16.6 C
Buenos Aires
lunes, abril 29, 2024

Los judeo-marroquíes en Buenos Aires (I)

SociedadLos judeo-marroquíes en Buenos Aires (I)

Los judeo-marroquíes en Buenos Aires (I)Pese a que dentro de la comunidad judía que llegó a la Argentina los procedentes de Marruecos constituyen el subgrupo menos numeroso, presenta algunas características peculiares: se trata del primer grupo de judíos sefaradíes llegados al país -anticipándose casi una década a la gran ola inmigratoria ashkenazí-; fueron los primeros en organizar una comunidad judía específicamente sefaradí, oficialmente reconocida por la Argentina, y, por último, ya en 1897 fundaron su propia asociación de sepultura, al establecer en Avellaneda el primer cementerio de la colectividad judía en la Argentina. En este trabajo (1), Diana Epstein analiza las pautas matrimoniales de los judeo marroquíes en Buenos Aires, en el período 1875-1910.Por Diana Lía Epstein Universidad de Buenos Aires La llegada a la Argentina de inmigrantes de la comunidad judeo-marroquí comenzó a mediados del siglo XIX. Aunque puede afirmarse que esta corriente inmigratoria fue fluida y constante durante el período comprendido entre 1870 y 1930 -fecha en que las autoridades argentinas limitaron la inmigración-, es probable que el número anual de inmigrantes de este origen nunca haya superado los 200. Por lo demás, el hecho de que en la Argentina ningún censo de población discrimine, dentro del grupo de los “israelitas”, el subgrupo “sefaradí”, dificulta la posibilidad de determinar con exactitud la cifra total, que, sin embargo, según algunas estimaciones, nunca habría superado los varios centenares de familias. (2)

Si bien puede considerarse que, en sus inicios, esta corriente inmigratoria fue muy escasa, su número comienza a crecer en la primera década del siglo XX, hasta alcanzar su punto más alto en 1906, con 182 entradas. Cifras similares se verifican para los años 1907 y 1908, fecha a partir de la cual vuelve a decrecer, hasta 1914, en que sólo se registran 37 entradas. Consecuencia seguramente de los efectos de la Primera Guerra Mundial, el descenso en las entradas no se revertirá con la finalización del conflicto: hasta 1920 se registran cifras inferiores a las 100 entradas anuales. (3)

Pese a que dentro de la comunidad judía que llegó a la Argentina el que nos ocupa representa el subgrupo menos numeroso (4), nuestro interés en él reside en que presenta algunas características peculiares. En este sentido, se trata del primer grupo de judíos sefaradíes llegados al país (5) -su presencia se encuentra documentada ya en 1875 (6), es decir, anticipándose casi una década a la gran ola inmigratoria ashkenazí- (7); en segundo lugar, fueron ellos los primeros en organizar una comunidad judía específicamente sefaradí, oficialmente reconocida por la Argentina (8); y, por último, ya en 1897 fundaron su propia asociación de sepultura, al establecer en el barrio de Avellaneda el primer cementerio de la colectividad judía en la Argentina. (9)

Independientemente de esta inmigración espontánea, llegó otro grupo menos numeroso, promovido por la Alliance Israelite Universelle, cuyo número no es posible determinar, aunque sí su composición: se trata de un conjunto de maestros marroquíes, llegados al país para enseñar castellano a los pobladores judíos ashkenazíes de las colonias del interior (10), quienes, provenientes de Europa Central y Oriental, veían dificultada su integración al medio por desconocimiento del idioma local.

Por otra parte, el dato de que, si bien con excepciones, una vez arribados al país en general no se alojaran en el Hotel de Inmigrantes permite suponer que llegaban atraídos por parientes o amigos, lo cual nos devuelve al hecho de que entre ellos operaba la “cadena migratoria” (11) y plantea, además, la necesidad de profundizar en la importancia y el peso que las redes interpersonales tuvieron en la llegada del subgrupo judeo-marroquí al país.

