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domingo, mayo 19, 2024

Mahmoud Darwish, poeta palestino: “Hace años que mi nación es sólo lenguaje”

CulturaMahmoud Darwish, poeta palestino: "Hace años que mi nación es sólo lenguaje"

LA VOZ INCLAUDICABLE DE MAHMOUD DARWISH, POETA PALESTINO

“Hace años que mi nación es sólo lenguaje”

La historia del poeta Mahmoud Darwish es un paradigma de la tragedia de su pueblo: nació en una aldea destruida por los israelíes cuando él tenía seis años, vivió la mayor parte de su vida en el exilio, y hace apenas cuatro años fue autorizado a retornar a Ramallah, donde quedó confinado, sin pasaporte ni autorización para viajar. Sus poemas fueron un estandarte durante la revolución de las piedras (Intifada) y también ganaron el reconocimiento de la izquierda israelí. Pero la poesía se revela peligrosa: un proyecto de estudiar su obra en las escuelas de Israel casi hace caer al gobierno de Barak.

Por Ricardo López Dusil

La lucha política entre palestinos e israelíes se libra palmo a palmo y no hay campo en el que no se diriman viejas o nuevas disputas. Ahora, el ministro de Cultura de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Abed Rabó, ordenó que en las escuelas de los territorios autónomos se estudien poemas de autores israelíes, en lo que es una clara reacción a la campaña en Israel contra el poeta palestino Mahmoud Darwish. Abed Rabó dio la orden de que se publique una selección representativa de la poesía israelí, a fin de que se distribuya en las instituciones educativas palestinas, según reveló el diario palestino Al-Ayam. El ministro dijo que su iniciativa “es una respuesta a la campaña israelí de instigación contra Darwish, que se lanzó después de que su homólogo israelí, Yossi Sarid, decidiera incluir sus poemas en el programa de estudios”. Abed Rabó añadió que “dicha medida fue adoptada por la ANP con objeto de ampliar el conocimiento por los palestinos de la poesía israelí, así como de la creación artística en hebreo en todas sus formas”. Nacido donde nada existe Darwish es el poeta árabe contemporáneo más importante. Nació en 1942 en Barweh (Galilea), un pueblo que ya no existe: fue destruido en 1948 por las tropas israelíes. El poeta tenía entonces seis años y fue educado en la escuela israelí. Como resultado de su actividad política, Darwish se enfrentó a arresto domiciliario y prisión. Abandonó Israel en 1971 y vivió en el exilio hasta su regreso a Palestina en 1996. Sus poemas son conocidos en todo el mundo árabe y muchos de ellos han sido musicalizados. Su poesía, naturalmente combativa, ha ganado refinamiento con los años y Darwish goza de reconocimiento internacional. Ha publicado más de treinta colecciones de poemas y obras en prosa, que han sido traducidos a 35 idiomas. Actualmente es el editor en jefe de la prestigiosa revista literaria Al Karmel, que ha reanudado su publicación en enero de 1997. El cineasta israelí Simón Bitón ha hecho un estupendo documental acerca de Darwish (“Tierra, como lenguaje”), estrenado en la cinemateca de Tel Aviv. Militante comunista, Darwish sufrió persecuciones que lo obligaron a abandonar su tierra y radicarse en El Cairo. Durante 25 años Israel le denegó el permiso para regresar a reencontrarse con su madre, su hermano y su patria. Darwish ha vivido ese largo exilio en Beirut, Amán, Túnez y París. “Mi nación es una maleta”, fue una de sus frases más conocidas. También diría: “Al fin de cuentas, hace ya años que mi nación es sólo lenguaje”. Sus poemas son de una hondura maravillosa y tanto los intelectuales palestinos como los israelíes concuerdan en que la suya es una de las obras más bellas que se hayan escrito acerca de esta tierra conflictiva, amada y disputada. La gran parte de la población progresista de Israel, que lee a Darwish, sostiene que debe formar parte del programa escolar. Durante el período de las negociaciones de Oslo, y tras una fuerte presión de dirigentes israelíes de izquierda, se le permitió la entrada a su tierra por cinco días. La única condición que le impusieron Yitzhak Rabin y Mordechai Gur (por entonces viceministro de Defensa) fue hacer público su apoyo a los acuerdos de paz. No lo hizo. Entonces, el periodista Guidon Levi (columnista de Ha’aretz, uno de los diarios de referencia de la sociedad isarelí) dijo lo que todo el mundo pensaba: “Estar en contra de los acuerdos de Oslo sólo les está permitido a los judíos de derecha”. A pesar de que el poeta no apoya estos acuerdos, siempre estuvo en favor del diálogo y la normalización de las relaciones en el Medio Oriente, defendiendo la idea de dos países independientes, uno junto al otro. La actitud crítica de Darwish hacia el proceso de paz, así como sus críticas feroces a la política pactista de Arafat y contra la corrupción de su administración, le granjearon de rebote la enemistad del gobierno de Israel, que hasta 1996 le prohibió el regreso a los territorios autónomos. Finalmente, Israel le permitió la entrada, para confinarlo en Ramallah, donde hasta hace pocos meses ha vivido sin capacidad de movimiento ni pasaporte. “Yo soy mi nombre” La represión de este poeta ha sido también, sin duda, una respuesta a su popularidad, que permitió que uno de sus poemas se convirtiera en el verdadero himno nacional de los jóvenes durante los años de la Intifada, quienes, al tiempo que arrojaban piedras, lanzaban poemas al ejército ocupante: “Yo soy árabe. El número de mi carné es el 50.000. Número de hijos: ocho. El noveno llegará después del verano. Sin apellidos. Yo soy mi nombre. Paciente infinito en un país donde todos viven sobre las brasas de la cólera”. Hace poco Darwish confesó que su deseo es terminar el largo viaje de su vida en la tierra en la que nació. Su historia es un ejemplo de la tragedia palestina. Pero la poesía comprometida de Darwish también fue arma de combate entre los sectores aperturistas y los conservadores del Parlamento de Israel, que amenazaron con hacer caer al gobierno de Ehud Barak. La tempestad fue capitaneada por el partido de oposición Likud (de derecha) y las tres formaciones religiosas que por entonces integraban el gobierno (el Shas, el Partido Nacional Religioso y Torah y Judaísmo), en respuesta a los proyectos del entonces ministro de Educación, Yossi Sarid, quien planteó la posibilidad de introducir poemas de Darwish en el programa escolar de literatura, en un intento de reflejar el “carácter multicultural de la sociedad israelí”. La decisión desembocó en la amenaza de los contestatarios de presentar una moción de censura contra Barak, quien rápidamente decalificó a su ministro para conservar el poder. Todo ello ocurrió ante los ojos escépticos y críticos de Mahmoud Darwish, quien, desde la redacción de su periódico cultural, reflexionó en voz alta: “Este incidente me lleva a pensar sobre la naturaleza del proceso de paz en curso. ¿Se trata simplemente de acuerdos de seguridad? Un proceso de paz exige la apertura de las puertas de la fortaleza israelí, encerrada en su propia cultura. Una paz verdadera obliga a aceptar al otro con todos sus componentes”.   Dos poemas de Darwish El poema de Beirut ¡Bendita sea la vida! ¡Y benditos los vivos sobre la tierra! ¡No bajo los tiranos! ¡Viva! ¡Viva la vida! Hay luna sobre Baalbek. Y sangre sobre Beirut.   El Pasaporte No me reconocieron en las sombras que aspiraron todo mi color en el pasaporte Y mi herida, para ellos, era una exhibición para turistas que aman coleccionar fotos No me reconocieron, oh… No dejes mi palmera sin sol, porque los árboles me reconocen Todas las canciones de la lluvia me reconocen No me dejes pálido como la luna! Todos los pájaros que siguieron mi palmera hasta la puerta del distante aeropuerto Todos los campos de trigo Todas las prisiones Todas las tumbas blancas Todas las fronteras Todos los pañuelos que saludan Todos los ojos estaban conmigo Pero todo eso quedó fuera de mi pasaporte! Sin nombre, ni identidad, en un suelo que alimento con mis manos Hoy Job (*) lloró, llenando el cielo No hagan de mi un ejemplo por segunda vez! Mis maestros! Mis maestros, los profetas! No le pregunten a los árboles el nombre de ella No le pregunten a los valles sobre su madre Desde mi frente explota la Espada de Luz (**) Y de mi mano fluyen vertientes que alimentan ríos Todos los corazones de la gente son mi identidad Así que llévense mi pasaporte! (*) Job es un profeta que Dios puso a prueba. El poeta cree que cada palestino es puesto a prueba igual que Job (Ayyub en el Corán), al punto que Job llora fuertemente implorando a Dios que su situación no se repita con su pueblo. (**) “Espada de Luz”, símbolo de la verdad

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