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lunes, abril 29, 2024

El legado de Aisha

SociedadEl legado de Aisha

El legado de Aisha

En este artículo, la autora, primera mujer musulmana en dirigir la oración del viernes, sostiene que al regresar a las fuentes primarias de la religión e interpretarlas de un modo nuevo y fresco, las eruditas musulmanas están oponiéndose al remanente ideológico que han dejado siglos de interpretaciones y prácticas patriarcales. Por Amina Wadud Me convertí al Islam durante la segunda ola del movimiento feminista en EE.UU. en los años setenta. En ese momento lo veía todo a través de un prisma de euforia religiosa e idealismo. Dentro del sistema islámico de pensamiento he luchado como estudiosa y como activista por transformar este idealismo en reformas pragmáticas. Y mi fuente de inspiración ha sido la principal fuente del Islam: el Corán. Resulta claro para mí que el Corán pretende eliminar cualquier noción de inferioridad de la mujer con respecto al hombre. Hay más párrafos en el Libro que se refieren a las mujeres –como individuos, como miembros de la familia y como miembros de una comunidad- que al resto de temas sociales en su conjunto.

Comencemos con la narración coránica relativa a la creación de los seres humanos. El “hombre” no está hecho a semejanza de Dios. La mujer no es tampoco una “acompañante” extraída del hombre para utilidad de éste o como una nueva “ocurrencia” de Dios. El dualismo es el principal criterio utilizado en toda la Creación. “Todo lo creamos por parejas” (51:49).

De este modo, cuando el ser humano fue creado, su pareja (zawy) entró también a formar parte del plan de la Creación. Ambos habitaron en un estado de gracia en el Jardín del Edén. Allí recibieron una advertencia en contra de la tentación de Satán, pero se olvidaron de ella y comieron del árbol. Cuando el Corán narra el episodio del Jardín utiliza la forma dual del idioma árabe para expresar que ambos, Adán y Eva, fueron culpables de este hecho. La mujer no es singularizada aquí ni se le achaca el haberse convertido en la responsable de que el hombre cayera en la tentación.

En el Corán se narra que Adán y Eva buscaron el perdón y éste les fue concedido. Ambos comenzaron su vida en la tierra sin una mancha por la “caída” y sin rastro de pecado original. Por el contrario, en el Islam la creación de los seres humanos en la tierra es una historia de perdón y misericordia, así como del establecimiento de un convenio entre el hombre y Dios, por medio del cual Éste suministra al hombre la guía a través de la Revelación. Adán (Adam) fue, de esta forma, el primer profeta.

Por otro lado, cabe decir que aunque el idioma árabe, como otros, se refiere a Dios como “Él”, la realidad es que Dios no tiene género ni ninguna otra característica de lo creado.

El Islam produjo cambios radicales en el estatus de la mujer y su papel social, en un contexto histórico, la Arabia del siglo VII, en el que la familia patriarcal estaba fuertemente enraizada. El Corán reconoce a la mujer un derecho explícito a la herencia, a la propiedad -independiente de cualquier otra persona-, al divorcio y a ser testigo ante un tribunal. El Corán prohíbe también la violencia contra las mujeres y la coacción a la hora de contraer matrimonio –la mujer tiene que dar su consentimiento libre al mismo-. Los hombres y las mujeres están obligados a cumplir las mismas obligaciones religiosas y son, del mismo modo, responsables de sus propias faltas. Finalmente, las mujeres obtendrán la misma recompensa eterna que los hombres: el Paraíso y la proximidad a Al-lah. “Los creyentes, varones o mujeres, que obren bien entrarán en el Paraíso.” (40:40).

En el período inmediato a la muerte del Profeta, las mujeres fueron participantes activas en todos los niveles de la sociedad: el político, social, religioso, intelectual y educativo. Las mujeres jugaron un papel fundamental en la preservación de las tradiciones, la difusión del conocimiento e incluso el abierto desafío a la autoridad cuando ésta actuó en contra de su interpretación del Corán o el legado profético.

La esposa del Profeta, Aisha, de quien el profeta afirmó que debíamos aprender “la mitad de nuestra religión”, fue profesora de los primeros juristas musulmanes. En la famosa “Batalla del Camello” ella actuó como un general del Ejército, sublevándose contra el califa de la época. Desgraciadamente, sin embargo, esta edad dorada de la mujer islámica pasó antes de que estos hechos se convirtieran en un precedente histórico duradero.

Durante el período abasida, los principales sabios y pensadores eran ya exclusivamente hombres. Estas personas no tenían experiencia de primera mano con la Revelación ni conocieron al Profeta directamente. Además, estaban fuertemente influenciados por la mentalidad de su época y por una cultura y moral que a menudo eran contrarias a la del Islam. Estos “sabios” no estaban preparados para entender el mensaje igualitario del Corán, que estaba a años luz de su propia mentalidad, y, en lugar de defender la autonomía de la mujer, abogaron por la sumisión de ésta hacia los hombres, la familia y la comunidad. Esto llevó a que, en muchas ocasiones, los temas relacionados con la mujer fueran discutidos en un mismo plano que el de los objetos y posesiones materiales. (Esto sucede hoy en día con la norma que regula el delito de violación en Pakistán, que trata dicho delito como un robo de la propiedad privada del hombre, sin ninguna consideración por los derechos de la mujer).

De esta forma, no fue hasta el siglo XX que las mujeres musulmanas comenzaron a recuperar su papel de activas participantes en la vida política, económica, social, religiosa, intelectual y cultural. El “feminismo islámico” -término que no es popular entre muchas activistas musulmanas en pro de los derechos de la mujer- ganó influencia en los años noventa gracias a la actuación de eruditas y activistas y vino a definir la posición de un gran número de mujeres que se encontraban en una posición intermedia entre el conservadurismo islámico de algunos pretendidos sabios y el pensamiento laico de las feministas occidentales, con el que las mujeres musulmanas no se identifican en forma alguna. Las activistas musulmanas en pro de los derechos de las mujeres mantienen su adhesión al Islam, que constituye el fundamento ideológico sobre el que basan su lucha.

Hoy en día, más mujeres participan activamente en los debates sobre la reforma de su estatus en la sociedad que nunca antes en la historia. Al regresar a las fuentes primarias de la religión e interpretarlas de un modo nuevo y fresco, las eruditas musulmanas están oponiéndose al remanente ideológico que han dejado siglos de interpretaciones y prácticas patriarcales. Al estudiar los principios eternos relativos a los derechos humanos que aparecen en el Corán, estas mujeres extraen conclusiones que pueden aplicar en el marco de las cambiantes circunstancias morales e intelectuales de sus sociedades. Ellas intentan igualmente construir todo un nuevo sistema legal islámico que garantice un estatus social pleno para la mujer, que le permita asumir un papel activo en todos los niveles de la sociedad humana. El éxito a largo plazo de este proyecto reside en el hecho de que se desarrolla dentro del marco islámico. Y el fundamento ideológico de este cambio reside en la primera y más fidedigna fuente del propio Islam: el Sagrado Corán.

La fuente: Webislam (España).

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