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jueves, mayo 9, 2024

Los turistas empiezan a visitar las riquezas de Libia

TurismoLos turistas empiezan a visitar las riquezas de Libia

Los turistas empiezan a visitar las riquezas de Libia Desde que el gobierno del coronel Muammar Khadafi inició su campaña para abrir las puertas del país al mundo, renunciando al terrorismo y al desarrollo de armas de destrucción masiva, los turistas europeos han llegado a Libia aprovechando paquetes turísticos baratos.Hassan Hudana tiene un hotel modesto y un sueño ambicioso. Sus 14 habitaciones desvaídas se encuentran entre las mejores comodidades que se puede ofrecer a los visitantes de la antigua ciudad de Ghadames con sus casas de adobe y oscuras callejuelas sinuosas. Pero el vestíbulo da la medida de sus esperanzas.

En una vitrina de vidrio se encuentra un modelo de plástico del hotel que Hudana sueña construir, un complejo amplio de suites de lujo, restaurantes y un centro de compras con piscina, canchas de tenis y sauna. El diseño sigue el modelo de la ciudad que los turistas vienen a ver.

Hudana sostiene reuniones con inversionistas italianos y alemanes en la esperanza de concretar su proyecto. Dice que necesita dinero y asesoría de comercialización, y asegura que conseguir turistas no es el problema.

Desde que el gobierno del coronel Muammar Khadafi inició su campaña para abrir las puertas del país al mundo, renunciando al terrorismo y a las armas de destrucción masiva, los turistas europeos han llegado a Libia aprovechando paquetes turísticos baratos.

En febrero, Estados Unidos levantó las restricciones que durante 23 años prohibieron los viajes de los norteamericanos al país magrebí.

Los libios aguardan ansiosos la llegada de jets llenos de turistas en la esperanza de divisas para estimular su alicaída economía. Muchos esperan también que los visitantes traigan nuevas ideas y presionan al gobierno para que el país se abra aún más.

Libia tiene mucho que ofrecer a los turistas.

Sus ruinas romanas rivalizan con las de Roma. Pero hay mucho más. Libia tiene también ruinas de antiguos bastiones griegos, asentamientos fenicios y ciudades bereberes. Ostenta castillos en lo alto de montañas y oasis en el desierto. Sus playas del Mediterráneo son diáfanas y en las mayores ciudades se están construyendo hoteles de primera clase.

“Se puede seguir toda la civilización en un solo sitio”, dice el agente de excursiones Hussein Rahid. “La gente que viene desde otros países lo disfruta mucho”.

El año pasado 350.000 turistas visitaron Libia, el mayor número jamás recibido, dijeron funcionarios del Ministerio de Turismo con la condición del anonimato. Agregaron que se proyecta la llegada de un millón de turistas por año para el 2010.

Las autoridades negocian con empresas extranjeras la construcción de hoteles y centros turísticos con 100.000 camas para ese entonces, asegura el ministro de Turismo, Ammar Al-Taif.

Si vienen, no se decepcionarán.

Caminando por las casi desiertas ruinas de Leptis Magna, uno puede imaginarse a los romanos y fenicios que vivieron en el lugar entre el 49 antes de Cristo y el 800 de nuestra era.

Un arco magnífico -piedra caliza recubierta en mármol- conmemora una visita del emperador Septimio Severo, nacido en Leptis Magna en el 145 AD. Los mercados conservan grabados con imágenes de los pescados, verduras y carne de animales silvestres que alguna vez se vendieron aquí.

Un anfiteatro monumental con asientos para más de 5.000 espectadores mantiene su notable acústica. A ambos lados del proscenio están las entradas a las tribunas. Desde los asientos más elevados los visitantes se deleitan con la vista de dunas majestuosas y el mar chispeante.

Tierra adentro, desde donde se divisa el desierto a lo alto de montañas imponentes, la ciudad de Nalut luce un castillo excavado en una cumbre rocosa. Construido hace ocho siglos, tiene siete pisos de cuevas donde se almacenaban alimentos para protegerlos de los merodeadores.

Las escaleras precarias serpentean junto a los muros hasta las 500 habitaciones, muchas de las cuales todavía conservan recipientes de aceite de oliva construidos en los pisos. En el cielo raso se ven inscripciones coránicas.

Al penetrar el desierto, los visitantes pasan junto a manadas de camellos que galopan por el sendero solitario. La vegetación da paso a terreno pedregoso tachonado de matorrales, y poco a poco las dunas se van adueñando del paisaje anunciando el comienzo del desierto del Sáhara.

“Es muy interesante”, comenta Franz Schneider, un administrador ferroviario que vino desde Viena.

Él y una amiga aprovecharon una oferta de un viaje de una semana para dos en tres destinos libios, incluyendo pasajes de avión, hotel y comidas por 1.723 dinares libios (1.295 dólares) por persona. Dijeron que no podían perdérselo.

Después de disfrutar de la puesta del sol desde las dunas, la pareja descendió a tomar fotografías de tuaregs -con sus rostros cubiertos por chales coloridos- que danzaban bailes tradicionales mientras sus mujeres con atavíos recatados cantaban y percutían tambores.

Luego se trasladaron al cercano oasis de Ghadames. Su sector viejo con casas de adobe tienen un intrincado sistema de canales subterráneos que hacen surgir el agua a borbollones en las plazas, dando un respiro en medio de las callejuelas claustrofóbicas que se entrecruzan en casi toda la ciudad.

Otra red de balcones interconectados permitía a las mujeres desplazarse de un techo a otro para evitar ser vistas por los hombres en las calles más abajo.

Pese a su esplendor, poca gente visita Ghadames. En el 2003, apenas 600 turistas llegaron, dijo Najmadeen Salam Hoda, que trabaja para la operación turística del gobierno aquí. Antes de la imposición de sanciones, Ghadames recibía 4.000 visitantes por año.

La fuente: agencia de noticias AP

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