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jueves, mayo 9, 2024

Libia deslumbra con el desierto y su historia

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Libia deslumbra con el desierto y su historia

El Sáhara, que según los conocedores tiene su expresión más bella en este país del Magreb; el encanto mediterráneo de las ciudades costeras, las muy bien conservadas ruinas del pasado griego y romano y la amabilidad y discreción de sus habitantes hacen de Libia un centro turístico fascinante, todavía muy poco explorado.

Por María Masquelet

Libia ofrece las más variadas facetas del fascinante Sáhara

El Sahara es uno de los atractivos más importantes cuando se piensa en viajar por el norte de Africa. Sin embargo, Libia, que posee las más variadas facetas del desierto, tiene mucho más para ofrecer al turista. Tanto las ruinas de Sabratha y Leptis Magna, dos importantes ciudades del imperio romano, y las del enclave de origen griego Cirene, como el oasis de Ghadames, un antiguo lugar de intercambio comercial perdido en el desierto, son considerados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Además, la gentileza y, sobre todo, la discreción de sus habitantes, hace que Libia se diferencie de otros países de la región. El turista puede recorrer sus calles y sus mercados sin que se lo observe con curiosidad y sin que se lo acose para ofrecerle algún servicio o algún producto. Inclusive, es llamativo que la mujeres occidentales, por más que no respondan a las pautas musulmanas de una vestimenta recatada, puedan circular sin sufrir ninguna molestia y sin siquiera despertar comentarios.

Después de permanecer cerrada al turismo durante tres décadas, Libia decidió convertir este sector en “la industria del siglo XXI”, según declaraciones del mismo Muammar Khadafy. En 1995 se creó el Ministerio de Turismo y, con el auspicio de la Organización Mundial de Turismo, una firma británica realizó un estudio sobre su potencial en este terreno.

Sin embargo, una infraestructura todavía débil y un servicio alejado de los parámetros europeos hacen que sea recomendable que el turista llegue a Libia con una excursión programada de antemano.

La capital, Trípoli (Tarabulus para los árabes y conocida como Oea en la antigüedad), es el principal centro financiero y cultural del país. Los períodos coloniales turco e italiano dejaron fuertes huellas en la arquitectura y la decoración. En el corazón de la ciudad se encuentra la medina, un laberinto amurallado repleto de callejuelas, con vendedores y puestos donde se pueden encontrar artículos de los más variados en un clima absolutamente auténtico, no influido todavía por el turismo.

En la ciudad vieja se encuentra la mayoría de las mezquitas históricas y, también, los “funduk” (pensiones) turcas con importantes patios y los “hamman”, baños en los que se alternan los días de apertura para hombres y mujeres.

Ya fuera del casco antiguo, las mejores vistas de la ciudad se pueden obtener desde el Castillo Rojo o Asal al-Hamra, uno de los edificios emblemáticos de Trípoli, que está construido sobre la colina del norte, al borde del mar. En esta verdadera fortaleza, que tiene aproximadamente 13.000 metros cuadrados, se pueden apreciar interesantes patios, estancias y esculturas, testimonios de otomanos, españoles e italianos, que dejaron su huella en el castillo y en la arquitectura de la ciudad en general.

Cerca de allí, sobre la plaza Verde, se encuentra el Museo de la Jamahiriya, construido con apoyo de la Unesco, que alberga una colección de arte de gran calidad, entre la que se destacan estatuas, mosaicos y elementos de la antigüedad.

Situada sobre el golfo de Sirt, Benghazi, está considerada la segunda ciudad más grande de Libia y es un importante puerto y un gran centro comercial. Destruida en gran parte durante la Segunda Guerra Mundial, no posee sitios de gran interés histórico o arquitectónico. Sin embargo, su situación geográfica la hace un centro turístico importante, por sus extensas y tranquilas playas y porque es un buen lugar de partida para recorrer algunos de los lugares más atractivos del país, como las montañas, con gran vegetación, ubicadas al norte de la ciudad y las ruinas que se encuentran a lo largo de la costa.

El djebel Akhdar es una cadena montañosa con un clima y una flora similares a los de Creta, que contrasta fuertemente con el desierto que cubre buena parte del país. Las partes altas (djebel) están dedicadas a la agricultura, fundamentalmente, al cultivo de cereales y frutales.

Huellas de un pasado de esplendor

El teatro de piedra rosada, la ruina más importante de Sabratha

A sólo 68 kilómetros al oeste de Trípoli, se encuentra Sabratha, cuyos primeros habitantes fueron los mercaderes fenicios que la edificaron en el 146 a.C. Todavía se pueden apreciar los restos de un antiquísimo mausoleo triangular de dicha cultura, con pilares en forma de leones y perros.

