19.4 C
Buenos Aires
domingo, abril 28, 2024

“Cada libro es una manera de desertar del cuartel”

Cultura"Cada libro es una manera de desertar del cuartel"

“Cada libro es una manera de desertar del cuartel”Yasmina Khadra vuelve a la narrativa con “Las golondrinas de Kabul”, una obra que retrata a un Afganistán ahogado por el fanatismo religioso. Khadra -seudónimo femenino del ex militar argelino Mohamed Moulesshoul- saltó a la fama con obras como “Morituri” o “Lo que sueñan los lobos”, y fue durante años un dilema. Se la conocía como “la escritora sin rostro”, en parte por su negativa a conceder entrevistas. Pero a fines de 2000, Moulesshoul puso punto final a la incógnita y mostró su verdadera identidad. El escritor, que a los 9 años fue entregado al ejército por su padre, un ex combatiente de la guerrilla que le dio la independencia a Argelia, admite que esa experiencia traumática lo llevó a la literatura. “Cada libro era una manera de desertar de ese cuartel”.

Por Ricardo López Dusil

Yasmina Khadra.

Las golondrinas de Kabul, una novela que retrata la realidad de un Afganistán ahogado por el integrismo islámico, es la última obra de Yasmina Khadra -seudónimo femenino de Mohamed Moulesshoul-.

Yasmina se enfrenta ahora al integrismo con palabras. Antes, cuando era militar y firmaba con su verdadero nombre, Mohamed Moulesshoul (Orán, 1955), lo hizo con los armas. Y es que Mohamed Moulesshoul, que actualmente reside en Francia, comenzó a escribir en su Argelia natal compaginando la literatura con su vida de soldado hasta que la censura que los mandos militares pretendían imponerle, lo obligó a ocultar su identidad durante diez años tras el nombre de su esposa.

Yasmina Khadra quien alcanzó fama internacional con obras como “Morituri”, Lo que sueñan los lobos o Los corderos del señor, novelas que denuncian el drama que sufre Argelia, la corrupción política, o la amenaza fundamentalista. También es autor de una obra muy bien acogida por la crítica: El escritor.

Develar el verdadero rostro de Yasmina (conocida por entonces como “la escritora sin rostro”) se convirtió en un dilema, hasta que en diciembre de 2000, Moulesshoul puso punto final a la incógnita y mostró su verdadera identidad, aunque también manifestó su deseo de seguir escribiendo bajo este seudónimo.

Yasmina Khadra cultiva con asiduidad el género negro – “El otoño de las quimeras”, “Morituri”-; sin embargo, ahora vuelve al panorama literario narrando el drama de un Afganistán dominado por los talibanes. A través de las vidas de varios personajes, Khadra radiografía la vida en un mundo ahogado por la intransigencia y la irracionalidad, en una obra cuyo contenido traspasa fronteras y sirve para comprender el terror que produce cualquier fundamentalismo -no sólo el islámico-.

A los nueve años, Mohammed Moulessehoul ingresó al ejército por mandato paterno, un ex guerrillero de la independencia, y fue soldado durante 36 años, de los cuales ocho luchó contra el fundamentalismo en su país.

Ha escrito 15 libros, de los que cinco son novelas policiales. Sus seis primeras obras las firmó con su verdadero nombre, cuando era oficial del ejército, y tenían que pasar por una estricta censura.

Además los críticos literarios de Argelia lo desalentaron. ”Me comparaban –cuenta- con poetas árabes y, claro, la diferencia era muy grande. Pero mi mujer me animó a seguir escribiendo bajo su nombre y en Francia encontré más reconocimiento”.

En un reciente reportaje dado al periodista Eduardo Mosches (La Jornada Semanal), Khadra-Moulessehoul habló de Argelia, el integrismo musulmán, el exilio, la guerra civil y las dificultades y necesidades que conlleva la expresión literaria en un contexto particularmente adverso.

Estos son algunos de los pasajes más ricos del encuentro:

-Tu fecha de nacimiento se asocia directamente con el proceso de la revolución anticolonial argelina. ¿Cómo viviste tu infancia y adolescencia?

–De la misma forma que Argelia: libre. Abrimos los ojos al mundo al mismo tiempo, a la belleza de las personas, y ambos teníamos el mismo sueño: contribuir de una manera u otra al mejoramiento de la humanidad… Por desgracia, una vez que se fueron los coroneles, lamentablemente el país estuvo dirigido por gente que no estaba preparada ni psicológica ni políticamente… para realizar su trabajo de líderes. Era gente que había vivido en la miseria y que pasó repentinamente a la prosperidad y no comprendía mucho lo que le estaba pasando, y no dejó de hacer tonterías.