Aunque algunos optaron por instalarse en la Capital, especialmente en la zona sur -en los alrededores de los barrios de San Telmo, Concepción y Montserrat-, la mayoría se dispersó hacia los centros urbanos del interior, para radicarse sobre todo en la zona del litoral (provincias de Santa Fe y Entre Ríos), o en Córdoba y el Chaco (12), hecho en el que reside otra característica que los diferencia del resto de las inmigraciones judías llegadas al país. (13)

Por lo que respecta a su ocupación laboral, sólo encontramos datos discriminados por profesiones para el año 1909 (14). Sin embargo, todo hace suponer que la buhonería constituyó la principal ocupación de todos los sectores de la población sefaradita, aunque más tarde muchos de ellos estuvieron en condiciones de abrir tiendas al por menor, comercios mayoristas y finalmente industrias. (15)

Otra característica distintiva de estos inmigrantes la constituía su lengua, llamada jaquitía, consistente en una modalidad particular del judeo-español que desarrollaron en Africa del Norte. El tipo fónico más emparentado con este dialecto es el andaluz (16), razón por la cual al llegar a la Argentina hablaban correctamente castellano, aunque esporádicamente, en la vida familiar, seguían utilizando su lengua (lo que todavía ocurre en la actualidad, si bien en menor medida) como una forma “secreta” de comunicación. En cuanto a sus instituciones y a su vida comunitaria, desde muy temprano se agruparon con propósitos de ayuda recíproca, con fines sociales y para celebrar oficios religiosos. La comunidad contaba con 3 asociaciones: el templo (hasta 1974 existían tres sinagogas), el cementerio y el club social, que funcionaban independientemente, cada una de ellas con su correspondiente personería jurídica. (17)

En el marco de las características generales descritas, interesa destacar los particulares vínculos que estos inmigrantes mantuvieron con el resto de la comunidad judía. En términos generales, con los judíos ashkenazíes la relación fue conflictiva y distante, lo que encuentra su explicación en las poderosas y largamente sostenidas divisiones que los separaron en torno de la cuestión religiosa (18). Por otro lado, es un error suponer que los sefaradíes argentinos hayan constituido un conjunto uniforme: cada grupo llegó al país con las tradiciones y costumbres propias de su lugar de origen y constituyó aquí su propio sistema organizativo (19), como consecuencia de la estratificación judía en torno a divisiones religiosas (ashkenazíes versus sefaradíes), nacionales (judíos de Marruecos versus judíos de Siria) e incluso regionales (judíos de Alepo versus judíos de Damasco), lo que constituye una prueba de la fragmentación interna de la vida judía en la Argentina. (20)

Objetivos

Hasta aquí hemos esbozado algunas de las particularidades que caracterizan a este grupo étnico. Corresponde ahora enunciar el objetivo de este trabajo, que consiste en determinar el nivel de cohesión alcanzado por estos inmigrantes con el resto de la comunidad judía (tanto ashkenazí como sefaradí), por un lado, y, por otro, en analizar su grado de integración social con la sociedad receptora de la ciudad de Buenos Aires durante el período 1875-1910. Si aceptamos, como afirma Ruth F. de Seefeld (21), que la integración social es “sólo una dimensión del proceso de integración y se refiere al tipo de interacción, a los vínculos que se establecen entre los inmigrantes, la población nativa y los descendientes de todos ellos”, podemos afirmar con certeza que, dentro de estos vínculos, la selección del cónyuge juega un papel importante. Es por ello que las pautas matrimoniales de los miembros de una comunidad determinada constituyen un indicador fundamental, aunque no el único, de su integración social.

Tomando este elemento como punto de partida, decidimos encarar el estudio de las actas matrimoniales, del que habrían de surgir datos que nos permitirían evaluar el grado de endogamia para el caso de la primera generación de inmigrantes. Luego, si el análisis de estos documentos confirmaba la existencia de altas tasas de endogamia, estaríamos en condiciones de estudiar la interacción de una serie de indicadores que no sólo sustentarían, sino que retroalimentarían, la presencia de este fenómeno.

