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sábado, mayo 18, 2024

Amos Oz: “La vida continúa incluso en la ladera de un volcán en erupción”

CulturaAmos Oz: "La vida continúa incluso en la ladera de un volcán en erupción"

Amos Oz: “La vida continúa incluso en la ladera de un volcán en erupción”

“En Israel, la gente todavía tiene ambiciones y fantasías sexuales. Hay vida más allá de la CNN”, afirma el escritor israelí al hablar del carácter político de su nuevo libro, El mismo mar, una novela de amor aparentemente ajena a los conflictos de su país. En su casa de Arad, el novelista, comprometido con el proceso de paz, sostiene que la gente va por delante de sus dirigentes y sabe que es inevitable la división en un Estado judío y otro palestino. “El paciente está preparado para la cirugía, pero los doctores son unos cobardes”.

Por Mateo Torres

Desde hace más de 15 años, Amos Oz reside en Arad, un pequeño pueblo situado en el desierto del Néguev. Los Oz llegaron aquí a mitad de los ochenta. Su hijo padecía asma y los médicos le recomendaron un clima seco. El hijo ya es mayor y ahora vive en Tel Aviv, pero el escritor ha decidido quedarse en Arad. Reside en una casa de dos plantas con un jardín. Hablamos en su despacho, cuyas paredes están cubiertas por libros.

-El mismo mar tiene algunas semejanzas con el nouveau roman, y es inquietante observar que la vida de todos los personajes carece de esperanza. -El mismo mar no es una novela posmoderna, sino prearcaica. Se parece un poco a las obras de los trovadores, en las que no hay una línea estricta de separación entre prosa y poesía, entre ficción y confesión, incluso entre literatura y música. He pretendido que esta novela cante y baile y no se limite a contar una historia. Respecto a la esperanza, me parece que aunque la vida de los personajes se cuentan de distintas maneras, obtienen una especie de comunión mística, y se convierten en uno. No es como en una familia incestuosa en la que cada miembro se lleva a otro a la cama, sino que se fusionan uno en otro. Se penetran entre sí de todas las maneras posibles, sexual, emocional, etcétera. Cada personaje sabe lo que pasa en la mente de los demás en tiempo real. El hijo, Rico, se lleva a una prostituta portuguesa a la cama en Nepal y el padre lo sabe al mismo tiempo, aunque está en Bat Yam (un suburbio de Tel Aviv). Existe una comunión mística entre todos los personajes.

-La novela es pesimista. Nadie es feliz.

-No es una novela sobre la felicidad, sino sobre la intensidad del amor. En las telenovelas nos enseñan que amor y felicidad es lo mismo, y no es necesariamente así. Los personajes de El mismo mar encuentran amor, tanto los que viven en Bat Yam como los que viven lejos, pero no felicidad.

-Los personajes buscan constantemente, aunque no siempre sabemos qué persiguen.

-Es una novela en la que se busca, pero también en la que se halla. Toda esa gente, incluido el narrador, que es muy personal, se encuentran entre sí. Hay una escena en la que yo estoy en Arad, en esta misma sala en la que ahora hablamos, y Bettine Carmel me telefonea desde Bat Yam con algunas ideas sobre lo que yo estoy escribiendo. ¿Cómo es posible que sepa desde Bat Yam, a 180 kilómetros, lo que yo estoy escribiendo en Arad en tiempo real? Los personajes se penetran entre sí y se convierten en algo parecido a una única persona. Es una novela sobre búsqueda pero también es una novela sobre encuentro. Algunos personajes están vivos y otros muertos, algunos pertenecen a la misma familia y otros son extraños, pero es como si todos ellos quisieran ser uno. Incluso en la última escena, Gigy, el empresario inteligente cuyo pensamiento está siempre fijo en los negocios, en la compraventa y en llevarse a la cama a tantas mujeres como pueda, descubre algo que lo convierte en una parte de la familia.

-El erotismo es un elemento importante en la novela, especialmente el que hay entre un hombre sesentón y una mujer veinteañera.

-Sí. El hombre sesentón desea fervientemente a una joven maravillosa. Es un sentimiento complejo porque no es únicamente deseo, también son emociones paternales y fraternales. Tenemos todo el repertorio: quiere ser su padre, su amante, su hermano y su mejor amigo. Y ella quiere ser su hija, pero también su madre, su hermana, su mantenida, su amante y su mejor amiga. Y existe también el tema del incesto puesto que ella es la novia de su hijo.

-No está claro si el incesto se consuma.

-Es una cuestión vaga que queda en el aire. No es importante. En un sentido ellos consuman el incesto ya que tienen voluntad de consumarlo. Si se van o no a la cama es un punto irrelevante. Aquí volvemos a tener aquella comunión. Cuando están en el cuarto de aseo y él toma su cuerpo desnudo, su hijo, que está ahora en la India, sabe exactamente en el mismo momento lo que está ocurriendo. Y sin embargo, es algo que no le preocupa, y le dice a su padre: ‘No te preocupes, padre. Cuando yo era niño, tu mujer me cobijó en su pecho. Ahora que tú eres una especie de niño es justo que mi mujer te cobije en su pecho’. La intesidad de las relaciones en la novela es algo metarrealístico.

-El mismo mar es una novela plural, con voces muy distintas. ¿Se trata de una novela polifónica?

-En efecto, yo quise que fuera una novela polifónica. Y le contaré un secreto: cuando la escribí quise que tuviera la forma musical específica de un madrigal. Es decir, un conjunto de voces distintas que poco a poco se van entramando y armonizando.

