión de Abu Ghraib, considerada por el propio presidente George W. Bush como el mayor error cometido en la guerra.

La fuente: el autor es periodista de la Agencia Periodística del Mercosur (APM).

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