De este modo, para completar el análisis de las características del comportamiento matrimonial de la comunidad judeo-marroquí, incorporamos a nuestro estudio una serie de interrogantes, cuya respuesta nos permitió obtener una imagen más comprehensiva de todo el proceso: cuáles fueron las principales regiones desde donde partieron, cúales fueron sus mecanismos de llegada al país, cómo incidió la mencionada centralización con respecto a sus lugares de residencia, qué relación existió entre la edad de los cónyuges en el momento del casamiento con las estrategias familiares elegidas, etc., todo lo cual nos permitió analizar los modos de funcionamiento y la influencia que las redes sociales -ya sea parentales o regionales- tuvieron en la elección del cónyuge, teniendo en cuenta que probablemente haya sido en torno a estas redes que se construyó la sociabilidad de los grupos migratorios. (22)

Para el estudio de los criterios de selección matrimonial de esta comunidad se recurrió al análisis de las Actas Matrimoniales registradas en el Archivo del Registro Civil (23), entre las cuales -para el período 1890-1910- se seleccionaron las correspondientes a los barrios de San Telmo, Concepción y Montserrat (24), zonas que, según información suministrada por ACILBA (Asociación Comunidad Israelita Latina de Buenos Aires), fueron las de mayor concentración de este grupo de inmigrantes (25). Esta circunstancia es importante debido a que la ya mencionada centralización residencial de esta comunidad opera como un condicionarte fundamental de las formas en que se constituyó su sociabilidad.

Una vez ubicados los barrios, se relevaron en sus actas matrimoniales los enlaces que tuvieron lugar entre los miembros del grupo judeo-marroquí, para lo cual se utilizaron como criterio de selección los apellidos de los contrayentes, obtenidos a partir de diversas fuentes (26). De esa manera, conformamos un listado de noventa apellidos (27).

En lo que respecta al corte temporal, nuestro trabajo se propone relevar el total de matrimonios marroquíes ocurridos en el período 1890-1930. En la primera etapa de la investigación, nos concentramos en el período 1890-1910, que sólo incluye la primera generación de migrantes, para continuar luego con el análisis del período 1910-1930, lo que nos permitirá comparar los criterios de selección matrimonial elegidos por la primera y la segunda generación. Es precisamente a partir de la segunda generación cuando, presumimos, se registran elevados porcentajes de casamientos mixtos (28).

Víctor Mirelman señala que si bien existen diversas pautas para medir el grado de asimilación con la sociedad receptora, “un indicio crucial de asimilación es el fenómeno de los matrimonios mixtos” (29), situación que parecería haber sido habitual en la población radicada en el interior del país, tanto por el reducido tamaño de la población judía como por el hecho del número desigual de individuos de uno y otro sexo, condiciones ambas que parecen actuar como determinantes del matrimonio mixto (30).

Los datos obtenidos en las Actas de Matrimonio para la ciudad de Buenos Aires sugieren una situación diferente, al menos por lo que respecta a la primera generación de inmigrantes judeo-marroquíes. En efecto, la aparente tendencia a la asimilación que presenta el judaísmo en la Argentina se vería en este caso acentuada por otros factores: por un lado, por el hecho de que los inmigrantes marroquíes llegaron al país hablando castellano; por el otro, debido a que, en muchos casos, sus apellidos se confundían con apellidos españoles. En este sentido, las actas matrimoniales registran, entre otros, apellidos judeo-marroquíes como García, Medina, Moreno, lo que habría posibilitado una más rápida integración a la sociedad receptora.

Para el período 1890-1910, detectamos 63 actas de matrimonio de inmigrantes judeo-marroquíes. Y si bien no poseemos datos seguros sobre el número total que entre esas fechas habría arribado al país, a partir de la serie que hemos logrado reconstruir (31) estimamos una cifra de aproximadamente 2.000. Tampoco sabemos con certeza cuántos de ellos se instalaron en la ciudad de Buenos Aires. Según cálculos de algunos autores, la cifra estimativa oscilaría entre 400 y 750 marroquíes para la capital. El resto se habría trasladado al interior del país (32). Teniendo en cuenta estos valores, consideramos que los 63 matrimonios estudiados (o sea un total de 126 personas) constituyen una muestra representativa para la ciudad de Buenos Aires durante el período considerado.

¿Con quién se casaban? A partir de los datos obtenidos en las actas de matrimonio, evaluamos, en una primera instancia, cuál fue el peso de la endogamia formal, es decir, aquélla que se produce cuando los dos cónyuges son de origen marroquí. Estudiamos luego cuál fue el peso de la endogamia encubierta, para lo cual analizamos, por un lado, la nacionalidad de los padres de los contrayentes de matrimonios mixtos y, por el otro, el origen de los integrantes de estos matrimonios, estudio que nos permitiría detectar si hubo, o no, continuidad étnica en estos enlaces (33).

