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martes, mayo 14, 2024

Abdul H. Sadoun, poeta iraquí

CulturaAbdul H. Sadoun, poeta iraquí

Abdul H. Sadoun, poeta iraquí

Abdul H. Sadoun nació en Bagdad el 13 de agosto de 1968. Es Licenciado en lengua y literatura hispánicas. Ha publicado los libros: El día lleva traje manchado de rojo (cuentos, 1996), Encuadrar la risa (poesía, 1998). Además, es traductor de obras de autores árabes al español. Reside en España.

El hotel de Borges

En sus esquinas hay cuerpos de toros, algunos con cabezas humanas. Y en sus dormitorios todavía criados medievales. Es el hotel que tiene su nombre. Viajero, llego a la esquina de los toros y sin aliviar mi fatiga, sin esperar otro naufragio, descubro que lo llaman Borges, ofrece el nombre. Es su hotel, Borges, se esquina en la antigua Lisboa, está allí aunque nada saben de su nombre. Cuidan la estatua de Ricardo Reis o su sombrero mientras hablan; quizás imaginen que mis gafas son como las de Ricardo Reis. El peligro, dicen, cuando avanza no distingue. Ellos no ven la arteria de sus manos luchar contra el relámpago en las habitaciones del relámpago, donde las señoritas dicen “señor” y los ascensores aguardan nuestros pasos, quietos como unicornios domesticados. Puede que todo se le parezca menos este hotel que nombran Borges. A cada momento me ilusiona que pueda entrar o salir, pero se trata sólo de unas habitaciones misteriosas, de un edificio que se acoda en el viento, Borges con una máscara diferente. Una placa de cobre a la entrada, encima del edificio, es quien señala su nombre. No he vivido en este hotel, cruzo con pasos tranquilos pensando en los sueños de la próxima noche o la siguiente. Al fin del viaje, esquivando a los porteros, su largo camino, veo a María Kodama, el pelo de plata, atraviesa el umbral. La llamo arqueando los dedos. -Acércate, también, dice, quizás viene enseguida, quizás te vea. Pero él no entiende de los edificios ni de las esquinas, aunque una placa de cobre aquí arriba señale su nombre. Peces muertos

Los peces muertos de la fuente, ¿acaso sienten su frío caído de lo alto? ¿acaso miran con asombro mi nuevo traje ceñido como un cinturón de tela revuelta por las aves del viento? Cada día, en el autobús, cruzo cerca de ellos. El hombre de siempre, inclinado sobre la fuente pule sus escamas de piedra. Los peces muertos, ¿en qué piensan si no pueden nadar?

Esteras de tanques

Qué pacifista la gente de aquí, ofrecen las dos mejillas, si más tuvieran las ofrecerían a su destino; mientras tus labios buscan palabras que recuerden. Aquí la gente no conoce la maldad.

Más vale que se enjaulen en su aburrimiento -hasta prefiero su mansedumbre- pues ellos no han sabido de guerras. Es como si Speilberg no los hubiese invadido con sus dinosaurios. No se desangraron por las túnicas de Kubric.

Les digo: -Ay de sus inteligencias. Y me protejo bajo sus mismos paraguas.

Aquí ríen mucho, sin miedo, tocan mi barba crecida y carcajean: -Háblanos de lo que sabes, de tus esteras. e…s…t…e…r…a…s. Y arrastran la palabra como un paño extendido.

La gente, aquí, me confunde con un cuentero y me llevan, amablemente, con bondad, en sus brazos.

Suceden cosas

Suceden cosas mientras duermo. Ayer, la vecina solterona quemó su casa y todos nos ahogamos en su fuego, el fuego que sucede cuando ella abre sus piernas.

Otras cosas suceden, por ejemplo, sucede que duermo entre las nueve y hasta las nueve -sucede que no tengo bastante tiempo-, por ejemplo, sucede que pasan las gentes y nuestra otra vecina dormita en el umbral de su casa vacía, sólo habitada por almas gritonas y el traqueteo de unos platos de la época de Alfonso XIII.

Y así, suceden cosas, otras más, mientras sigo durmiendo sin hallar quién me cuente eso que sucede. Y no sé que los vendedores bajo mi casa roban libros, mis libros, y los venden como papel barato a los gitanos. Sienten que duermo tranquilo, modestamente, y ríen con amabilidad, se acarician la piel el uno al otro como por contagio, y nada sucede, nada.

Intento adivinar la luz en la orilla oscura y no puedo, quizás vuelvo la cabeza hacia una pose más cómoda, sólo eso sucede.

Todo el día duermo entre las nueve y hasta las nueve, esperando que suceda alguna cosa. Así es de profundo mi dormir.

En el gentío de las nubes

Cuando me divises en el gentío de las nubes, custodiado por mi silencio y la soledad de los muertos que viven en mi alma, llámame sin nombre porque no responderé. La fuente: http://www.jehat.com/

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