El canciller de Mussolini y otros bichos
Por Ricardo López Dusil
“Al no apoyar mi candidatura, la izquierda ha facilitado que el poder mussoliniano que representa Sharon se instale en Israel.” (Del líder laborista Shimon Peres, el día siguiente de la derrota electoral de su partido).
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Shimon Peres se parece a un estadista, se parece a un hombre de principios, se parece a un líder del campo de la paz. Le queda tan bien ese traje que durante largo tiempo la sociedad israelí ha creído que era de su medida. Ahora vemos que le tira de sisa y le sobra de mangas. El desengaño cuesta. Siempre es difícil aceptar la propia imbecilidad. También sabemos, porque los años no fueron en vano y los desencantos no fueron pocos, que un hommo electoralis es una especie bastante diferente de un hommo funcionaris. El hommo electoralis es un bicho cuya supervivencia está marcada por una apetencia desmedida de reconocimiento entre sus congéneres. Tal es la dependencia con la colonia de la que proviene que el hommo electoralis no renuncia a ningún esfuerzo para convencer al resto de los bichos de su especie que sin él la extinción es un riesgo posible. Aunque los distintos hommos electoralis no siempre comparten la misma jerarquía taxonómica, tienen, curiosamente, un rasgo en común: el don del convencimiento. Los hommos electoralis despiertan fascinación y encanto y su capacidad para hipnotizar a la colonia suele darles lugares privilegiados en el ordenamiento social. El hommo funcionaris, en cambio, se revela como un grupo emparentado con el hommo vulgaris, un bicho de menor refinamiento y tosquedad que suele padecer de una extraña tara congénita: la amnesia. La mutación es tan pronunciada que el pobre bicho ya no sabe lo que dijo, prometió, pensó o ideó y se convierte en otro, que va diferenciándose rápidamente de los demás integrantes de su propia colonia. Carente del don de la memoria, el hommo funcionaris no puede reconstruir en su limitado cerebro las referencias culturales de su vida anterior, pierde su grupo de pertenencia e intenta sobrevivir, a toda costa, en el refugio al que fue conducido por la manada. Pero es tal su prodigiosa capacidad de adaptación al nuevo medio que logra convivir en armonía con los hommos funcionaris rivales, hasta ayer enemigos acérrimos. Como el gato, el hommo funcionaris siempre cae parado. Como el camaleón, cambia de colores para mimetizarse, pero nunca se pone colorado de vergüenza.