¿Gush o Bore?
Por Lila López
“El drama de estas elecciones muestra la vitalidad de nuestra democracia.” (Bill Clinton, el presidente norteamericano, en relación con los accidentados comicios presidenciales).
* * *
Ustedes no entienden mi nivel de frustración con las elecciones norteamericanas. Les voy a contar. Yo tenía por cierto (así nos lo han hecho creer) que la prensa norteamericana era infalible. Y que no hay modelo de democracia tan perfecta e incuestionable como la que pregona, exporta o escamotea, según los casos, el buen Tío Sam. Pero desde el 8 de noviembre, cuando la tarde se fundía en la oscuridad y la televisión norteamericana daba por seguro el triunfo de Bush en la Florida, para desmentirse y corregirse horas después, vivo azorada, viendo cómo se desmoronan mis ilusiones, castillitos de naipes en medio de los huracanes de la Florida. Ahí comprendí que la sacrosanta prensa norteamericana no sólo no decía la verdad sino algo mucho peor: que su poder era tal, que era tanta su credibilidad, que podía convertir en verdad sus predicciones. Y si no, vean al atribulado Al Gore precipitándose a admitir una derrota que luego se encaprichó en negar, contra viento y marea. Estas elecciones, para quien confiaba ingenuamente en el modelo americano, tal vez sean causal de terapia. Porque además la confusión se ahonda a cada paso, a medida que una se permite formular nuevas preguntas (convengamos que hacerse preguntas siempre es un ejercicio de extremo riesgo). Ahora me cuestiono cosas que antes no hacía. Por ejemplo: ¿qué validez pueden tener los “observadores electorales” que Estados Unidos se emperra en implantar en cuanta elección en el Tercer Mundo le plazca? Si ellos tienen dificultades para contar sus propios votos, con la parafernalia tecnológica en sus manos, ¿cómo harán para garantizar, con una rápida excursión turística por nuestros países pobres y atrasados, para saber a ciencia cierta si hicimos fraude o no lo hicimos? ¿Y qué autoridad moral tendrá nuestro tutor político en Washington para imponer transparencia con tanta oscuridad propia? Además, reflexionando sobre la democracia norteamericana, una ahora cae en la cuenta de que está cimentada en dos partidos, que para colmo son iguales, de manera que el electorado, en verdad, no elige nada, sólo vota. Ahora he descubierto, con pesar, que en los Estados Unidos hay candidato único. Y que George Bore, en realidad, es la misma persona que Al Gush.