–Un elemento que uno presumió, desde afuera de la revolución argelina, era el carácter laico y presuntamente socialista de ella. ¿Cómo entender en el proceso de una revolución la presencia del integrismo, del fundamentalismo musulmán en Argelia?

–Hay un proverbio argelino que dice que el cuervo trata de volar como la paloma porque perdió su propia manera de volar… Argelia no tenía necesidad de socialismo, el gran error de nuestros dirigentes fue alinearse con una manera de vivir que no era nuestra. Eramos una sociedad tribal, con tradiciones ancestrales, teníamos una fe que era el Islam, y comportamientos que nos venían de los beduinos. Quisieron aprisionarnos en un espacio cerrado, que estaba en las antípodas de lo que podrían ser nuestras propias reacciones. De ese modo, lo que consiguieron fue encerrarnos en un sarcófago, pero vivos, y lógicamente esto no podía crear más que un monstruo. Por lo tanto, el integrismo es una reacción apasionada… frente a una manera de vivir que no tenía nada que ver con nosotros. La guerra que estamos viviendo en Argelia era previsible, porque la sociedad estaba construida sobre arenas movedizas…

–¿Es factible en Argekia una sociedad laica, en la cual cada individuo tenga el derecho de ser adepto o no, a la religión que desee?

–Es inevitable. Siempre se impuso a los argelinos un modo de vida que no querían. Actualmente, es imposible imponer a los argelinos cualquier nuevo tipo de vida. Por un fenómeno de rechazo el argelino es hostil a cualquier imposición externa; consiguió adquirir algunos derechos con dolor y sangre, y creo que no está dispuesto a renunciar a ellos, así que sólo tenemos una salida: la libertad individual. Cada uno puede hacer lo que quiera, a condición de no violar el espacio de los otros.

–¿Qué te ha producido el exilio; se expresa en tu literatura?

–Creo que siempre fui un exiliado. Un escritor en una institución militar está exiliado. El mundo exterior no debe conocer esa vocación. Los dogmas y las normativas militares no favorecen la creatividad. Por eso, de alguna manera me refugié en los libros y eso es un exilio. Cuando empecé a escribir me refugié en mis propios libros, y eso es otro exilio. Tratar de influir y convencer a una institución por la palabra, cuando te han dicho que sólo creen en las órdenes, que sólo responden a órdenes… es un diálogo de sordos y también ahí hay otro exilio, que se podría definir como exclusión. Cuando me fui a Francia no fue huyendo, sólo quería un espacio donde pudiera escribir en paz y comunicarme y aprender. Y todo eso no podía encontrarlo en mi país. Como hombre, como escritor y como soldado, me prohibo a mí mismo huir ante el enemigo. Y no creo que exista ningún lugar, ni un hombre, ni una institución, nada, que me impida regresar a mi país. Creo, al contrario de muchos argelinos, que defendí a mi país con las armas y con la pluma, por eso me considero un ciudadano de cuerpo entero, absolutamente indisociable de su país.

–Al principio escribiste tu obra en árabe, y el cambio al francés se dio a través de ese proceso de exilio externo. ¿Cómo has sentido y percibido, qué se da en ti y en tu obra con ese cambio en el lenguaje?

–Creo que es una transformación afectiva, yo fui un niño al cual le robaron el amor de sus padres y por eso creía que yo no le interesaba a nadie, y escribir era de alguna manera ir hacia los demás.

–¿Por qué dices que te robaron el amor de tus padres?

–Entré muy joven en el ejército argelino, a los nueve años. Argelia acababa de conquistar la independencia y mi padre, oficial de la guerrilla, me entregó a las instituciones militares. No sé por qué lo hizo, por qué se quiso separar de mí. Nunca llegamos a hablar de esto. Fue muy duro. No conseguí superarlo. Un niño no puede entender que su familia se desprenda de él para entrar en un cuartel. Mi cuartel era una fortaleza de la que no podía salir y ver el mundo. Por eso escribí libros: cada libro era una manera de desertar de aquel cuartel y aquella situación.