Endogamia formal

Una estrategia que permite confirmar la endogamia formal dentro de este grupo consiste en estudiar todos aquellos matrimonios cuyos cónyuges son de origen marroquí, razón por la cual analizamos el lugar de nacimiento de cada uno de los integrantes de la población estudiada. Para este análisis definimos como marroquíes a todos los nacidos en el actual territorio de Marruecos, lo que permitió adoptar un único criterio, cuya importancia podrá valorarse si se tiene en cuenta que durante un lapso prolongado Marruecos fue un protectorado dividido, perteneciente a España y a Francia. Por lo tanto, aquellos individuos que nacieron en Tetuán o en Tánger y que en las actas fueron registrados como de nacionalidad española, a los efectos de este trabajo serán considerados como marroquíes; otro tanto ocurre con los miembros de la colectividad que habiendo adoptado la nacionalidad argentina fueran originarios de Tánger o de cualquier otra ciudad marroquí. Este fue el criterio utilizado en la elaboración del Cuadro 1.

Cuadro 1: Composición de los matrimonios marroquíes estudiados,1890-0*

Lugar de nacimiento N° de matrimonios % Marroquí/marroqui 35 58.3 Marroquí/no marroquí 25 41.7 TOTAL 60** 100

* Se considera marroquí a todo aquél nacido en una ciudad de Marruecos, según las Actas de Matrimonio. Para los fines de nuestro trabajo, resulta más relevante el lugar de nacimiento que la nacionalidad.

** En este caso la base considerada es de 60 matrimonios, ya que hallamos 3 matrimonios cuyos cónyuges no son marroquíes, aunque sí lo fueron sus padres.

De los datos del Cuadro 1 surge un alto porcentaje de matrimonios endogámicos, además de un elevado número de casamientos con no marroquíes, que analizaremos detalladamente más adelante.

Otra estrategia posible para confirmar la endogamia formal dentro de este grupo reside en analizar cuántos de los miembros que participan en estos matrimonios son de origen marroquí (ya sea progenitores o novios). Siguiendo este criterio, se elaboró el Cuadro 2.

Cuadro 2: Número de marroquíes participantes en matrimonios*

N° de marroquíes (cónyuges y padres de los mismos) N° de matrimonios % 6 32 50,8 5 8 12,6 4 9 14,3 3 11 17,5 2 3 4,8 1 — — TOTAL 63 100

* También para este abordaje nos parece más relevante, para nuestros fines, el lugar de nacimiento que la nacionalidad.

Del Cuadro 2 se desprende que prácticamente en el 51 % de los matrimonios considerados, sus seis participantes son marroquíes, lo que indicaría la existencia de un alto grado de endogamia formal entre estos migrantes.

Endogamia encubierta

Si se amplía el análisis del Cuadro 1 desagregando el grupo de no/ marroquíes, veremos que, tras esa aparente apertura, existe continuidad en la conducta de elegir a miembros del mismo grupo étnico, conclusión que puede ser verificada en el Cuadro 3.

Cuadro 3: Matrimonios según lugar de nacimiento de los novios (por lo menos 1 cónyuge marroquí)*

Lugar de nacimiento N° de matrimonios % Marroquí/marroquí 35 58,3 Marroquí/argentino 4 6,7 Marroquí/”otras nacionalidades”** 21 35 TOTAL 60 100

* La base en este caso es de 60 matrimonios, porque en 3 enlaces ninguno de los cónyuges era marroquí (aunque sí lo fueron sus padres).

** Consideramos pertenecientes a “otras nacionalidades” a aquellos individuos que, hijos de uno o de dos padres marroquíes, hayan nacido fuera de los límites del territorio de Marruecos.

Del análisis del Cuadro 3 se desprende que en el 58.3% de los casos, los contrayentes son marroquíes. lo cual, como ya hemos señalado en el Cuadro l, indica un alto porcentaje de matrimonios endogámicos. Por otra parte, en el caso de los matrimonios mixtos es escaso el porcentaje de un cónyuge argentino (6.7%), y los restantes, es decir el 35%, está conformado por matrimonios compuestos por un cónyuge marroquí y uno de “otra nacionalidad”, grupo que merece ser analizado especialmente.

