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lunes, mayo 6, 2024

África: Sida, infancia y educación

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África: Sida, infancia y educación

Estamos cerca, si no lo hemos hecho ya, de perder una generación entera en África, en buena medida por el VIH, y llevamos camino de perder, al menos, la siguiente. Centrando la vista en la educación, como señala el informe de HRW, los niños africanos han enfrentado obstáculos para acudir a la escuela desde siempre, pero en la época del SIDA, estos obstáculos se hacen cada vez mayores, sin que parezca que a los gobiernos de esos países ni a nosotros nos importe demasiado.

Por Imanol Iríbar

En octubre, Human Rights Watch (HRW) publicó un informe, del que pocos medios se hicieron eco, sobre este tema y en noviembre UNICEF, ya con más eco, hizo público el suyo sobre el SIDA y la infancia en África. Más recientemente ONUSIDA he presentado su informe anual, difundido ampliamente, hace apenas una semana.

No se trata de centrar la atención en las cifras, por cierto muy llamativas por no decir escandalosas, de infectados o muertos por esta enfermedad, ni tampoco del número de niños no escolarizados o que han abandonado la escuela por causa del SIDA.

Lo verdaderamente impresionante es, una vez más, el efecto de esta situación para el futuro del continente africano.

Estamos cerca, si no lo hemos hecho ya, de perder una generación entera en África, en buena medida por el VIH, y llevamos camino de perder, al menos, la siguiente.

Centrando la vista en la educación, como señala el informe de HRW, los niños africanos han enfrentado obstáculos para acudir a la escuela desde siempre, pero en la época del SIDA, estos obstáculos se hacen cada vez mayores, sin que parezca que a los gobiernos de esos países ni a nosotros nos importe demasiado.

Los gobiernos no han hecho demasiado para evitar que muchos niños abandonen la escuela para actuar de cuidadores de sus padres o para ganar el único sustento de su familia. Lo mismo ha pasado cuando los padres han muerto y los niños han perdido el único impulso para ir a la escuela. Cuando los niños han pasado a depender de las familias extensas o de familias de acogida, gran número de veces han sido objeto de explotación laboral y/o sexual y, casi siempre, han sido discriminados respecto a los niños propios de la familia sin que los gobiernos hicieran nada. Multitud de ocasiones, estos niños han experimentado el ciclo de enfermedad y muerte en más de una ocasión cuando padres, madres, abuelos, tíos…. han ido cayendo enfermos y muriendo, hasta que han quedado solos ante el abandono de sus gobiernos y cayendo muy frecuentemente en la explotación.

ONUSIDA habla mucho de los tratamientos antirretrovirales como una parte muy importante de la solución pero, en África, se están enfrentando a algunos problemas a la hora de ponerlos en marcha y están provocando algún otro donde lo han puesto en marcha. En el primer caso el problema es la escasez de personal sanitario y, donde lo hay, le falta formación para llevar adelante los tratamientos. En el segundo caso, los problemas que están causando, es que ONUSIDA y otros organismos están pagando salarios de entre tres y diez veces mayores que al resto de personal sanitario con la consiguiente aparición de corrupción y el abandono de otros programas al menos tan importantes como el SIDA, como la tuberculosis, la malaria, los programas nutricionales, etc. ¿No sería preferible invertir ese “sobresueldo del SIDA” en mejorar toda la sanidad o mejorar el salario de todo el personal?

Así que como siempre se ha venido diciendo y ONUSIDA mantiene, la solución tiene que venir de la prevención y qué mejor prevención que la educación, de hecho hay evidencias que demuestran que a mayor nivel educativo, menor riesgo de infección por VIH, se puede afirmar como hace HRW en su informe que la educación es una especie de “vacuna social” contra el SIDA. Porque es en la escuela el único lugar donde los niños van a recibir información veraz y real sobre esta enfermedad, su contagio y su prevención a través del uso del preservativo. Al mismo tiempo, mayor nivel educativo da a los niños mayores capacidades para oponerse a relaciones sexuales no deseadas y a matrimonios demasiado tempranos.

Sin embargo y pese a que en muchos países hay normativas gubernamentales de no impedir que los niños acudan a la escuela por no poder pagar, muchos niños son rechazados por no poder enfrentar el pago de los libros o los uniformes o por no poder obtener los documentos que los acreditan como elegibles para la gratuidad de la educación.

Por ello, buena parte de los fondos destinados a SIDA, debieran dirigirse a favorecer las escolarización de los niños, a impedir que las viudas puedan ser desposeídas de sus bienes por ser mujeres, a ofrecer recompensas o rebajas fiscales a las familias de acogida de los huérfanos y también a reforzar organizaciones sociales de base que se hagan cargo de los niños del SIDA. Por otro lado, los Gobiernos “desarrollados” pueden donar fondos para estos fines y también llevar adelante programas de condonación de Deuda Externa por inversiones en educación.

Todo lo demás tendrá su efecto, pero del estudio de las cifras ofrecidas en los informe antes citados se extrae la conclusión de que es pequeño si no mínimo; porque, de hecho, la epidemia sigue extendiéndose a pesar de los millones de dólares invertidos en tratamientos. Con mucho menos dinero, con inversiones en educación y en favorecer el acceso a la misma de todos los niños, no solo los del SIDA, se puede romper la dinámica de enfermedad y muerte que está acabando con una generación en África.

La fuente: El autor es miembro de Médicos Mundi.

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