Piromanía
Por Ricardo López Dusil
“La guerra religiosa que ha encendido Sharon nos quemará a todos.” (Abu Rubaina, asesor de Arafat)
“Fue una provocación irresponsable.” (Jacques Chirac, presidente de Francia, acerca de la controvertida visita de Sharon a la mezquita de Al Aqsa)
“Sin duda, el problema es la Autoridad Palestina, que sistemáticamente nutre a los palestinos de sentimientos antijudíos y antiisraelíes. La violencia a la que se asiste es la prueba. Es evidente que la confrontación forma parte de una campaña premeditada, organizada e iniciada por la Autoridad Palestina.” (Ariel Sharon, en declaraciones al diario israelí Jerusalem Post)
* * * La piromanía es un impulso patológico a provocar incendios. Para el pirómano, las llamas no sólo destruyen: cautivan y deleitan. Provocarlas es una compulsión, un sentimiento irrefrenable.
Tal vez el más famoso pirómano que recuerde la historia sea Nerón, el emperador romano que arrasó con fuego la capital del imperio. Nerón quería ampliar sus dominios para su Casa Dorada. Era un hombre desmesurado que además tenía poder, una combinación habitualmente letal.
Mientras Séneca, filósofo y tutor del joven monarca, pudo ejercer influencia en él, su administración fue floreciente. Pero sin esa tutela Nerón se reveló abiertamente despiadado.
En el momento crucial del incendio, Nerón observaba la conflagración desde la torre de Mecenas, exultándose, como dijo, en la belleza de las llamas y cantando una de sus composiciones: “El saqueo de Ilium”.
Pero antes del famoso incendio el sucesor de Claudio ya había probado el sabor de otras iniquidades: había matado a Agripina, su madre; a Octavia, su esposa, a Británico, su cuñado e hijo de Claudio y de Mesalina; a Popea, su segunda esposa, y al estoico Séneca. El incendiario tenía pasado de carnicero.
Nerón nunca reconoció responsabilidad en el incendio de Roma y culpó de la tragedia a los cristianos, con lo que le dio al incidente un carácter religioso.
La psicología moderna podría encontrar huellas del carácter desquiciado de Nerón en el temperamento igualmente irascible y enfermo de poder de su madre, Agripina. Porque, justo es decirlo, Nerón era un hijo de mala madre. Literalmente.