En efecto, la composición de estos matrimonios se relaciona, por un lado, con el hecho de que alguno de los cónyuges no marroquíes son originarios de los países limítrofes con Marruecos. En este sentido, Juan B. Vilar (34) señala el éxodo que provocaran entre la población judía los efectos de la guerra hispano-marroquí: “[ …] el éxodo incidió en particular sobre las aljamas israelitas […] cuyos moradores buscaron refugio en la Argelia francesa. También […] se dirigían todos a Gibraltar, Orán y puertos meridionales de la Península Ibérica”. Por otro lado, es preciso considerar que hacia mediados del siglo XIX comienza la corriente emigratoria de judeo- marroquíes hacia regiones transoceánicas, hecho al que también se refiere Vilar (35) cuando señala cuál fue el circuito migratorio que siguieron: “el emigrante […] pasaba a Gibraltar, Algeciras o Cádiz, donde se embarcaba en los buques que hacían las rutas transatlánticas. Con frecuencia marchaban en una primera etapa a las islas Canarias y […] tomaban alguno de los […] mercantes que enlazaban el archipiélago con América”. La primera meta era Brasil, pero “más tarde se encaminaron […] a los países limítrofes. En particular la República Argentina y Venezuela […]”.

Considerando el número de nacimientos que podrían haber tenido lugar bajo estas circunstancias, no carece de importancia conocer el origen de estos migrantes de “otras nacionalidades” casados con individuos de nacionalidad judeo-marroquí. En ese sentido, podemos afirmar que de los 21 matrimonios celebrados, en 17 casos su composición está relacionada con alguna de las coyunturas y situaciones mencionadas anteriormente: 7 se celebraron con un cónyuge argelino, 5 con uno de origen español (de Ceuta, Cádiz o Algeciras), 2 con uno de Gibraltar, 2 con un cónyuge de Portugal y 1 con un brasileño. De los 4 casos restantes, uno es un matrimonio con un cónyuge francés (cuyos dos padres eran a su vez marroquíes), otro con un uruguayo, y de los dos restantes, uno con un turco y el otro con un ruso, respectivamente.

Esta situación nos conduce a replantearnos hasta qué punto este tercer grupo -el compuesto por matrimonios entre un cónyuge marroquí y uno de “otra nacionalidad”- estaría realmente conformado por integrantes de “otras nacionalidades”; es decir, en qué medida no estamos refiriéndonos a miembros de la misma comunidad cuyo nacimiento fuera del territorio de Marruecos se debería a algún hecho eventual (como los ya mencionados). El mismo interrogante se plantea cuando se atiende a los listados obtenidos por lugar de nacimiento. En efecto, si analizamos los datos allí registrados, comprobamos que, en contraste con 5 de los participantes en la ceremonia (novia o/y progenitores de ambos), estos individuos son los únicos intervinientes que han nacido fuera de Marruecos.

Nuestra hipótesis reside, entonces, en que estos individuos no deberían ser catalogados como pertenecientes a “otras nacionalidades”, o, dicho de otra manera, que no consideramos a éstos como matrimonios mixtos debido a que, atendiendo a los objetivos de esta investigación -como ya hemos tenido oportunidad de señalar-, desestimamos el criterio de la nacionalidad. Por el contrario, estos contrayentes integrarían el mismo grupo étnico que sus padres y su cónyuge, ya que gran parte de los casamientos con un cónyuge de “otra nacionalidad” estaría encubriendo casos de matrimonios con “cónyuges marroquíes”. Si ésta es la situación, el resultado es el siguiente:

. 35 matrimonios celebrados entre marroquíes; . 17 matrimonios celebrados entre marroquíes y/o sus descendientes.

Esta nueva cifra -52 matrimonios- representa el 87%, lo que significa un altísimo grado de casamientos endogámicos.

Otro caso de aparente exogamia se produciría en aquellas situaciones en que ambos cónyuges son extranjeros de distinta nacionalidad, representadas sólo en 5 casos en que ninguno de los contrayentes es de nacionalidad marroquí. En el Cuadro 4 se combina el origen de los contrayentes con la nacionalidad de los padres a fin de determinar si se trata efectivamente de verdaderos casamientos mixtos.