-El narrador, Amos Oz, es un personaje que se relaciona con los demás pero nunca se entromete para modificar su destino.

-Por supuesto, yo sé que en teoría debería haber una clara línea de separación entre el autor, el escritor autobiográfico y el narrador. Conozco el juego, pero en esta novela soy yo quien forma parte de las vidas de los demás personajes y ellos forman parte de mi vida. No los controlo. Me limito a entrar y a salir de sus vidas como un personaje secundario. En el capítulo de la novela titulado Magnificat los personajes vienen a trabajar a mi jardín, los vivos y los muertos, los reales y los ficticios.

-La novela está llena de poesía. ¿Resulta difícil escribir poesía con la terrible situación política que vive esta zona del mundo?

-Si se deja de lado la poesía triunfará el mal. La gente ha escrito poesía en los gulag y en los campos de concentración, en la cárcel y en todas las situaciones difíciles. Si lo que nos rodea consigue que yo o cualquier otro dejemos de escribir poesía, habrán ganado los malos, y no debemos dejarles ganar. Y quiero añadir algo más sobre la dimensión política de El mismo mar. Seguramente habrá quien piense que se trata de un libro escapista porque no trata de la realidad que aparece en los medios de comunicación. El Israel que aparece en los medios de comunicación es en un 80% soldados y colonos, en un 20% judíos ultraortodoxos y en un 1% intelectuales maravillosos que critican al país. El Israel de El mismo mar -que creo que es verdadero- es el Israel de la llanura costera, el de Tel Aviv, Haifa, Ashdod, Ashkelon, que nunca sale en las noticias, excepto cuando hay algún atentado suicida. Se trata de un país muy hedonista y materialista, muy mediterráneo, como París, Nápoles o Barcelona. Es donde viven cuatro de cada cinco israelíes. Jerusalén y los asentamientos (de los territorios ocupados) son sólo una minoría. En este sentido puede decirse que El mismo mar contiene una declaración política: la vida continúa incluso en la ladera de un volcán que está en erupción. La gente todavía tiene fantasías sexuales, ambiciones, quieren el último modelo de coche y tienen que pagar la hipoteca. He querido decir que hay vida más allá de la CNN.

-¿Cree que el proceso de paz con los palestinos está muerto?

-Voy a decir algo que no es convencional. Creo que el conflicto está casi exhausto. Me parece que lo que está exhausto no es el proceso de paz, sino el conflicto, y voy a decirle por qué. Creo que estamos asistiendo al espasmo final de este conflicto. Todo el mundo conoce la solución, en Israel y en Palestina. Y ahora voy a darles a los lectores de El País una buena noticia. Ustedes, que siempre ven las malas noticias, permítanme que les dé una buena noticia. Si mañana se convocara un referéndum entre el Mediterráno y el río Jordán y se le preguntara a cada individuo -judíos y palestinos- ‘¿qué va a ocurrir al final?’ y no ‘¿qué le gustaría ver?’ o ‘¿qué sería lo justo?’, creo que el 80% en las dos partes responderían: ‘Una partición en dos Estados’. Muchos añadirían: ‘Esto será un desastre. Esto no es justo. Esto significa el fin del mundo’, pero la mayoría de la gente sabe que dos naciones -la israelí y la palestina- es la única solución.

-Su respuesta no parece muy realista a la vista de lo que ocurre cotidianamente.

-Por primera vez la gente está un paso por delante de sus líderes. El paciente está preparado para la cirugía pero los doctores son unos cobardes. Ésta es la buena noticia. Puede ser que el proceso de paz que comenzó en Oslo se haya muerto en los dos últimos años, pero no es relevante. La solución de los dos Estados revolotea en el aire y ya está metida en la cabeza de la gente. El país está dividido en dos y lo que hemos de hacer es aplicar una realidad que ya existe en el terreno. La gente incluso conoce dónde estarán las fronteras. La frontera respetará las realidades demográficas. La mayoría de los asentamientos (que hay en los territorios ocupados) serán desmantelados, no habrá derecho de retorno de los palestinos, Cisjordania y Gaza serán Palestina, el resto será Israel, habrá algunas modificaciones de unos pocos kilómetros aquí o allá y en Jerusalén habrá dos capitales.

-Su última obra acaba de aparecer en hebreo. Una historia de amor y oscuridad es un libro autobiográfico que gira en torno al suicidio de su madre cuando usted era un niño.

-Es una mezcla de autobiografía e invención, una saga familiar. Estuve tentado de titularlo Cien años de soledad, pero ese título ya existe. No es únicamente la historia del suicidio de mi madre o de mi infancia, sino también la historia de la generación de padres y madres que fundaron Israel. Por qué vinieron aquí, qué esperaban encontrar, qué motivos les impulsaron a venir. Es una historia épica en cuyo centro está el desastre de una familia.

-Usted tiene 63 años. ¿No es demasiado pronto para ponerse a escribir un libro autobiográfico?

-Haber vivido 63 años en este país equivale a haber vivido 200 años en cualquier otro lugar. Soy más viejo que este Estado. Nací bajo el mandato británico. Las primeras palabras en inglés que aprendí fueron ‘British go home’, que era lo que los niños entonces gritábamos a los soldados británicos mientras les tirábamos piedras, en 1946 y 1947. Soy un hijo de la Intifada judía, no soy un joven.

La fuente: artículo publicado por el diario español El País (www.elpais.es), en su edición del 8/6/2002.

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