Por Ricardo López Dusil
“La vida de un judío y la de un no judío no son iguales.” (Del Tribunal de Distrito de Jerusalén que juzgó al colono Nahum Kordan por el asesinato de un niño palestino)
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Hilmi Shusha era un chico palestino que hoy tendría 15 años. Pero no los tiene. Hace cuatro murió a manos de Nahum Kordan, el encargado de la seguridad del asentamiento judío de Beitar, en las inmediaciones de Belén. Según la defensa de Kordan, Hilmi y otros amigos de su edad habían apedreado varios automóviles de los colonos; según testigos palestinos, el niño volvía de la escuela y no había participado en incidente alguno. Lo irremediablemente cierto es que Kordan y Hilmi se encontraron y el hombre golpeó al niño hasta dejarlo inconsciente. Kordan narró en el juicio que no tuvo intenciones de matar al niño, y relató cómo, al verlo desmayado como consecuencia de sus golpes, intentó reanimarlo y lo trasladó a un hospital, donde Hilmi moriría por una hemorragia cerebral. Juzgado por el Tribunal de Or, el colono fue absuelto por falta de pruebas. Luego, el Tribunal de Distrito de Jerusalén acogió la apelación, presentada por Betselem, una organización de derechos humanos israelí, y condenó a Nahum Kordan a seis meses de trabajos comunitarios y al pago de una multa equivalente a 17.500 dólares. En la lectura del fallo un vocero del tribunal citó pasajes del Talmud en los que se afirma que la vida de un judío y la de un no judío no son iguales. Por rara coincidencia, el mismo 21 de enero, día en que se conoció el fallo, calificado por Betselem como "una licencia para matar", otro tribunal israelí condenaba a Suad Ghzal, una joven palestina de 17 años del pueblo de Sabastya, cerca de Nablus, a seis años y medio de cárcel de cumplimiento efectivo. La chica fue acusada de intentar agredir con un cuchillo a un colono israelí del asentamiento de Shfi Shamron, a quien le causó heridas leves. El tribunal calificó a Suad de potencialmente peligrosa para la sociedad.