Cuadro 4: Matrimonios mixtos y nacionalidad de los padres

Brasileño/española 2 padres marroquíes Francés/española 4 padres marroquíes Arg. nat./española 4 padres marroquíes Brasileño nat./española 4 padres marroquíes Francés/portuguesa 4 padres marroquíes

La información del Cuadro 4 revela el peso de la presencia de progenitores marroquíes en este tipo de matrimonios, ya que, del total de 5 casos, en cuatro oportunidades la nacionalidad de los 4 progenitores es marroquí y en el restante sólo uno de los padres de cada contrayente no es marroquí. Por lo tanto, es posible inferir que la elección del cónyuge se realizó dentro del mismo grupo étnico.

En síntesis, los altos porcentajes de endogamia formal y de endogamia encubierta detectados en el análisis de la comunidad judeo-marroquí en Buenos Aires indican, apoyando nuestra hipótesis, que este grupo muestra una altísima tasa de endogamia en la primera generación, situación que no reviste carácter alguno de excepcionalidad, a juzgar por los estudios relativos a las conductas matrimoniales de otros grupos de inmigrantes -tanto en el caso de los mayoritarios como en el de aquéllos que tuvieron menores dimensiones- que reconocen la existencia de importantes niveles de endogamia dentro del conjunto migratorio que arribara a la Argentina (36). Podemos concluir entonces que, en este aspecto, la comunidad judeo- marroquí tuvo un comportamiento similar al de otros grupos, especialmente en lo que respecta a los matrimonios que se realizaron en la ciudad de Buenos Aires.

Origen regional del grupo

Otro indicador que puede ser utilizado para detectar el grado de interacción intraétnica que nos proporcionan las actas de matrimonio reside en la ciudad de nacimiento de los contrayentes. Con esos datos se elaboró el Cuadro 5, el que se analiza el origen regional de este grupo indicando las ciudades marroquíes de origen.

Cuadro 5: Ciudad de origen de los contrayentes por sexo

Ciudad de origen Varones % Mujeres % Tetuán 29 46 25 39 Tánger 15 23,8 19 30 Casablanca, Fez, Rabat Mequinez, Mogador 5 8 — — Larache — — 1 1,6 TOTAL 49 45

A partir de la lectura del Cuadro 5 es posible concluir que la mayoría de estos inmigrantes -88 personas, el 93.6% del total- provienen de Tetuán y Tánger y, en una proporción significativamente menor, de otras regiones de Marruecos. Este hecho resulta elocuente pues señala la existencia de un específico espacio social y de probables redes de parentesco entre los miembros de este grupo étnico que llegaron al país, y consecuentemente de los efectos que la “cadena migratoria” habría tenido en la conducta de estos inmigrantes. (37)

Otro elemento que es preciso destacar es que no se detectan divisiones internas entre los inmigrantes que llegaron de Tánger y los provenientes de Tetuán. Si analizamos los matrimonios atendiendo al lugar de origen de los contrayentes (ya sea Tetuán o Tánger), observamos que los matrimonios se produjeron sin que el dato de cuál fuera la ciudad de nacimiento cobrara peso alguno en la decisión. Esta conclusión confirma lo señalado por Juan B. Vilar (38), para quien “[…] el ciclo migratorio judeo-marroquí […] cuya plataforma más antigua, permanente e importante se circunscribe a los distritos de Tetuán y Tánger […]”.

¿Cómo llegaron?

Una vez definidos los espacios geográficos desde donde partieron, interesa verificar cuáles fueron sus mecanismos de llegada al país, con el fin de poder detectar cuántos llegaron solos -probablemente atraídos por parientes o amigos ya radicados en la Argentina- y cuántos lo hicieron acompañados por un miembro de la familia. A partir de los datos consignados en el Cuadro 6, podemos concluir que este comportamiento fue diferente según los sexos.

El punto de partida para obtener estos datos consistió en averiguar cuál era la situación de los padres en el momento del matrimonio. Para ello desagregamos a aquellos contrayentes cuyos dos progenitores ya habían fallecido, a aquéllos cuyos padres vivían en Marruecos u otro país en el momento de la ceremonia y, por último, a los que tenían un padre fallecido y el otro vivo en Marruecos u otro país (39). A partir de estos datos se podrían inferir los casos en que los migrantes habrían llegado solos, es decir sin sus padres, aquéllos en los que llegaron sólo con un padre y aquéllos en que se movilizaron con todo el núcleo familiar.