Sin embargo, las ruinas más importantes corresponden al momento de esplendor de las colonias magrebíes del Imperio Romano. Templos, basílicas y baños se ubican a orillas del mar, donde, sin duda, se encuentran más vestigios de la antigüedad todavía inexplorados.

La construcción más importante de Sabratha es un teatro de piedra rosada, muy bien conservado, con 108 columnas de mármol y excepcionales bajorrelieves en la escena.

Pero la estrella indiscutible del peso que tuvieron la presencia y la cultura romana en Africa es Leptis Magna, una ciudad de origen cartaginés que se convirtió en un importantísimo enclave romano, llegó a tener 100.000 habitantes y rivalizó en esplendor con la propia capital de los césares. Buena parte de esta grandeza se debió a que el emperador Septimio Severo (193-211), nacido en esta ciudad, puso especial empeño en embellecerla.

Los restos romanos ocupan una extensa superficie junto a la ciudad actual, a unos 120 kilómetros al este de la capital. Estas construcciones se hicieron con mármoles traídos de los distintos lugares del imperio, para combinar los diferentes colores: rosa de Aswan (Egipto), verde de Argelia, gris-rosado de Asia y blanco de Italia.

Entre los edificios que aún se conservan, se puede apreciar el imponente arco de triunfo construido en honor del emperador cuando éste visitó su ciudad natal en el año 203.

Muy cerca de allí, las termas de Hadriaric, enteramente cubiertas de mármol y granito y con enormes piscinas, son las más importantes construidas fuera de Roma.

Un poco más lejos, está el santuario llamado nymphaeum, foros impresionantes parecidos al foro romano, la basílica y el teatro extraordinariamente decorados y un circo parcialmente excavado que se tenía por uno de los mayores de todo el Imperio.

Leptis Magna rivalizó en esplendor con la misma ciudad de los césares

Segundo sitio arqueológico después de Leptis Magna, Cirene formó parte de las Cirenáicas helénicas, las cinco ciudades griegas que formaban Pentápolis, y es la que mejor se ha conservado de ellas. Las ruinas se encuentran junto a la moderna Shahat, a 220 kilómetros al este de Benghazi.

Creada en el siglo VI a.C. como una réplica de la insular Delfos y, aunque sólo ha sido parcialmente desenterrada, Cirene muestra importantes templos, tumbas, el ágora, un gimnasio, el teatro y una enorme necrópolis.

Bien conservada y sin reconstrucciones que le hagan perder su sabor auténtico, tiene además la magia de poseer todavía mosaicos y estatuas ocultos que irán apareciendo a medida que avancen los trabajos de los especialistas.

En el corazón del desierto

Finalmente, es imperdonable visitar Libia y no adentrarse en el Sáhara para experimentar esa fascinación que, según los lugareños y también muchos extranjeros que lo han visitado, ejerce el desierto.

El oasis de Ghadames, a 650 kilómetros al sudoeste de Trípoli y a sólo 8 kilómetros de la frontera con Argelia y a 22 del límite con Túnez, es considerado una puerta de entrada al Sáhara y constituye una parada obligada para las caravanas que atraviesan la provincia de Fezzan.

La nueva Ghadames no tiene ningún encanto especial, pero es un placer recorrer “la perla del desierto”, la ciudad vieja. Al ingresar, sorprende la oscuridad y el aire fresco que invaden el laberinto de galerías cubiertas, blanqueadas a la cal, con pequeñas calles estrechas y tortuosas, construidas para proveer de sombra protectora. Los muros y las bóvedas están profusamente decorados y, en el techo, aberturas parecidas a chimeneas dejan pasar la luz, mientras que es suficiente bajar algunos metros para encontrar agua, transportada por un complejo sistema de irrigación.

Actualmente, esta ciudad, protegida por la Unesco, está muerta: todos los habitantes se han desplazado hacia la periferia, a casas modernas construidas por el gobierno, donde pagan un alquiler muy bajo, y vuelven a la ciudad vieja para ir a la mezquita o para encontrarse y aliviarse del calor en la pequeña plaza del mercado.

De aquí en más, el Sáhara. Para los aventureros, quizás, el momento más esperado del viaje. Libia depara muchos atractivos no difundidos, pero es el desierto el que le dio fama y el que ofrece la posibilidad de experimentar la sensación de pérdida de contacto con el mundo conocido. Las excursiones en vehículos cuatro por cuatro, con buenos guías y todo el equipamiento necesario, permiten al visitante conocer las distintas facetas del Sáhara, desde la “hamada”, desierto de piedras, hasta el “erg”, desierto de arena, desde los paisajes más atractivos hasta los más duros.

