El lunar del general
Por Ricardo López Dusil
“En Medio Oriente no hay agua, por lo que hay que repartirla. Si el Líbano persiste en su intención de construir una nueva estación de bombeo de agua en márgenes del río Hatzbani, sufrirá las consecuencias con una guerra.” (De Uri Saguy, presidente de Mekorot -compañía estatal de agua israelí-, el 14/3/2001. El río Hatzbani nace y muere en territorio libanés, pero es afluente del Jordán, que provee una tarcera parte del agua que consume Israel).
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Permítanme una referencia personal. Ya sé que no corresponde, pero viene a cuento. Hace unos años, consulté a un cirujano amigo por un lunar en mi mano. El amigo matasanos (desde aquí lo saludo con un corte de mangas, doctor) fue concluyente en cuanto a las opciones. “Para esto hay tres alternativas -dijo-: un cirujano, como yo, la corta; un dermatólogo la quema y un clínico la medica.” A eso se le llama defecto profesional. Lo vemos a diario. En una redacción es típico que los cronistas de deportes no crean que pueda existir una noticia más gravitante que el clásico de fútbol que se avecina; el redactor de policiales defiende a rajatabla el último crimen pasional y el experto en internacionales se desgañita explicando cómo nos incumbe a nosotros el último conflicto armado en el rincón más apartado del planeta. Al bueno del señor Saguy tal vez le esté pasando algo parecido. Aunque ahora preside la empresa estatal de aguas de Israel, tiene (cuándo no) un pasado de general (en inteligencia, para más datos, aunque eso verdaderamente no se note). De manera que al general, educado para la guerra, le piden seguramente conocimientos hidrológicos que difícilmente domine, lo que no le impide saber de la sed. Para Saguy debe de ser una tarea tan difícil la encomendada como pedirle que ajuste un tornillo con una maza. Una guerrita, en cambio, es un juego de niñas para Don Uri. Ponemos unos tanques aquí, los cazabombarderos por allí, unos cuantos soldados de este lado y allá vamos, con coraje y sin escrúpulos, cantando alguna marcha militar (esto, en realidad, es más propio de los soldados norteamericanos, que parecen ser más cinematográficos que los israelíes, pero acepten la licencia). Tal vez el río libanés sea el lunar del general. Y sólo dispone de cirugía para enfrentarlo. Pero tal vez todo esto sea un disparate y al señor Uri Saguy lo animen cuestiones más altruistas. Quizá sea un comunista bienintencionado dispuesto a compartir (¿se acuerdan de la consigna setentista “de cada uno según sus posibilidades a cada uno según sus necesidades”?) o un solidario irredimible, generoso hasta el caracú, proclive a compartir cuanto falta en el Medio Oriente, además del agua. ¿Tendrá una cuota de Justicia, el señor Saguy, para ofrecer a los vecinos? Tal vez eso haga mucha más falta que los exangües ríos.