Cuadro 6: Mecanismos de llegada al país de los contrayentes discriminados por sexo

Varones % Mujeres % Solos 50 79.4 27 43.5 Con 1 padre 8 12.7 20 32.3 En familia* 5 7.9 15 24.2 TOTAL 63 100 62** 100

* Consideramos “En familia” a aquellos individuos que llegaron al país en compañía de sus padres y hermanos.

** En el caso de las mujeres sólo computamos 62, pues un acta matrimonial no registra los datos de los padres de la novia.

Los datos del Cuadro 6 señalan que un 79.4% de los novios habrían llegado al país solos, probablemente atraídos por otro miembro de la familia o por amigos, hecho que podría confirmarse si se tiene en cuenta la cantidad de miembros del grupo que compartía el mismo domicilio. Tampoco en este caso detectamos divisiones debidas a regionalismos: en esas viviendas convivían 6 o 7 personas provenientes, indistintamente, de Tetuán o de Tánger.

Muy pocos jóvenes -sólo computamos 8, es decir el 12.7 %- llegaron acompañados por su padre o por su madre, y también habrían sido escasos los movimientos del núcleo familiar: un total de 5 familias, lo que representa el 7.9%. En todos los casos, los padres convivían en el domicilio con el hijo, todo lo cual parecería indicar que, entre los varones, sólo el 20.6% llegó al país acompañado por un miembro del grupo familiar.

Los datos presentados estarían nuevamente confirmando la importancia que entre los inmigrantes judeo-marroquíes tuvo el fenómeno de la cadena migratoria. Es probable que los hombres jóvenes llegaran primero y que luego atrajeran a sus padres, esposas o novias. Por lo que respecta a la situación de las mujeres, los datos varían: 27 -es decir, el 43.5%- habrían llegado solas; otras 20 -lo que representa el 32.3%- lo habrían hecho con alguno de sus padres, y 15, es decir el 24.2°/x, habrían llegado con el núcleo familiar. En síntesis, en el caso de las mujeres, el 56.5% habría arribado al país en companía de alguno de sus padres o de ambos. También en este caso los padres convivían en el mismo domicilio con sus hijas.

Una situación diferente se observa en el caso de mujeres que probablemente hayan llegado solas. En efecto, en general, en el momento del matrimonio las encontramos viviendo en el domicilio de sus novios, lo que sugiere la posibilidad de que hubieran llegado al país llamadas por éstos, en una suerte de compromiso pactado previamente.

Nupcialidad y familia

El tema de los compromisos pactados nos introduce en una de las características fundamentales que distinguen a estas migraciones: el rol cumplido por la familia en la selección del cónyuge. Para ello es necesario identificar las estrategias familiares seguidas y analizar la influencia de aquélla sobre el comportamiento demográfico y social de estos migrantes (40).

Un elemento clave en este sentido reside en analizar cuáles fueron, históricamente, las particularidades matrimoniales de las comunidades judías. Dentro de éstas, destacamos la precocidad del casamiento en las mujeres y una tendencia pronunciada a elegir al cónyuge en el seno de su grupo de origen. Estos rasgos subsistieron hasta la mitad del siglo XX en las comunidades más tradicionales de Asia o Africa, y consecuentemente en Marruecos (41).

En ese sentido, contamos con un valioso testimonio, que confirma no sólo la precocidad en la edad de las jóvenes al casarse, sino también el papel fundamental que jugaba la familia en la concertación de los matrimonios: “Cuando yo tenía 12 años empezaron a pedirme para casarme, me pidieron varios y a veces me hacían el honor de preguntarme si me gustaba, y yo siempre contestaba no, y cuando quisieron ellos, no me preguntaron nada, hicieron lo que querían, me casaron no más […] Se hizo un compromiso muy lindo en nuestra casa, una semana de preparativos, pero la novia que era yo estaba como ausente, no me fijaba en nada, ni me importaba nada, hacía lo que me mandaban, el novio por su parte charlaba con otras señoritas, pero yo ni protestaba, ni me enojaba, ni tampoco me alegraba, así estuve un año comprometida […] Ahora el gran día se acerca. El día de la Boda era un miércoles […] año 1903 […] ya se imaginarán la poca confianza que tiene una niña de 13 años y medio, como era yo, verse a solas con el novio que apenas se hablaron durante el compromiso” (42). Los datos obtenidos en las actas matrimoniales corroboran sólo en parte estos argumentos, como puede observarse en el Cuadro 7.