Datos para el viajero

DATOS DEL PAIS

Nombre oficial: Gran Jamahiriya Arabe Libia Popular Socialista. Superficie: 1.759.540 kilómetros cuadrados. Población: 5.700.000 habitantes. Capital: Trípoli, con 1.500.000 habitantes. Composición étnica: árabes y bereberes (97%). Idioma: la lengua oficial es el árabe. Muchos jóvenes hablan también inglés y algunos ancianos, italiano. Religión: musulmana sunnita (97%). Gobierno: jamahiriya o “república de masas”. Ubicación geográfica: situada sobre la costa mediterránea, está rodeada por Chad y Níger, al Sur; Egipto y Sudán, al Este, y Argelia y Túnez, al Oeste. Por su tamaño es el cuarto país del continente y se divide en tres regiones principales: Tripolitania, en el noroeste del país; Fezzan, al sur de Tripolitania, y Cirenaica, sobre toda la mitad este.

Historia: invadida en el 106 a.C., Tripolitania, la Libia romana, alcanzó su apogeo en el siglo II, cuando Septimio Severo, natural de Leptis Magna, era emperador de Roma. Con el debilitamiento del imperio, llegaron las invasiones bárbaras, que acabaron con el esplendor de la región en el siglo V. Tras un breve dominio de Bizancio, los árabes se instalaron en el siglo VII e islamizaron el país. En el siglo XVI, la región fue conquistada por los turcos.

Tras las guerras napoleónicas, Libia quedó como el último reducto de Constantinopla en Africa, hasta que en el reparto colonial Italia se hizo con el control. Los colonizadores iniciaron un cruento proceso de “italianización” de la zona entre 1911 y el final de la Segunda Guerra Mundial, período en que la mitad del millón de habitantes nativos fue asesinada o exiliada. En 1951, Libia se independizó con el reinado de Idris, que hizo un gobierno bastante impopular. En 1969, en medio de un intenso ambiente regional de panarabismo, un grupo de oficiales liderado por Muammar Khadafy dio un golpe de estado, destituyó a Idris e inició un proceso de reformas radicales y rompió los vínculos de dependencia de Libia con Occidente y sus compañías petroleras.

El apoyo de Khadafy a numerosos movimientos de liberación de otros países y su dura posición antiimperialista le valieron, durante la década de los 80, el aislamiento de la comunidad internacional y un ataque aéreo de los Estados Unidos sobre Trípoli en 1986. Desde 1988, Libia soportó un duro embargo internacional por su supuesta implicación en el atentado contra un avión de Pan Am hasta que, en 1999, con la aceptación del juicio a dos sospechosos del ataque, comenzaron lentamente a levantarse las sanciones contra el país.

Documentación: pasaporte en vigor e imprescindible visado y telex del Departamento de Inmigración de Libia. No se permite el acceso a los visitantes que tengan en su pasaporte un visado de Israel. Está prohibido ingresar alcohol, carne de cerdo y artículos procedentes de Israel. Turismo: para cualquier desplazamiento por Libia, el turista debe ir acompañado por un guía, por ello es recomendable hacer un tour organizado desde el lugar de origen. Clima: desértico con temperaturas altas y muy seco, aunque más moderado en las costas. La lluvia es muy escasa, especialmente en el interior del país. Temporada: la época más propicia para viajar es de noviembre a marzo, cuando las temperaturas no son tan altas.

Dinero: la moneda oficial es el dinar libio (LYD). Se puede cambiar dinero en los bancos y en los hoteles. No se aceptan tarjetas de crédito y los cheques de viajero son imposibles de cambiar. La divisa más fácil de manejar es el dólar. Salud: no se precisan vacunas ni certificados médicos. Se aconseja no beber agua corriente ni consumir alimentos sin cocinar y tener una especial precaución con el sol. Propinas: no son comunes en Libia, aunque algunos restaurantes añaden entre el 10 y el 15% a la cuenta en concepto de servicio. Dar propina va contra el concepto islámico de la hospitalidad que la población profesa, por lo que pueden rechazar o devolver el dinero dejado.

Gastronomía: la cocina libia, como toda la del Magreb, tiene al cuscús como plato principal, habitualmente hecho sobre la base de cordero. La dominación italiana ha dejado en la dieta libia numerosos platos de pasta. La “sherba”, sopa con muchas especies, naranjas, duraznos, higos y aceitunas, es otro de los alimentos típicos. En el interior, se pueden probar platos típicamente saharianos como el “f’taat”, hecho con pastelitos de trigo cubiertos de carne y salsa. En cuanto a las bebidas, el alcohol está prohibido, así que prácticamente la única opción son las bebidas gaseosas.

Compras: las joyas, en oro la mayoría, los tejidos y los trabajos en cobre son los objetos más apreciados por los visitantes, pero en las zocos, la variedad de artículos hace que se puedan encontrar tanto ropa como artesanía interesantes.

La fuente: la autora es periodista del diario La Nación, de Buenos Aires (www.lanacion.com.ar).

 

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