Empecé a escribir en árabe, porque tenía una formación en árabe. Desgraciadamente, cada vez que presentaba mis textos, mi prosa, a mis profesores de árabe, se negaban a captar el fondo y me humillaban señalándome faltas, problemas de sintaxis, etcétera. Su cerrazón y su incomprensión me afectaron mucho. Paralelamente mis profesores de francés se interesaban en lo que yo escribía; a pesar de la mediocridad de mi estilo habían intuido algo, y pensaban que tenían que hacerme consciente de ello, que tenían que promoverlo. Y fue su interés el que hizo que yo, un niño olvidado e ignorado por todos, me interesara y me acercara a ellos. Entonces empecé a escribir en su lengua para que me miraran y para ser reconocido por ellos. Es así que, con toda naturalidad opté por la lengua francesa.

–¿Cómo has percibido esos ocho años de guerra civil?

–Durante esos años viví una experiencia terrible, sentía rabia y pena y los libros fueron una terapia. Creo que es imposible evitar la violencia porque está dentro del ser humano. Lo inhumano es la verdad de ser humano. Se vive en un péndulo: a veces te decantas por el lado bueno. La historia de la humanidad es la del mal y la del bien, y la literatura puede ayudar a captar y entender esta catástrofe humana.

–¿Cuáles crees que fueron los elementos que posibilitaron una fuerte presencia social del integrismo en Argelia?

–Para justificar fortunas colosales se fomentó un paso del socialismo al capitalismo sin sobresaltos, para lo que había que situar el peligro en el pueblo. La nomenklatura oficializó el integrismo y cuando éste tomó las riendas del movimiento social lo ilegalizaron. Eso detonó la guerra civil. Se trataba de legalizar el dinero, parar la guerra y reconstruir el país. La solución debe venir del pueblo, no del integrismo, que es una secta. Los argelinos no creen en la violencia, quieren vivir en la democracia. Soy musulmán practicante, pero quiero que haya mezquitas y bares y que cada cual pueda elegir donde quiera ir.

–Como escritor eres Yasmina. Este cambio, el seudónimo con nombre de mujer, ¿podría expresarse en una mirada de mujer, o en un acercamiento al mundo femenino en tu propia literatura?

–Desde el principio nadie pensó que hubiese una mujer detrás de Yasmina. Muchas mujeres estuvieron muy orgullosas y querían encontrar a una mujer, pero en el fondo sabían que no iban a encontrarla, porque hay que ser un hombre para ser tan virulento, en fin, macho, y tan violento.

–Es posible pensar que cada ser humano lleva en sí componentes de género, femenino y masculino, y que esto es resultado mixto de esa totalidad, ¿cuál es tu parte femenina?

–Mi parte femenina es mi amor por las mujeres.

La fuente: El autor es director periodístico de elcorresponsal.com. Para este artículo ha utilizado información propia y de La Jornada Semanal (México) y El Mundo (España).

Más

Eacute;coutons la «nouvelle conscience islamique»

Écoutons la «nouvelle conscience islamique»...

Los tikar de Camerún, un pueblo antiguo que busca recuperar sus raíces

La cultura tikar, cuya artesanía ha sido reconocida por la Unesco como un aporte muy importante al patrimonio universal, corre riesgos de desaparecer en el olvido. Un grupo de intelectuales de ese origen se agrupó en la organización Dinámica Cultural Tikar, que patrocinó recientemente un foro de jefes tradicionales de este grupo étnico de Camerún para recuperar las raíces.

Cuatro poemas del palestino Juan Yaser

Juan Yaser (Hanna Yacir) nació en Tayiba, Jerusalén, el 15 de septiembre de 1925. Con la proclamación del Estado de Israel pasó al exilio y llegó a la Argentina. Se radicó en la provincia de Córdoba, donde soportó el exilio hasta su muerte, el 28 de agosto de 1996. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y único caso después de Yibrán Jalil Yibrán que, habiendo transcendido literariamente en el mundo árabe, alcanza notoriedad en países de habla hispana".

El talento de un pesimista

Revelador del amor por la tierra de sus ancestros del multipremiado Bahman Ghobadi, "Las tortugas también vuelan" es, al igual que sus otros largometrajes, ajeno al cine didáctico y de barricada. El film se basa en las historias sobre víctimas de minas diseminadas en Kurdistán que Ghobadi escuchó de su madre y su abuela, y la película contribuye a ubicar las vicisitudes del pueblo kurdo, en una progresión iniciada por el cine en los años ochenta. Escribe Ignacio Klich.

La voz de Qassim Haddad, poeta de Bahrein

LA VOZ DE QASSIM HADDAD, POETA DE...