Cuadro 7: Edad al casarse según sexo

Grupo etáreo Mujeres* % Varones % Menor 18 88 12.9 — — 18 a 20 7 11.3 1 1.6 21 a 23 28 45.2 10 15.9 24 a 26 18 29 14 22.2 27 a 29 — — 12 19 30 a 32 1 1.6 8 12.8 32 a 34 — — 7 11.1 34 a 36 — — 4 6.3 36 a 38 — — 2 3.2 38 y más — — 5 7.9 TOTAL 62 100 63 100

* En las mujeres tomamos como base 62, debido a que en las actas no figuraba la edad de una contrayente.

El análisis de este cuadro no nos confirma una precocidad en la edad de las mujeres en el momento del matrimonio, pero sí se observa una concentración en los grupos etáreos de menor edad, con una media de 20.5 años. Si analizamos el cuadro por grupo etáreo, observamos que el 74.2 % se ubica entre los 21 y 26 años, con un peso importante en el rango de 21 a 23 años, que registra el 45.2%.

Con respecto a los varones, se advierte una marcada dispersión entre los 24 y los 34 años, con una media de 29.2 años; entre esas edades se agrupa el 65.1 % de los casos. En síntesis, podemos concluir que los hombres se casaban más tardíamente que las mujeres (43). (Segunda parte)

Más

Para los beduinos, el honor es la única justicia

Cualquiera sea la naturaleza del conflicto que las enfrente, las tribus beduinas nunca recurren a los tribunales de justicia, ni a la policía. Es un consejo tribal el que regula los litigios, según el protocolo y códigos ancestrales. El veredicto del consejo, que no requiere demasiadas deliberaciones ni burocracia, invariablemente es aceptado por las partes, que logran reconciliar sus diferencias sin que queden resentimientos. Para el beduino, no hay bien superior al del honor. Escribe Hanaa Al-Mékkawi.

Jóvenes prostitutas de Nigeria: el mito del triunfo

La profesión más antigua del mundo es todavía una gran tentación para las jóvenes nigerianas. Con tal de arrancar de la pobreza, decenas de ellas viajan cada año a Italia para trabajar como prostitutas. Unas pocas regresan con las manos llenas y se convierten en un modelo a seguir. Las más, son deportadas y vuelven pobres. Entonces, hasta sus propias familias las humillan. Escribe Somini Sengupta.

El drama de las niñas esposas

Según un informe de Unicef, en muchos países la mitad de las jóvenes ya está casada cuando cumple los 18 años. Frutos de acuerdos familiares, y fundamentalmente de la pobreza, estos casamientos condenan a las mujeres a la falta de educación, la miseria y el maltrato y, a menudo, les dejan problemas psicológicos y físicos irrecuperables. Se calcula que todos los años nacen 15 millones de bebés de madres recién salidas de la niñez.

La república de las sectas: Iglesias y dioses se multiplican en Camerún

Oficialmente, cuarenta cultos son reconocidos legalmente en Camerún, pero en la práctica, más de 150 ejercen sus actividades. La pobreza imperante y la falta de perspectivas para el futuro hace que las sectas ganen cada día más seguidores. Escribe René Dassie.

Camerún: los akwa celebran a su nuevo rey

La entronización de Din Dika Akwa III, undécimo rey de los akwa, ha sido un acontecimiento único en Duala, capital de Camerún: por primera vez en 60 años este clan, que pertenece al pueblo sawa, vuelve a darse un monarca según las más antiguas tradiciones. El rey, nieto de una sirvienta bakoko de la corte real e hijo de un habilidoso futbolista, es diplomado superior en Ciencias Económicas y ex funcionario de organismos internacionales.

Forced labour in Africa: between poverty and tradition

Forced labour in Africa: between...