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miércoles, mayo 15, 2024

La primera película afgana tras el colapso talibán

CulturaLa primera película afgana tras el colapso talibán

La primera película afgana tras el colapso talibán

Contra todos los obstáculos, la laureada y jovencísima directora iraní Samira Makhmalbaf está rodando en Kabul una película que sitúa la ficción en la compleja realidad afgana, una historia de sueños de mujeres en una sociedad cambiante. Hija de Mohsen Makhmalbaf, uno de los más prestigiosos cineastas iraníes y director de Kandahar, Samira, que ya sorprendió a la industria del celuloide con La manzana, filmada a los 17 años, sostiene que “si no se puede cambiar la sociedad, el lugar y la gente con la que uno trabaja, el cine no sirve de nada”.

Por A.G. Basoli

Samira Makhmalbaf.

En un jardín reseco frente al Antiguo Teatro de Kabul, una única cámara custodiada por cuatro policías armados encuadra la carcasa de un avión perforado por las balas. A la orden de “¡Harakat!” (“¡Acción!” en persa), una mujer vestida con harapos, una exiliada que regresó a Kabul, hoy una ciudad superpoblada y sin viviendas suficientes, sale de los restos del avión con un bebé enfermo en los brazos. Le ruega a su esposo que los lleve al hospital, pero él la envía otra vez adentro y se va solo, en busca de un médico.

“Qat” (“Corten”), grita una mujer por megáfono en lo que es el set de filmación de la primera película que se realizará en Afganistán desde el colapso de los talibanes. Su directora es la realizadora prodigio iraní Samira Makhmalbaf, de 22 años.

El proyecto aún no titulado de Makhmalbaf aborda la compleja situación pos-conflicto en Afganistán y, como en sus películas anteriores, transita la delgada línea entre realidad y ficción.

Con un chador negro que le cubre la cara y cubriéndose los ojos del sol de la tarde con las manos, Makhmalbaf imparte instrucciones a través de su megáfono para la próxima toma a un equipo de filmación que incluye al camarógrafo Ebrahim Ghafuri y a sus hermanos menores, Maysam y Hana. Entre toma y toma, Makhmalbaf se da vuelta para saludar a Siddiq Barmak, director del resurgido Afghan Film Studio, que le proporcionó el apoyo en el terreno a la productora Makhmalbaf Film House.

“Cuando hago una película -dijo Makhmalbaf-, mi interés principal es aportar un cambio para mejor, particularmente para las mujeres. Antes pensaba en mí misma como un simple ser humano, pero cada vez me considero más una mujer”.

Nacida en el seno de una familia vinculada al cine, dice haber “heredado” Afganistán de su padre, Mohsen Makhmalbaf, uno de los más prestigiosos directores iraníes y primer cronista de la saga de refugiados afganos en tres de sus películas: El ciclista, de 1985, su documental posterior al 11 de septiembre Alfabeto afgano y Kandahar, del año pasado.

Padre e hija escribieron el bosquejo de la película que se está filmando actualmente, una historia de sueños de mujeres en una sociedad cambiante. “Algunas mujeres en Afganistán piensan que tienen menos talento que los hombres”, dijo Makhmalbaf. “En algunos libros leen que son biológicamente deficientes. Uno podría pensar que su problema eran los talibán, porque no les permitían quitarse sus burqas, pero detrás hay toda una cultura”.

Makhmalbaf abordó el tema del prejuicio sexual en la sociedad iraní desde su aclamado debut como directora a los 17 años con La manzana, basada en el caso real de dos chicas separadas por sus padres de la sociedad desde el día en que nacieron. Con su segunda película, Blackboards, sobre la ardua lucha por la supervivencia de las comunidades kurdas en la frontera entre Irak e Irán, ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes de 2000. Más recientemente, dirigió el segmento Dios, construcción y deconstrucción en la polémica obra colectiva 11.09.01 (11 de septiembre).

Su mayor desafío en una lista que incluyó buscar exteriores sin minas fue convencer a las mujeres afganas de participar en la película que estaba haciendo. Menos de diez mujeres se presentaron a un casting que anunció en la televisión de Kabul. Después de pasar varias semanas recorriendo las calles, encontró a su protagonista entre las alumnas de la Universidad de Kabul. Los padres de la chica le permitieron integrar el equipo de actores no profesionales después de leer el guión y asegurarse de que Makhmalbaf no estaba haciendo una película obscena.

“La gente aquí no entiende el significado del verdadero cine”, dijo Mohsen Makhmalbaf, sentado al estilo afgano en el piso alfombrado de un departamento raído en Shar-e-Naw, una zona de Kabul que solía ser residencial. “Piensan que todo es como las películas indias: musicales, historias de amor, lucha y acción. Si podemos hacer una película aquí y mostrarles que es una especie de espejo, si podemos poner el espejo del cine frente al alma de la gente, poco a poco van a poder cambiar”.

Makhmalbaf padre, además de ser director es un prolífico escritor y novelista, autor del ensayo El Buda no fue demolido en Afganistán; se cayó de vergüenza, publicado el año pasado. “Estuve pensando y hablando tanto sobre la tragedia de Afganistán, que poco a poco empecé a preguntarme: ¿me estaré volviendo afgano?”

Su próximo proyecto cinematográfico será una coproducción con el Afghan Film Studio, llamada Rainbow. Es un drama escrito y dirigido por Barmak sobre una chica que vive bajo el régimen talibán.

La película de Barmak es un intento por reeducar al público afgano y una victoria personal de Barmak, 40, un egresado del prestigioso All-Union State Cinema Institute de Moscú que perdió su puesto en el Afghan Film Studio cuando los talibanes cerraron la compañía. Sus colegas lograron rescatar los archivos y evitar que fueran incinerados públicamente durante la campaña del mullah Omar contra el cine. Ocultaron la puerta de la sala de almacenamiento detrás de una pantalla que ocupaba toda la pared, cubierta con pósters islámicos y avisos de la campaña de erradicación del opio de los talibán.

“El cine juega un papel muy importante en la reconstrucción de Afganistán -dijo Barmak-, no sólo para ayudar a la gente a decidir cómo reconstruir el país sino para restaurar su sentido de identidad”.

La industria cinematográfica de Afganistán hoy está compuesta por tres productoras. Pero con sólo 14 cines en todo el país, el rodaje de películas es sólo la mitad de la batalla. “Tendré que esforzarme mucho para mostrar esta película, sobre todo en Afganistán”, dijo Samira Makhmalbaf. “Si no se puede cambiar la sociedad, el lugar y la gente con la que uno trabaja, el cine no sirve de nada”.

La fuente: The New York Times. La versión en español fue publicada previamente por el diario argentino Clarín (www.clarin.com.ar).

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