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miércoles, mayo 8, 2024

La fuerza de los gestos

La Punta del OvilloLa fuerza de los gestos

La fuerza de los gestos

Por Ricardo López Dusil

“Esta no es mi guerra” (Noam Kuzar, un soldado israelí de elite que se negó a defender un asentamiento israelí en Cisjordania).

* * *

Noam Kuzar ahora está preso. Un tribunal militar israelí decidió castigar su desobediencia con el calabozo. El gesto de Noam fue imperdonable. Se atrevió a hablar de justicia; se permitió humanizar al enemigo; se arrogó el derecho de cuestionar una orden; olvidó el sentido de pertenencia; se concedió el derecho de pensar.

La suya fue una acción solitaria y demasiado singular para esta tierra de odios. Y su frase (“Esta no es mi guerra”) comenzó a ser el estandarte de los grupos pacifistas israelíes que se oponen a la política de confrontación con el pueblo palestino.

Noam Kuzar es un recluta de 19 años que se negó a participar en una misión militar israelí dentro de los territorios palestinos autónomos, alegando que esas zonas no eran su país. El joven formaba parte de una unidad de élite del ejército, que tenía como objetivo proteger de una eventual agresión árabe un asentamiento judío emplazado en medio del territorio enemigo. Kuzar no quiso siquiera subir al autobús que lo llevaría a destino, pese a las amenazas de sus mandos.

Si alguna duda cabía sobre la integridad y fortaleza de Kuzar, su pensamiento quedó claro en la defensa que esgrimió frente al tribunal militar que lo juzgaba: “Los territorios autónomos no son mi país; aquello es Palestina. Mi aspiración es poder vivir en paz algún día con la comunidad árabe”, dijo.

Aunque el caso Kuzar ha sido silenciado por la prensa israelí, no ha pasado inadvertido para los movimientos pacifistas, que usan su ejemplo para alentar la desobediencia militar entre los reclutas. “Ésta no es tu guerra”, dicen los mensajes que los militantes pacifistas reparten en los principales cuarteles.

La rebelión de Kuzar preocupa a los mandos militares, ya que se ha producido en un recluta altamente calificado y por eso destacado en una importante unidad de combate. No es un caso de ignorancia, cobardía o miedo.

Una vez finalizada su condena a calabozo, Kuzar será transferido a un destino burocrático, donde concluirá los 30 meses restantes de servicio militar. Los analistas aseguran que los índices de objeción se dispararán en los próximos meses si continúa adelante la violencia.

* * *

Los pueblos palestino e israelí están obligados a vivir juntos. O al menos muy próximos. Y determinados gestos harán mucho más por la convivencia que los compromisos arrancados a regañadientes o que las concesiones aceptadas a disgusto. No se trata de doblegar, sino de invitar; no es arrancar, sino compartir.

Felizmente, el recluta Noam no está solo. Hay otras historias como la de él dignas de ser contadas.

Hace tres años, en una visita a Neveh Shalom, una pequeña comunidad cercana a Jerusalén en la que coexisten en admirable armonía israelíes judíos y musulmanes, el árabe Abdessalam Najjar nos contó su pesar por la suerte de Tom Kitaim, un soldado israelí muerto en un choque de helicópteros durante una misión de combate en el sur del Líbano.

Kitaim era el primer joven israelí oriundo de Neveh Shalom que hacía la conscripción militar. Como Kuzar, era un objetor de conciencia y no quería combatir, deseo que se le complió de manera trágica cuando una maniobra equivocada del piloto del helicóptero que lo conducía provocó un accidente en el que perdieron la vida 80 soldados, él incluido.

“La muerte de Tom la lloramos todos”, nos dijo entonces el árabe Abdessalam, un sentimiento sólo posible por el acercamiento y la confianza mutuas.

Otro gesto silenciado por la prensa israelí ocurrió hace un mes, cuando un reportero de la televisión hebrea entrevistó en el hospital de Jordania donde se recuperaba de sus heridas al padre del niño acribillado a balazos por las tropas israelíes en Gaza. El hombre, que perdió un brazo en ese fusilamiento grabado por la televisión francesa, fue puesto en contacto con su empleador, un israelí de Tel Aviv, a quien tuvo la valentía de decirle, entre lágrimas: “Los israelíes mataron a mi hijo, pero quiero que sepas que yo no te odio” .

Yo no te odio. Eso mismo pudieron demostrarse en Buenos Aires Sheva Friedman y Suhail Akel. Ella es una de las más altas autoridades del partido israelí de izquierda Meretz, llegada a la Argentina para una reunión de las filiales latinoamericanas de su organización. El es el embajador palestino en la Argentina. Alguien tuvo la buena idea de reunirlos y Akel decidió recibir a la doctora Friedman en la sede de su misión diplomática, donde el encuentro culminó en conmovedores gestos recíprocos.

Tras el encuentro, la señora Sheva Friedman fue al estudio de un canal de la televisión argentina que la entrevistaría acerca de los caminos para encontrar la paz en la región. La señora Sheva Friedman llevaba adherida en la solapa de su camisa una bandera palestina que le había obsequiado Akel.

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